jueves, 27 de abril de 2017

RUPTURA

La arquitectura es una disciplina artística que se caraceriza por su lentitud. El proceso que comienza con el boceto de una obra arquitectónica, recorrerá un largo camino hasta convertirse en un edificio concreto. Durante dicho proceso, la idea inicial habrá de transformarse multiples veces hasta estar lista para ser construida. El factor económico del proyecto es quizá el elemento que más impacto tiene sobre el concepto original. La influencia del dinero sobre la arquitectura, tiene tal grado de relevancia en el resultado final del proceso proyectual que se convierte en un elemento de carácter normativo.
La práctica de la arquitectura en México, tuvo un gran auge durante el desarrollo internacional del Modernismo, movimiento que repercutió intensamente en la sociedad y en la política mexicana desde 1920 hasta el final de la década de 1960. La economía mexicana creció a un ritmo impresionante en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales y sus dos correspondientes períodos de posguerra. La industria pesada de los países industrializados de aquella época estuvo dedicada casi totalmente a la producción de armamento, lo cual dió un gran valor a los productos manufacturados en México, que no participó activamente más que en la segunda guerra mundial y lo hizo de modo simbólico, casi sin armas de producción propia.
Por consecuencia, el nivel de la arquitectura mexicana de las cuatro décadas de auge económico en el país, es de calidad notoriamente superior a la que se ha hecho desde entonces, sobre todo en lo que respecta a las obras públicas.
En los últimos 50 años se ha construido más obra pública que en el período anterior, pero ciertamente lo que se ha edificado en los rubros de arquitectura sanitaria, cultural, gubernamental y la infraestructura de transportes en general, carece de la densidad conceptual y del valor artísitico patrimonial de sus predecesores.
Este punto de ruptura en la arquitectura mexicana tuvo repercusiones en la calidad de la obra pública en nuestro país, que se hicieron patentes con mucha claridad en el que podríamos identificar como el último gran proyecto cultural y educativo promovido por los gobiernos revolcionarios: el Centro Nacional de las Artes, terminado en 1995. El proyecto completo fue encargado mediante concurso por el gobierno del presdente Carlos Salinas de Gortari al arquitecto Ricardo Legorreta. Sin embargo, debido al poco tiempo que se le dió al arquitecto para completarlo, éste solo se ocupó del plan maestro y del edificio central, además de la escuela de artes plásticas. Los demás edificios fueron encargados a otros equipos de arquitectos entre los que se cuentan: Teodoro González de León, Enrique Norten, Luis Vicente Flores, Alfonso López Baz y Javier Calleja. La solución apresurada y el resultado general del conjunto son una expresión muy clara del momento decadente en el que edificó la obra.
Lorenzo Rocha

