jueves, 23 de febrero de 2017

FUNCIÓN

Admito que es un tanto fastidiosa la actitud que asumimos los críticos al insistir tanto en el significado de los términos que utilizamos. Pero el uso repetido de las palabras, desgasta sus orígenes y su relevancia histórica al grado de volverse necesaria una renovación del lenguaje que utilizamos para nuestras discusiones.
Tal es el caso de la función aplicada a la arquitectura. Una de las frases más utilizadas en las escuelas de arquitectura es: “La función define a la forma¨, que sin duda es un aforismo muy elocuente, pero cuyo significado se ha deformado por haberlo extraido fuera de su contexto original. En el texto ¨El edificio alto para oficinas, considerado artísticamente¨, escrito en 1896 por el arquitecto estadounidense Louis Sullivan, el autor consideraba a la función estructural como el factor primordial para el diseño de los rascacielos.
Incluso el movimiento conocido como Funcionalismo, se refería a la función desde el punto de vista constructivo y como una respuesta estética a la necesidad de abolir la ornamentación aplicada a la composición de la arquitectura.
Actualmente quienes utilizan el adjetivo ¨funcional¨ para calificar a la arquitectura, se refieren a otro concepto más parecido a la eficiencia. Se dice que un edificio funciona correctamente, cuando sus circulaciones son eficientes y sus espacios están correctamente iluminados y ventilados, características que no guardan casi ninguna relación con el lenguaje arquitectónico y con los principios estéticos del diseño funcionalista.
La eficiencia también es importante para la arquitectura, de hecho entre los años de 1950 y 1970, varios estudiosos como Gordon Cullen y Christopher Alexander, dedicaron estudios profundos a las tipologías de la arquitectura tradicional, a los patrones de lenguaje en los pueblos y ciudades y a las relaciones espaciales entre distintas partes de los programas arquitectónicos. A dicha corriente de pensamiento se le conoce como Eficientismo. La eficiencia es muy importante para la racionalización de la construcción y su optimización económica y volumétrica, lo cual constituye una prerrogativa implícita en la responsabilidad profesional de todo arquitecto. Pero la eficiencia no debe relegar a segundo plano el bienestar de las personas, lo cual desgraciadamente suele suceder cuando se antepone la razón a las emociones aplicadas al espacio habitable. La arquitectura realizada con la prioridad única de ser eficiente, casi necesariamente se deshumaniza.
En todo caso, tampoco el concepto de eficiencia como lo entendían los arquitectos que lo acuñaron, se ajusta perfectamente a la idea de función como la entendemos hoy en día. El desgaste del término lo ha simplificado excesivamente, lo ha acercado a términos de menor profundidad conceptual como el confort y la practicidad, que reducen la percepción de la arquitectura a sus valores inmobiliarios y comerciales.
Por desgracia, dentro del gremio arquitectónico hemos perdido la capacidad de discutir sobre ideas estéticas y conceptos humanísticos profundos. Las discusiones se han orientado en general a cuestiones económicas y se debate más frecuentemente acerca de las imágenes de los edificios, que respecto a los beneficios sociales que éstos aportan a la ciudad. Se trata de un mal que afecta por igual a todos los ámbitos culturales, pero en el caso de la arquitectura, dicha perdida de densidad conceptual ha afectado negativamente a la calidad de la vida de las personas que la habitamos.
Lorenzo Rocha

