jueves, 25 de enero de 2024

LOS COMUNES

Lo urbano, según Henri Lefebvre es “La ciudad, menos su arquitectura”, todo aquello que movemos y nos mueve como comunidad y también es independiente de lo material. Hoy en día, 55 años después de esta provocadora idea se puede afirmar que todo el planeta se ha urbanizado.

Dentro del pensamiento filosófico del siglo XX, existe una tendencia, por demás correcta e importante, que se fundamenta en el marxismo. De hecho, ahora sigue siendo vigente, dado que las condiciones que le dieron origen prevalecen aún. El capitalismo, la revolución proletaria y la socialización de los medios de producción, son dilemas que se encuentran aún muy lejos de resolverse, a pesar de que aparentemente las tecnologías de la información y la democracia contemporánea han cambiado los paradigmas originales del liberalismo económico y se ha declarado el ingreso mundial a una época postindustrial.
Una de las aspiraciones marxistas es la revolución y el triunfo del proletariado sobre el capital, esto se traduciría en una ciudad donde no existiría la propiedad privada y todo el suelo sería un bien de interés común, lo cual conllevaría a un sistema de auto-organización sin jerarquías ni ánimos de lucro. Está claro que la gente es perfectamente capaz de organizarse sin necesidad de instituciones, por ejemplo, para construir su propia vivienda y compartir los servicios con sus vecinos, con las tensiones normales en la convivencia, pero con relativo éxito. Sin embargo, sería difícil pensar en una comunidad capaz de construir un sistema de drenaje, una red eléctrica o el metro, sin la asistencia y dirección de técnicos y gobernantes. 
Pero por otra parte sí que lo ha hecho, gracias a la democracia. Los ciudadanos eligen a sus representantes que son también ciudadanos, los cuales planifican, evalúan y ejecutan las infraestructuras. Por lo tanto, si concebimos a las instituciones como reflejo de los designios populares, podríamos decir que todos hacemos la ciudad, incluidas sus entrañas, sin importar si tenemos o no los conocimientos necesarios.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 18 de enero de 2024

FORMA VACÍA

El arquitecto inglés Neil Leach escribió en 1999 su libro La An-estética de la arquitectura, en él critica la cultura de las imágenes arquitectónicas seductoras: “En tal cultura, la única estrategia efectiva es la de la seducción. El proyecto arquitectónico se reduce a un juego de formas vacías y seductoras y se apropia de la filosofía como barniz intelectual para justificarlas.”

Se ha discutido mucho últimamente respecto a una aparente contradicción entre la estética y la funcionalidad de la arquitectura. Muchos críticos parecen pensar que hay una relación inversamente proporcional entre ellas. Sin embargo, no cabe ninguna duda de que una obra arquitectónica debe ser bella y eficiente simultáneamente, esto es lo que se define como calidad arquitectónica. El público, los habitantes y los profesionales jamás deben aceptar proyectos para casas, edificios o ciudades que estén por debajo del mínimo de calidad requerido por las entidades o personas que encargan los trabajos.
Desgraciadamente hay un fenómeno mediático que envuelve el prestigio de los arquitectos y que muy frecuentemente afecta la calidad de las construcciones. Es lo relacionado con la arquitectura de la imagen. Este tipo de arquitectura favorece gestos de diseño cuyo principal y a veces único objetivo es que sean fotogénicos, de tal modo que aparezcan bien en las publicaciones que eventualmente pueden llevar a que se otorguen premios a sus autores. Todo ello, repercute en que dichos diseñadores obtengan nuevos encargos y distinciones basados en sus trabajos, pero no en sentido de su papel social en las comunidades donde se insertan, sino solamente por su valor visual.
La arquitectura se fundamenta en la satisfacción de las necesidades de los habitantes y usuarios, además de una dimensión cultural relacionada con los contextos donde se edifica. Cuando una obra resulta inútil para la comunidad, cuando se deteriora con velocidad o cuenta con elementos que impiden el correcto uso de sus espacios, por más bonita que se vea en las fotografías, debe ser cuestionada y rechazada por la sociedad. Esto también implica la capacidad de autocrítica que debemos tener los propios arquitectos, que tenemos derecho a defender nuestro trabajo, pero no a costa de ocultar nuestros errores.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 11 de enero de 2024

LOS SESENTA

Saint Etienne, un excelente exponente del género musical “Brit-pop”, es especialista en la nostalgia de modernismo de la segunda mitad del Siglo XX, recuerdan objetos y vivencias de esas épocas en discos como “How we used to live” (1999). Sus discos incluían pequeñas películas que aún se pueden disfrutar en internet.

