jueves, 28 de julio de 2016

ARQUITECTO BRUTALISTA

La historia de la arquitectura mexicana ha dado muy poco reconocimiento a un arquitecto notable, se trata de Alejandro Zohn (Viena 1930-Guadalajara 2001), el máximo exponente de la corriente brutalista en México. Es importante hacer notar que el movimiento brutalista es por sí mismo, una corriente poco valorada mundialmente. El término deriva de la influencia internacional que ejercieron las obras en concreto aparente que Le Corbusier llevó a cabo en Francia e India durante los años sesenta y setenta. El arquitecto suizo llamaba “Bêton brut” (“concreto en bruto”) al acabado rugoso que utilizó para sus edificios de aquella época.

Los arquitectos brutalistas como Zohn concibieron la volumetría de sus proyectos como elementos de expresión escultórica, para ellos el concreto aparente fue el material idóneo, por su moldeabilidad, la cual permite infinidad de texturas en su acabado final. Sin embargo, los edificios brutalistas resultan poco populares entre el público y la crítica, quizá por que se acercan más al arte que a la arquitectura y su escala suele ser monumental, alejada de las dimensiones del cuerpo humano.

La obra más representativa de dicho expresionismo volumétrico es sin duda el proyecto para el archivo general del Estado de Jalisco, comenzado en 1985 y construido por Zohn en Guadalajara en 1990. Se trata de un gran volúmen de aproximadamente 30 metros de altura cuyas fachadas son enteramente de concreto aparente. No se aprecian sus ventanas desde el frente ya que están colocadas de modo muy inteligente en remetimientos laterales. El edificio tiene un área aproximada de 26,000 metros cuadrados, dos plantas para estacionamiento en el sótano y nueve pisos de oficinas, archivos, servicios generales y salas de conferencias.

Por sus dimensiones y características, el edificio es un elemento primordial del paisaje urbano de Guadalajara. La elección del material y su capacidad expresiva son los más adecuados cuando se trata de un hito urbano cuyo valor primordial es simbólico. El brutalismo fue quizá uno de los movimiento que consiguió ajustarse mejor a la necesidad simbólica de los edificios públicos. Un buen ejemplo de ello es la Biblioteca Estatal de Hans Scharoun en Berlín (1967).

Recuerda en su forma exterior a algunos de los edificios públicos realizados por el arquitecto estadunidense Paul Rudolph, como el edificio para las facultades de arte y arquitectura de la Universidad de Yale, construido en 1963. No es coincidencia que Rudolph, el principal exponente del brutalismo en los Estados Unidos, tampoco ha recibido reconocimiento suficiente por su magnífica obra arquitectónica.

Lorenzo Rocha

jueves, 21 de julio de 2016

PARTICIPACIÓN CIUDADANA

Durante los años sesenta del siglo pasado, se inició un movimiento social de democrácia directa, que reflejaba los cambios sociales característicos de la década. Como sabemos, en los sesenta se forjaron movimientos estudiantiles de protesta en muchas ciudades como París, Praga, Roma y México. Algunos de ellos, le costaron la vida a decenas y hasta cientos de jóvenes que pedían ser escuchados y tomados en cuenta en las decisiones que afectaban a su propia vida.También durante dicha época, se radicalizaron ciertos movimientos anarquistas, derivados de la lucha anti-fascista en Italia.

En 1966 se llevó a cabo una reunión del Team X en Urbino, cuyos resultados se han convertido en un hito para la participación ciudadana en la arquitectura moderna. El grupo se oponía a los conceptos urbanísticos y sociales, derivados del último Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, el cual se había llevado a cabo en 1959 en Otterlo, Holanda. El tema de la reunión, organizada por Giancarlo de Carlo, era: "La intervención del automóvil en la arquitectura", algunos de los participantes como Jaap Bakema, hicieron propuestas muy interesantes, incluso en su redacción: "La relación entre [moverse] y [mantenerse] en el proceso de la urbanización".