jueves, 20 de abril de 2017

LA NUBE

Pocos artistas contemporáneos entienden tan bien la experiencia visual de la escultura como Anish Kapoor (Bombay, India 1954). El artista indio reside en Londres desde 1970 y en sus más de cuatro décadas de producción artística ha explorado la forma esférica como el principal elemento generador de su trabajo. Sus espejos y figuras monocromáticas cóncavas y convexas han sido realizadas en distintos materiales que le han permitido crear ambientes en los que el público se siente envuelto y partícipe protagónico en la experiencia de las obras escultóricas.
Entre sus obras destacan las esculturas que ha instalado en espacios públicos, ya que su sensibilidad hacia el contexto urbano donde las ha instalado es realmente notable.
Indudablemente la escultura pública mejor realizada por Kapoor es Cloud Gate, una pieza de 10 x 20 x 12.8 metros de altura en su punto más alto, construida en acero inoxidable. La escultura fue realizada en 2004 para ocupar una pequeña plaza sobre la avenida Michigan, dentro del parque Millenium de Chicago. Aunque no es una pieza de grandes dimensiones, los efectos visuales de sus superficies curvas exteriores e interiores, generan un efecto muy potente sobre sus alrededores.
Es común escuchar opiniones favorables acerca de la calidad de la arquitectura de la ciudad de Chicago, algunas personas la describen acertadamente como un “museo arquitectónico al aire libre”. El efecto espectacular de la ciudad no es obra de la casualidad, ya que los chicaguenses llevan casi dos siglos desarrollando su arquitectura, son los inventores del rascacielos y han contribuido notablemente al desarrolo de la arquitectura moderna y el estilo internacional. También se trata de una de las ciudades con mayor presencia y calidad en cuanto a la escultura pública, existen piezas notables de Calder, Picasso, Plensa, Dubuffet, Chagall, Miró y cientos de artistas más, en parte gracias a un programa que obliga a los promotores a destinar el 1.33% del presupuesto de construcción o renovación de edificios y espacios gestionados por el gobierno para la comisión de obras de arte público.
La pieza de Kapoor se materializa como un gran espejo panorámico que refleja a la ciudad, una idea sencilla pero de gran riqueza que ha generado una atracción inusitada en los años que han transcurrido desde su construcción. El principal acierto de la obra es su repercusión en la experiencia visual de la ciudad y de la gente que se refleja en ella, más que su propia materialidad. Kapoor hizo una aguda lectura de la esencia visual del emplazamiento de su obra.
El “frijol”, sobrenombre con el que se le ha denominado popularmente, demoró muy poco tiempo en convertirse en una obra emblemática de la ciudad, visita obligada para el turista y lugar ideal para hacerse un autoretrato o “selfie”.
Lorenzo Rocha

miércoles, 12 de abril de 2017

REFLEXIONES

Los momentos más propicios para reflexionar son los momentos de paz, como los días de descanso o inactividad. He aprovechado estos días de vacaciones para pensar en mi actividad como crítico. Desde hace más de una década he tenido el privilegio de contar con el presente espacio en el cual puedo compartir mis reflexiones con ustedes (los lectores). Por ello les estoy muy agradecido, ya que este espacio de reflexión se ha convertido con el paso de los años, en el eje estructural de mi pensamiento.
Es cierto que lo que aquí se plantea y se discute, tiene que ver con el espacio, la arquitectura, el urbanismo, el arte y la política, lo cual excluye a las ideas aquí plasmadas del interés de todo el público, en especial de quienes carecen de información sobre los temas de los cuales escribo semanalmente.
¿Acaso la arquitectura, la ciudad y el arte no deberían ser temas abiertos a todo el público? De hecho sí lo son, ya que todos habitamos el espacio arquitectónico, todos vivimos en ciudades grandes o pequeñas y a todos nos atañen los conceptos del arte y más aún de la política, no necesariamente aquella que involucra a los políticos, sino la política que ejercemos como miembros de la polis o de las metrópolis como la nuestra.
Aunque no se trate de expertos, todos los ciudadanos pueden y deben opinar sobre la arquitectura, ya que se trata de una forma de arte que afecta y está presente en las vidas de todos nosotros. Quizá el gremio de los arquitectos se ha convertido en un grupo críptico y oscuro, motivado por la defensa y protección de su campo de conocimiento. Sin embargo, cualquier persona que ostente un título profesional debería ser capaz de expresar sus ideas con claridad y dejar la terminología técnica para comunicarse con sus colegas profesionales.
La arquitectura es una actividad muy compleja, pero la experiencia de los espacios arquitectónicos es muy fácilmente descriptible. Cualquier persona puede juzgar la buena o mala calidad de la arquitectura y tiene pleno derecho de hacerlo, ya que las casas y los edificios son para las todas personas que los habitan. Todas las personas pueden expresar con mucha facilidad su apego o rechazo al lugar donde viven o trabajan, al barrio por el que transitan e incluso a las obras de arte que se encuentran en la vía pública o en el interior de los museos y galerías de arte.
La interpretación de los valores estéticos del arte y de la arquitectura corresponde a los críticos, teóricos e historiadores, por desgracia, dichas reflexiones críticas no pueden ser expresadas con sencillez, ya que corresponden a diálogos académicos para los cuales es necesario prepararse y estudiar.
Por lo tanto, existen foros adecuados para cada tipo de discusión y no todos ellos están abiertos al público que no se encuentra inmerso en el ámbito profesional al que pertenecen. Pero de todos los foros, el más democrático es la prensa, y la información disponible en linea, ya que no va dirigida a ningún especialista y es posible que el lector tenga acceso a ella mientras espera su turno con el médico, cuando viaja en metro o tren, espera un autobús, en un avión o en el vestíbulo de una oficina.