jueves, 16 de febrero de 2017

HACER ARQUITECTURA

Desde hace muchos años, se redefinió el quehacer del arquitecto. Podríamos decir que ya ha pasado un siglo y medio, desde que la construcción dejó de ser el sinónimo de la arquitectura. El fenómeno de alejamiento de la arquitectura respecto a la edificación puede verse de muchas maneras, positivas y negativas, además de que numerosos críticos han intentado explicarlo e incluso aconsejar a los profesionistas para intentar revertirlo. Se trata en cualquier caso de un proceso innegable e  irreversible desde mi punto de vista. 
La mayor parte de la construcción en la actualidad, se hace sin intención de aportar elementos que contribuyan a la evolución de la arquitectura como arte y disciplina. De modo similar, existe un gran numero de profesionistas, no todos arquitectos, que ejercen la arquitectura y colaboran significativamente para su desarrollo teórico y práctico. Además de los ingenieros, que se han ocupado del desarrollo tecnológico de las técnicas de construcción y la experimentación y puesta en práctica materiales y procesos que han hecho más eficiente a la industria constructiva, existen otras tres actividades profesionales, que paralelamente aportan conocimientos al gremio de la arquitectura.
La primera de ellas es el dibujo, desde el Siglo XVIII hasta ahora, han surgido incontables dibujantes que han influido en la actividad de los arquitectos, aún sin haber realizado sus proyectos. Sobran ejemplos pero es importante mencionar a Giovanni Battista Piranesi quien elaboró impresionantes imágenes durante la década de 1750. El arquitecto Claude-Nicolas Ledoux realizó proyectos utópicos de gran importancia, los cuales transformaron el modo de hacer proyectos industriales en el Siglo XIX. Más recientemente Lebbeus Woods, se dedicó a dibujar proyectos fantásticos, principalmente durante la guerra de los Balcanes, que mostraban un modo de hacer arquitectura muy similar al Deconstructivismo, que estuvo en boga durante la misma época.
La segunda actividad que ha estado ligada a la arquitectura desde su invención a finales del Siglo XIX es sin duda la fotografía. El fotógrafo francés Eugene Atget fue el primero en realizar una extensa serie de imágenes de la ciudad de París a finales del Siglo XIX, su interés por la arquitectura derivó parcialmente de la necesidad técnica de que los objetos fotografiados permanecieran estáticos, debido al largo tiempo de exposición que requerían las primeras películas fotográficas. Durante el modernismo el papel de Julius Shulman fue imprescindible. Más recientemente ha influido profundamente la mirada de Andreas Gursky, quien muestra la arquitectura y urbanismo mundial, desde la perspectiva de la masificación que ocurre principalmente en Asia.
Por último existe otro modo de hacer arquitectura, mediante la escritura de textos teóricos y críticos. La arquitectura ha tenido una tradición teórica que se remonta a la época clásica, sin embargo, los textos que comenzaron influir intensamente a la enseñanza y la práctica arquitectónica se escribieron a partir del Siglo XVII. Es importante mencionar a Viollet-Le-Duc, el teórico francés más influyente del iluminismo. En el Siglo XX, la actividad crítica creció notablemente debido a la necesidad de difusión de las ideas del Modernismo. Entre los principales teóricos de la arquitectura del Siglo XX se cuenta Bruno Zevi, quien marcó toda una época de reflexión sobre la arquitectura moderna y más recientemente el teórico polaco Joseph Rykwert, quien criticó la tradición constructiva modernista.
Lorenzo Rocha

jueves, 9 de febrero de 2017

BIENALES

Durante muchos años la exposición mundial de arquitectura que se lleva a cabo cada dos años en Venecia, era el referente más claro de la dirección en la que se desplazaban las teorías y las prácticas arquitectónicas del mundo occidental. Los arquitectos esperábamos ansiosos el anuncio del título, concepto y curador de la próxima muestra y algunos aspiraban ansiosos a participar en ella en solitario, o bien en el pabellón de su país.

La última bienal de arquitectura que tuvo una repercusión importante en el medio de la arquitectura fue en el año 2000, en el que el arquitecto italiano Massimiliano Fuksas curó la séptima edición de la muestra bajo el título: Less aesthetics, More ethics (cuya traducción al Español es: "Menos estética, más ética"). Durante dicha muestra, la tendencia cambió radicalmente desde la simple presentación de una selección de edificios, hacia la investigación de conceptos álgidos como la desigualdad en América latina, África y el Sudeste asiático, el equilibrio de la construcción con el medio ambiente, la sociedad y la tecnología. "Usando la bienal como un laboratorio para el análisis de los comportamientos urbanos y las transformaciones de las ciudades a escala planetaria", en palabras de su curador.