Ahora que década de los sesenta del Siglo XX es una época medianamente remota, quienes pasamos de los 50 años de edad, nos invade una profunda nostalgia sobre nuestro modo de vida de aquella época. Desde 2018, cuando vimos la excelente película “Roma” de Alfonso Cuarón, añoramos una ciudad de México en la que había vida de barrio y donde aún no teníamos las preocupaciones medioambientales de ahora. Recordamos los coches gigantes, sin cinturones de seguridad y cuando los adultos fumaban y bebían delante de nosotros sin ningún pudor.
Siempre he pensado que no son los objetos en sí los que cargan el valor simbólico, sino la evocación de quienes éramos nosotros cuando conocimos esos objetos. Podemos vivir en un edificio funcionalista, transportarnos en un Volkswagen sedán clásico, incluso tener un teléfono de disco o cintas magnetofónicas, pero eso no nos hace volver medio siglo para atrás, en realidad todo está en nuestra mente.
Incluso algunos jóvenes se visten como en esa época o escuchan la música de los Doors o de Velvet Underground, pero eso no los regresa al pasado, solo los coloca en la “Moda retro”. Es un placer usar y disfrutar de lo “retro”, de los plásticos color naranja, sin sentimientos de culpabilidad por el calentamiento global.
¿Qué es lo que nos gusta del pasado? Quizá el recuerdo de cuando éramos jóvenes, no teníamos cuentas qué pagar y nuestra madre lavaba la ropa. La vida cambia el día que nos compramos nuestro primer refrigerador.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 4 de enero de 2024

BELLEZA

Sigmund Freud escribió en 1930 en su célebre ensayo El malestar en la cultura: “La belleza no tiene utilidad evidente, ni es manifiesta su necesidad cultural y sin embargo, la cultura no podría prescindir de ella”.

 

La vida cotidiana presenta retos y complicaciones constantes, la sensación de frustración e inseguridad son, por desgracia, elementos subyacentes de la vida contemporánea. Las reflexiones filosóficas, si bien contribuyen a la reflexión sobre el sentido de la vida, también añaden un estrato más de incertidumbre y muchas veces de pesimismo.
Pero la belleza se sobrepone siempre a las dificultades vitales. Observar un paisaje, escuchar música, ver una película, mirar un cuadro, son momentos en los que olvidamos los múltiples problemas que nos aquejan y, aunque su efecto sea solo pasajero, no podemos prescindir de ellos.
“El plan de la ‘creación’ no incluye el propósito de que el hombre sea ‘feliz’”, afirma Sigmund Freud en su ensayo El malestar en la cultura. El placer es episódico, la mayoría de las personas se conforma tan solo con la supresión del dolor y sufrimiento. En este texto, escrito en 1930, el célebre inventor del psicoanálisis, anticipa una sensación de angustia constante y silenciosa que solo se ha agudizado en las décadas que le han sucedido. La arquitectura como refugio para el ser humano, lo protege de una buena parte de los estímulos de su entorno, pero por desgracia, la faceta inhumana de las viviendas y del urbanismo contemporáneos, contribuye a acrecentar el malestar que acosa a las personas.
A pesar de que su efecto es solo paliativo, el placer estético sigue siendo una de las principales aspiraciones de los artistas y una necesidad indispensable para los ciudadanos. Aunque se considere una mera distracción y hasta cierto punto una frivolidad, gozar de la belleza seguirá ayudándonos a soportar las preocupaciones económicas, políticas y sociales que nos persiguen ineludiblemente en nuestro transito por esta vida.
Lorenzo Rocha

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