De nuevo me siento muy afortunado de comunicarme con tanta gente a quien no conozco y espero que aprecien mis opiniones sobre los espacios que habitamos cotidianamente.
Lorenzo Rocha

jueves, 6 de abril de 2017

SEGURIDAD

En “Vida líquida”, un libro que considero fundamental para comprender los tiempos en los que vivimos, Zygmunt Bauman escribe acerca de la importancia de la seguridad dentro de la planificación urbana actual. El célebre filósofo y sociólogo nació en Polonia en 1925, después emigró a la Unión soviética para huir del holocausto y más tarde a Inglaterra, para refugiarse del antisemitismo de la posguerra. El célebre escritor dejó este mundo en enero del presente año, heredándonos cerca de 60 libros de ensayos que escribió sin interrupción durante seis décadas.
Bauman se refiere al tema del urbanismo en los siguientes términos: “La inseguridad genera temor, por lo que no es de extrañar que la guerra contra la inseguridad figure en un lugar preponderante en la lista de prioridades del urbanista. El problema, no obstante, es que cuando desaparece la inseguridad, también están condenadas a desaparecer de las calles de la ciudad la espontaneidad, la flexibilidad, la capacidad para sorprender y la promesa de aventuras, que son los principales atractivos de la vida urbana”.
Es verdad que los espacios públicos en las ciudades contemporáneas son lugares donde las personas permanecen el mínimo indispensable de su tiempo, lo cual no permite intercambios duraderos y creación del sentido de comunidad, que es un factor que contribuye a que haya mayor seguridad para todos los ciudadanos. En nuestra ciudad, los transeúntes son todos extraños entre sí, y solamente circulan por donde sienten que es seguro y donde saben que están siendo vigilados por la policía.
En los barrios cuyas calles han sido invadidas por criminales, las personas tienden a huir de las calles, a mudarse otros sitios o a encerrarse en sus casas, detrás de altas bardas o de cercas electrificadas. En las calles inseguras los comercios con escaparates han cerrado y nadie se plantea abrir cafeterías con mesas sobre la acera. Todo ello, conduce a un círculo vicioso mediante el cual los ciudadanos pierden la costumbre de permanecer en los espacios públicos y dejan de interactuar con sus vecinos y conocer a las personas que trabajan o transitan por su barrio, lo cual contribuye a que continúe siendo inseguro. Para volver a salir a las calles, la gente exige al gobierno que garantice su seguridad, sin embargo, gran parte de ésta depende de los habitantes y no de la policía. Una calle desierta es insegura por definición y de poco sirve la vigilancia constante si nadie transita por ella.
Basta un esfuerzo conjunto relativamente moderado entre autoridades y ciudadanos para devolver a nuestras calles la actividad que antaño tuvieron. Un ejemplo exitoso de dicho esfuerzo fue la remodelación de algunas calles del centro histórico de la ciudad de México. Antes del 2010, calles como Madero y Regina permanecían totalmente desiertas después de la puesta del sol, por la noche eran solamente transitadas por pandillas de asaltantes que atacaban a cualquier persona que osara salir a caminar por ellas. Al principio de su peatonalización, había un policía en cada cuadra. Con este esfuerzo, los comerciantes comenzaron a abrir sus negocios hacia la calle y se instalaron numerosas tiendas restaurantes en cada calle. Al paso del tiempo, ya no fue necesaria una vigilancia tan intensiva, aunque sigue habiendo presencia policiaca en la zona, gran parte de la seguridad proviene de la condición resumida en el refrán: “La gente va adonde hay gente”.
Lorenzo Rocha

Buscar este blog

Seguidores

Archivo del blog

Contribuyentes