Ahora que han transcurrido 50 años desde esa reunión, conviene preguntarse: ¿qué beneficios aporta la participación ciudadana a la urbanización actual? Sin duda son muchos, ya que antes del surgimiento de los movimientos sociales a favor de la participación, los cambios en el espacio público en las ciudades sucedían sin ningún tipo de consulta popular, eran los expertos técnicos quienes evaluaban y decidían las dimensiones y características de las infraestructuras urbanas. En cuestión de meses podían aparecer autopistas y desaparecer barrios enteros sin que los ciudadanos supieran con certeza sus verdaderos objetivos y potenciales beneficios.

En nuestra ciudad el gobierno actual ha utilizado la participación ciudadana como parte de su retórica política, el eslógan "Decidiendo juntos", se ha convertido en una frase vacía y demagógica. Sin embargo, gracias a los múltiples canales de comunciación con los que contamos hoy en día, los ciudadanos no dependemos del gobierno para organizarnos y protestar contra los abusos de la autoridad. La capacidad de auto-organización de los ciudadanos es mucho más poderosa que las convocatorias oficiales a la participación. Pero también la protesta debe ser mesurada, por que de no serlo es un mecanismo autodestructivo que no permite el desarrollo urbano, el exceso de crítica contra cualquier iniciativa gubernamental corre el inevitable peligro de convertirse a su vez en una "dictadura de la opinión".

Lorenzo Rocha

jueves, 14 de julio de 2016

METÁFORAS

La crítica y la teoría de la arquitectura se sirven muy frecuentemente de las metáforas que derivan de la formas arquitectónicas y las experiencias del espacio. Muchos de los críticos y teóricos no están concientes de la brecha que existe entre las descripciones escritas de los objetos arquitectónicos y la arquitectura tal como se experimenta en tiempo real. Las descripciones son subjetivas y contienen una buena dosis de ficción, por ello todo lector debe tomarlas con las reservas necesarias para mantener independencia del autor para hacer sus propias interpretaciones.

El objeto directo de la escritura es el espacio arquitectónico, pero el predimonio del material visual disponible para la investigación y la falta de tiempo o de interés de los críticos por visitar físicamente las obras, resulta en el tratamiento de los edificios como objetos aislados de su contexto. Los límites entre el interior y exterior, entre la arquitectura y la ciudad son borrosos en la experiencia personal del espacio, en cambio las fotografías y modelos tridimensionales, tienen la tendencia a anular la influencia de los estímulos sensoriales ajenos al objeto de estudio.

La forma de pensamiento derivada de la Ilustración, prefiere identificar de modo unívoco a las obras con sus autores y tiende a considerar, como lo hacía Descartes, que los edificios más atractivos son aquellos realizados por un solo arquitecto, en lugar de las adaptaciones de edificios realizados en distintas etapas temporales. Por su parte, lo que consideramos el contexto de la obra, nunca es de un solo autor y se escapa a la planificación y al determinismo cartesiano. Con el pensamiento unívoco se consigue eludir todo lo aleatorio, cuando el individuo es el único responsable de la obra, triunfa su racionalidad.

Considerar para las discusiones críticas a los objetos como metáforas puede resultar de gran riqueza académica, pero pierde gran parte de su utilidad cuando la discusión va encaminada a mejorar la práctica de la arquitectura en el campo de la realidad. No quiero implicar que las discusiones filosóficas en torno al espacio arquitectónico no sean útiles, son los lectores quienes tienen que ser capaces de distinguir las metáforas respecto a la realidad.

"La arquitectura como metáfora, ha dominado incluso a la arquitectura real", escribe el filósofo japonés Kojin Karatani, en su libro "Arquitectura como metáfora". El argumento de Karatani es que la metáfora de la arquitecura como unidad racional independiente de su contexto es tan estable y poderosa, que puede confundir con facilidad al lector de que se trata no solo de una herramienta epistemológica, sino de la arquitectura misma.