México no tuvo participación constante ni un pabellón propio hasta que en 2010 llegó a un acuerdo con la municipalidad de Venecia para hacerse cargo de la restauración de la iglesia de San Lorenzo, proyecto que no progresó y después de 4 años tuvo que ser abandonado. Ahora tenemos la concesión de un espacio modesto pero funcional dentro de la sala de armas del antiguo arsenal de la ciudad, ubicado dentro de los jardines de la bienal.

Las tres últimas ediciones de la bienal de arquitectura han estado marcadas por las aspiraciones y agendas personales de sus curadores: David Chipperfield (2012, Common Ground), Rem Koolhaas (2014, Fundamentals) y Alejandro Aravena (2016, Reporting from the Front), y no necesariamente por las preocupaciones compartidas por los académicos, por los teóricos y estudiosos de la arquitectura, los cuales han estado hasta cierto punto marginados de las discusiones. Esperemos que en la próxima edición, que estará a cargo de las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley Mc Namara, se recupere el buen paso que la exposición llevaba durante la primera década del Siglo XXI.

Me pregunto si la Bienal de arquitectura de Venecia está quizás sufriendo de un desgaste conceptual, o probablemente dejó hace tiempo de ser el evento más importante para la discusión sobre la arquitectura y su espíritu temporal.

Lorenzo Rocha

jueves, 2 de febrero de 2017

ESTACIÓN SANTA FE

En octubre de 2015 la Secretaría de comunicaciones y transportes anunció una modificación a la ruta original del tren interurbano a Toluca, la cual contemplaba un tramo sobre la avenida Vasco de Quiroga, para desviarlo hacia terrenos de la Secretaría de la defensa y de la Comisión nacional del agua, alargando el recorrido 4.3 kilometros más. El objetivo de esta medida, según la dependencia, fue el evitar molestias a los vecinos de la zona de Santa Fe. Dicha extensión del recorrido será muy onerosa para el Gobierno federal ya que cada kilometro de ferrocarril cuesta alrededor de 600 millones de pesos, sin contar la afectación a los terrenos federales por donde pasará el tren.

En Mexico existe un fenómeno inmobiliario muy peculiar: la proximidad de un terreno a estaciones de transporte público como metro, autobús o tren, disminuye notablemente su valor actual y su plusvalía. En casi todos los demás ciudades y países del mundo sucede exactamente lo contrario, la infraestructura de transportes aumenta significativamente el valor inmobiliario añadido.

¿Cuales pueden ser las razones de esta inexplicable discordancia? Para responder esta pregunta es útil observar la situación actual de los inmuebles próximos a estaciones de metro. Por ejemplo, las inmediaciones del metro Tacubaya, se encuentran en un estado de deterioro notable debido al descontrol sobre el comercio ambulante y la abundancia de microbuses, los cuales no encuentran otro modo de prestar sus servicios más que invadiendo la via pública. Esto sin duda afecta el valor de los edificios próximos a dicha estación, quizá la situación mejore ciando de realice el centro de transferencia que está planeado para esa zona. Sin embargo, muchas otras estaciones no han afectado negativamente a las colonias donde se ubican, por ejemplo las más recientes que corresponden a la linea 12 del metro.

Si concluimos que no es la infraestructura de transporte por sí misma la que afecta a las colonias donde se instala, sino los servicios secundarios, esperamos que en el caso del nuevo tren Interurbano, exista mayor control y previsión por parte del Gobierno de la ciudad de México para que no tenga efectos negativos sobre el urbanismo de Santa Fe y de todas las demás zonas donde existirán estaciones.

Comparto la postura del urbanista Jaime Lerner, exalcalde de Curitiba y gobernador en dos períodos del estado brasileño de Paraná, respecto a que una ciudad desarrollada no es aquella donde todos los habitantes poseen un automóvil, sino aquella donde la mayoría, incluidos los más ricos, utiliza el transporte público.

Lorenzo Rocha

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