jueves, 24 de junio de 2021

EQUILIBRIO URBANO

Vilfredo Pareto (1848-1923), economista, sociólogo, ingeniero y filósofo italo-francés es el creador del concepto de eficiencia: “Dada una asignación inicial de bienes entre un conjunto de individuos, un cambio hacia una nueva asignación que al menos mejora la situación de uno de ellos sin provocar que empeore la situación de los demás individuos”. 

Para una aplicación cabal del principio de eficiencia de Pareto al estudio del espacio urbano, el campo de actuación debe ser acotado correctamente: un terreno, una manzana, un polígono integrado, o bien un barrio o demarcación geográfica especifica. Del mismo modo, deben definirse claramente los “bienes” disponibles, que se traducen en las fuerzas actuantes sobre el campo urbano que pueden ser: superficie útil, volúmenes espaciales construidos, recursos económicos, población beneficiada y muchos más, desde luego usando las notaciones y unidades de medida correctas: metros cuadrados o cúbicos, alturas, coeficientes de ocupación del suelo, dinero, cantidad de personas o familias, etcétera. 
Además de que las mediciones deben ser comprobables mediante fuentes de información fidedignas como catástros, planos reguladores, planes de ordenamiento urbano, censos, estados financieros, reglamentos de construcción y otros similares. En ningún momento se deben verter en diagramas, las apreciaciones subjetivas de sus autores, salvo que se trate de dibujos conceptuales. El concepto de eficiencia según Pareto, implica para el urbanismo un necesario e ineludible equilibrio de las fuerzas actuantes en el campo. La razón de ello es que el suelo urbano es un recurso finito, escaso y codiciado por su gran potencial lucrativo. Los límites del desarrollo inmobiliario en las ciudades los fija el potencial de uso del suelo, es decir, el porcentaje de área ocupable por construcciones, la altura de las estructuras y el potencial de uso del subsuelo. Si los agentes que intervienen en el proceso de urbanización, incluyen elementos de interés social, sin ánimo de lucro, este tipo de eficiencia y equilibrio no se verifica dentro del ámbito mercantil y competitivo, lo cual lo hace aún más difícil de llevar a cabo.
Lorenzo Rocha 

jueves, 17 de junio de 2021

PRAGMATISMO

Sarah Whiting y Robert Somol publicaron en 2007 un interesante ensayo en la revista Perspecta titulado “Notes around the Doppler Effect and other moods of Modernism”, en el que plantean una manera “caliente” y densa de hacer arquitectura (crítica) y otra “fría” y relajada, que se acerca más al pragmatismo.

La credibilidad del sector profesional dedicado a la arquitectura y al diseño urbano, ha disminuido notablemente en los últimos tiempos debido a dos factores éticos importantes, que se relacionan con una marcada tendencia hacia el pragmatismo. 
El primero de ellos, al que llamaré “Factor alimenticio” consiste en una justificación económica para llevar a cabo cualquier tipo de práctica profesional, incluso contraria a los principios morales de los involucrados, bajo el cobijo de la necesidad de llevar la comida a casa a cualquier costo.
La segunda justificación, parecida a un “Efecto dominó”, se verifica cuando el profesional realiza su práctica de un modo éticamente cuestionable, escudándose detrás de la coloquial frase: “si no lo hago yo, lo hará otro”. 
En principio, ambas excusas podrían funcionar, ya que se fundamentan en necesidades primarias de trabajo legitimo. Sin embargo, los arquitectos que se guían por el simple pragmatismo y practican la profesión de forma laxa y con miras cortas, a la larga se dañan a sí mismos y al resto de sus colegas, ya que marcan precedentes que quedan fijos en las prácticas de todos los demás. Si un arquitecto acepta trabajar por honorarios inferiores a los aranceles aprobados, presenta presupuestos falsos y valoraciones tendenciosas, si accede a violar los reglamentos y obtener permisos fraudulentos corrompiendo a las autoridades o simplemente cede ante los caprichos injustificados de sus clientes y promotores, es probable que obtenga el encargo profesional, pero en el mediano y largo plazo puede acarrearle mayores daños que beneficios.
Los organismos profesionales colegiados deben ser más activos en la defensa del trabajo profesional ético y sería necesario que defendieran a sus agremiados de los abusos de la autoridad y de la competencia desleal de sus pares.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 10 de junio de 2021

CIUDAD DE LOS CUIDADOS

Jaime Lerner, ex-alcalde de Curitiba y gobernador en dos períodos del estado brasileño de Paraná, opinaba que una ciudad desarrollada no es aquella donde todos los habitantes poseen un automóvil, sino aquella donde la mayoría, incluidos los más ricos, utiliza el transporte público.