Lorenzo Rocha

jueves, 7 de julio de 2016

CONTINGENCIA

Desde que el modernismo comenzó a declinar desde el punto de vista filosófico y social, aproximadamente en la década de los años sesenta del Siglo XX. Los pensadores posmodernistas como Paul Ricoeur y Zygmunt Bauman establecieron las bases para la comprensión de la necesidad de un cambio de actitud general ante los fenómenos sociales contingentes. El pensamiento moderno parecía operar en un campo ideal donde casi no había posibilidad de error ni mediación entre las ideas y los hechos. Pero, la contingencia, literalmente el contacto entre las personas, obligó a los posmodernistas a percatarse de que las cosas en la realidad siempre pueden ser y serán distintas al modo como fueron planeadas.

Tal vez uno de los grupos humanos que más resistencia ha opuesto a aceptar las contingencias es el gremio de los arquitectos. El crítico inglés Jeremy Till explica en un interesante ensayo titulado “Arquitectura y contingencia” (Architecture and Contingency, publicado en la revista Field, septiembre de 2007), que la arquitectura es una disciplina contingente, pero los arquitectos han intentado infructuosamente negar dicha contingencia, mediante los conceptos de orden, belleza y pureza. Till atribuye la actitud purista de los arquitectos modernos, el célebre Le Corbusier entre ellos, a la lucha contra la incertidumbre, como una consecuencia del pensamiento social moderno, no como su causa.

El crítico inglés pone como ejemplo el conjunto de viviendas Fruges en Pessac,  a las afueras de Burdeos (1920), como muestra del esfuerzo del arquitecto por abolir todo atisbo de azar en el desarrollo de sus proyectos. El conjunto se componía de casi un centenar de viviendas diseñadas por Le Corbusier hasta el último detalle, exhibiendo una forma geométrica pura compuesta por planos y volúmenes blancos y abstractos. Con el tiempo, el resultado es que los habitantes de Pessac adaptaron las viviendas a sus legítimas necesidades. Algunos cubrieron las terrazas para obtener habitaciones adicionales, otros construyeron pisos adicionales sobre las azoteas planas, los cuales cubrieron con techumbres inclinadas para evitar filtraciones de agua por las cubiertas planas, La mayoría modificó las casas, incluso añadiendo elementos estéticos como marcos en las ventanas y pintando las fachadas de cualquier color que no fuera el ascéptico blanco lecorbusiano.

El reconocimiento del carácter contingente de la arquitectura nos ayudaría a asumir que nuestro trabajo no es intentar controlar los actos de quienes habitan las obras. Las funciones de la arquitectura son muy distintas de las necesidades de las personas, las primeras son racionales y fijas y las segundas son subjetivas y dinámicas.

