La arquitectura es una de las pocas artes que no han sido objeto central de los teóricos de las artes. La teoría y la crítica de la arquitectura la hacen en su mayoría arquitectos. Esto es problemático ya que un mismo individuo o grupo no puede encargarse simultáneamente de crear e interpretar las obras.
Parece realmente obvio, pero algunos colegas que se dedican a la arquitectura no son totalmente conscientes de que no se puede partir de la nada para crear proyectos arquitectónicos. Aunque las ideas pueden no estar articuladas en cuanto al lenguaje, estas siempre preceden al proyecto.
De manera extremadamente simplificada, este es el objeto principal de la teoría de la arquitectura, por lo tanto, ninguna persona que trabaje en esta actividad profesional puede afirmar que no le interesa la teoría. Menos aún la historia, ya que todos los profesionales conocen las antecedentes del contexto donde actúan. Por otra parte la crítica, que siempre es posterior a la obra, se encuentra en manos de los expertos, pero también cada profesional la ejercita respecto a sus colegas y también respecto a sí mismo, cuando realiza ejercicios de autocrítica.
Todo ello no implica que la labor de los teóricos, historiadores y críticos especializados sea superflua, dicha labor, cundo se realiza con rigor, tiene la capacidad de cambiar el curso de las cosas, influyendo en todos los aspectos de la práctica.
Si asumimos que la arquitectura es al mismo tiempo consecuencia y causa del orden socio-espacial, dado que lo espacial se construye socialmente y viceversa, la teoría se convierte inevitablemente en un aparato ideológico-político para los arquitectos.
Queda sin embargo, una interrogante sobre la vigencia de un marco teórico, ¿cómo se re-piensa periódicamente la teoría? Esto sucede ya que las ideas están ligadas a los contextos sociales, políticos, estéticos, tecnológicos, los cuales se transforman constantemente.
La teoría y la historia de la arquitectura son áreas fundamentales en la enseñanza universitaria, sin embargo es importante considerar que hay dos modos de concebir las ideas que no son compatibles entre sí. El primero de ellos, es la teoría como aparato operativo, como una serie de reglas incuestionables que los estudiantes deben seguir para el correcto desempeño de su trabajo. El segundo es el modo crítico, la manera existencial de abordar la profesión, la cual no va encaminada a la repetición de fórmulas preestablecidas ni a los dogmas, sino al cuestionamiento constante de las condiciones que dan origen a los proyectos, en aras de mejorarlas y contribuir a su evolución.
Lorenzo Rocha
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