Hace una semana la arquitectura mundial perdió a uno de sus más grandes ideólogos, el arquitecto, urbanista y político brasileño Jaime Lerner (Curitiba 1937-2021). Durante su carrera como urbanista, centró su atención en la movilidad, creando para su ciudad natal un sistema de autobuses extra-largos con carriles preferenciales, que en México conocemos como Metrobus. Lerner fue alcalde de Curitiba por tres períodos entre 1971 y 1992 y después gobernador del estado de Paraná por dos trienios desde 1995 hasta 2002. Una de sus aportaciones más destacables es el concepto de “Acupuntura urbana”, que consiste en la aplicación de alguna política en un punto determinado de la ciudad, que provoca efectos en muchos otros sin que intervenga directamente. El trabajo de Lerner demuestra que la política, el diseño urbano, la ingeniería vial y la arquitectura funcionan mejor cuando los expertos como él, con amplio conocimiento de las materias, prestan servicios públicos.
Muchas de sus ideas se relacionan con lo que la arquitecta Izaskun Chinchilla ha definido en su libro “La ciudad de los cuidados”, publicado en 2020 como una visión integral de la economía, el medio ambiente y la salud de los ciudadanos, en condiciones de igualdad y con el objetivo de conseguir apartar a la construcción de vivienda de la lógica del mercado inmobiliario. Chinchilla escribe: “Los edificios son también garantes de la convivencia porque la configuración de sus entradas, salidas, huecos, áreas exteriores, zonas abiertas o cubiertas cualifica el espacio circundante. Adicionalmente, la arquitectura puede convertirse en un símbolo que dota de identidad a una comunidad, contribuye a aglutinar a sus miembros y representarlos”.
Lorenzo Rocha 

jueves, 3 de junio de 2021

ARQUITECTURA FACIL

Cuando el director de cine estadunidense Gus Van Sant aún estudiaba en Rhode Island, presentó un cortometraje muy divertido con el título: “The Discipline of Do Easy” (1978). En el hace una adaptación actuada del ensayo del mismo título, que había sido publicado por William Burroughs en 1973.

El arquitecto canadiense Brendan Cormier publicó en 2018, un breve panfleto titulado “The Architecture of Do Easy” (en la serie DUE, del Architectural Association de Londres), en el cual insta a sus colegas a realizar una arquitectura que siga la filosofía del “hacer fácil”, para mitigar los efectos de la escasez de trabajo, los míseros honorarios y otros abusos a los que en su opinión se encuentra sometida la profesión. 
En el texto cita textualmente a Burroughs: “Hacer fácil es un modo de hacer, aplicable a todo lo que hacemos, ‘Hacer fácil’ significa simplemente hacer lo que quiera que haces en la forma más fácil y relajada posible, que resulta ser también la forma más rápida y eficiente”. Quizá sea intencionalmente, pero Cormier omite mencionar la evidente ironía que plantea ensayo de Burroughs, el cual simultáneamente señala las ventajas de la disciplina como la serie de rutinas que permiten dominar tarea complejas mediante la práctica y la repetición, pero implica dicha repetición llevada al extremo, como síntoma de trastornos obsesivos-compulsivos. En todo caso, estamos frente a planteamientos innovadores respecto a la práctica de la arquitectura, una práctica que traslada el foco de atención a las técnicas automáticas de la informática, como la utilización del BIM (Building Information Modelling) y los algoritmos Macro  y al mismo tiempo se alinea a un modo de pensamiento arquitectónico “proyectivo y poscrítico”. Una arquitectura de “baja definición”, hecha con soltura y desparpajo, que elude la posición de resistencia ante los valores de la cultura dominante, característica fundamental de la arquitectura crítica.
Lorenzo Rocha

 

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