Lorenzo Rocha

viernes, 1 de julio de 2016

TESTIMONIO

Durante el primer semestre del año 1991, estudié la materia de Estereotomía con la maestra María Lagunes, en la Facultad de Arquitectura de la UNAM. La maestra nos enseñó el “arte de cortar piedras y maderas”, mediante dibujos técnicos y monteas de aparejos de ladrillo, sillares y arcos de piedra de muy distintas formas y geometrías. La visualización de los despieces que contemplaba el curso, fueron de gran influencia en mis primeros años de ejercicio profesional, y aunque para algunos pueda parecer anacrónico en nuestra época informatizada, sus enseñanzas siguen siendo parte fundamental de mi formación como arquitecto.
María Lagunes fue la única docente que conocí en la facultad que no había estudiado arquitectura ni ingeniería civil, lo cual le daba un enfoque distinto de la arquitectura, vista no solo como técnica, sino como arte. Sin duda, su formación artística también contribuyó significativamente a ampliar los horizontes de la visión profesional de la arquitectura y su campo de conocimiento, para todos los alumnos que asistimos sus cursos.
El trabajo personal de la maestra ha estado parcialmente orientado hacia la integración entre la arquitectura y la escultura, algunas de sus obras de escultura monumental, como la “Señal” de la Torre Lomas (1984) y el Monumento a Rosario Castellanos en el Bosque de Chapultepec (1976), lo muestran con mucha claridad. Durante 1969, su primer año como docente en la facultad, María Lagunes propuso cursos de dibujo para los primeros tres semestres de la carrera de arquitectura, basados en las ideas de André Bloc sobre la escultura arquitectónica, que puede concebirse también como arquitectura escultórica. La maestra había estado en contacto con él en 1966 cuando estudiaba en París con especial interés en la integración de la arquitectura con las artes plásticas. Bloc fue formado como ingeniero, pero decidió dedicarse a la escultura, estuvo en contacto cercano y colaboró con arquitectos como Le Corbusier y Auguste Perret, por lo que sus esculturas constituían maquetas de edificios a mayor escala. Esta forma de pensamiento se anticipó al menos treinta años a una vertiente formalista de la arquitectura contemporánea, cuyos exponentes actuales son entre otros: Zaha Hadid, Santiago Calatrava y Frank Gehry. La sección de Diseño de la Facultad de arquitectura, que en aquel tiempo dirigían los arquitectos Ricardo Flores Villasana y Brenda Salinas, aceptaron la propuesta para el curso y los alumnos consiguieron resultados muy interesantes, que iban más allá del dibujo e incursionaban en la escultura en yeso policromado, a pesar de la oposición de los demás profesores del curso, quienes eran generalmente más conservadores y académicos que la maestra.
A lo largo de los 36 años de su carrera como docente, la maestra María Lagunes impartíó los tres primeros cursos de dibujo, que contemplaban el dibujo monocromático técnico, el dibujo en perspectiva a color de edificios al aire libre, la acuarela y el gouache. Entre sus cursos destacados están la materia de Técnicas de presentación del segundo año de la carrera, y dos materias optativas al final de la carrera: Integración plástica y Color en la arquitectura, que la maestra impartió durante los ultimos años antes de retirarse de la docencia. Gracias a estas dos últimas materias, la maestra pudo recuperar algunos de sus intereses originales, aportando a los alumnos herramientas de investigación relacionadas con la Historia del arte, para integrarlas armoniosamente a sus proyectos arquitectónicos. Un ejemplo que ella utilizó constantemente en sus cursos fue el mercado Abelardo Rodríguez en el Centro histórico de la ciudad de México, construido en 1934 por el arquitecto Antonio Muñoz, donde artistas como Pablo O’Higgins e Isamu Noguchi transformaron la idea de los murales tradicionales mexicanos. Dichas obras se realizaron con el espíritu de lucha y los ideales políticos de sus creadores, quienes recibieron como pago, el mismo salario por hora que ganaba cualquier obrero de la época.
A pesar de no haberse involucrado en las disputas políticas e ideológicas dentro de la facultad, la maestra María Lagunes vivió momentos extremadamente importantes de la historia universitaria, como la división entre la dirección de la facultad y el movimiento de Autogobierno que comenzó en 1972 y prevaleció hasta el final de la década de los setenta. También resistió durante toda su carrera docente, a las frecuentes huelgas y tomas de las instalaciones, durante las cuales se vió forzada a impartir clases extramuros con la misma energía que la caracterizó siempre.

A la maestra María Lagunes le tocó ser testigo de un proceso de transformación importante en la enseñanza de la arquitectura: desde el academismo con el que se enfrentó en los inicios, hasta la gradual reducción del tiempo de enseñanza del dibujo a mano al mínimo, debido a la adopción de los medios informáticos. Su actitud crítica y anticonformista, la cual mantiene con la misma fuerza hoy en día, es una de las mayores lecciones que podemos aprender de ella, tanto quienes fuimos sus alumnos y seguimos en contacto con ella, como quienes conocen y admiran su amplio y sólido trabajo como artista, el cual abarca el dibujo, la pintura, la fotografía y desde luego, la escultura.

Lorenzo Rocha

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