jueves, 25 de junio de 2020

LA CALLE

El filósofo francés Jean-Luc Nancy, quien ha escrito libros fundamentales para entender el concepto contemporáneo de comunidad, en su libro “Ser singular plural”, publicado en 1996 escribió: “Todo espacio con sentido es común (por lo tanto, todo el espacio es común...)”.

La calle es por definición el lugar de la contingencia, de la negociación y del civismo. El acceso a los espacios privados, pasa siempre por el lugar común, su sentido es precisamente ese, el de conducirnos de un espacio público a otro privado. Por esa razón el urbanismo actual se ha visto trastocado por la necesidad de seguridad y la consecuente privatización del espacio público. Las urbanizaciones privadas, con accesos restringidos solo para los vecinos, sus invitados y empleados y con vías motorizadas y peatonales siempre vigiladas, aparecen ante nosotros como una alegoría de los barrios comunes de la ciudad. En estos lugares, los niños juegan, los mayores pasean o hacen ejercicio al aire libre, pero nadie es ajeno al conjunto. 
En cambio, en cualquier otra parte de la ciudad, el espacio público, a pesar de ser menos seguro, tiene mucha mayor riqueza y alienta auténticamente el sentido de comunidad. Salir a pasear a pie o en bicicleta por la ciudad, recrea la vista, nos saca del aislamiento y nos permite descubrir edificios nuevos y en ocasiones entrar en contacto con personas desconocidas.
La vivienda actual se debate entre dos extremos no necesariamente opuestos, aunque sin duda mutuamente excluyentes: la individualidad y la colectividad. Algunas personas prefieren prescindir de la vida comunitaria para obtener seguridad y exclusividad, mientras otras buscan el mayor contacto posible con los demás habitantes de sus comunidades. Unas casas son unifamiliares, grandes y lujosas y las otras, son conjuntos plurifamiliares, compuestos por  apartamentos austeros y pequeños. Este nivel de desigualdad deriva en parte de un cambio general de paradigma urbano, en el cual el Estado ha cedido la iniciativa del desarrollo inmobiliario al sector privado y la planificación urbana ha prácticamente desaparecido. Quizá nuestro modelo podría funcionar mejor, simplemente si la policía fuera capaz de controlar el crimen.
Lorenzo Rocha

jueves, 18 de junio de 2020

BALCONES

El arquitecto austriaco-estadunidense Christopher Alexander, autor de dos libros fundamentales en la teoría de la arquitectura contemporánea escritos entre 1977 y 1979: “El modo intemporal de construir” y “Lenguaje de patrones”, abogaba por el análisis y comprensión de la arquitectura vernácula, para encontrar las claves para el desarrollo de mejores viviendas.

A pesar de que aparentemente todos los elementos de las viviendas mínimas modernas debían ser funcionales, algunos de ellos, curiosamente provienen de la tradición arquitectónica del Siglo XIX. Indudablemente el más notorio de dichos elementos es el balcón, un espacio característico de la arquitectura urbana al menos desde el Siglo XVI, que no es un espacio indispensable como las demás partes de una vivienda, como los dormitorios, baños y cocinas.
Los balcones y las terrazas, que dicho sea de paso, han sido las piezas más importantes de las casas y apartamentos durante el confinamiento por el Covid, no tienen una función que se pueda considerar instrumental dentro de los objetivos programáticos de una vivienda. En el balcón tomamos el aire y el sol, vemos el paisaje, nos separamos del interior estricto del apartamento, pero a veces ahí es donde habitan nuestras mascotas o almacenamos las bicicletas. 
Algo de lo que se ha discutido desde hace 50 años, cuando se comenzaron a cuestionar los valores de la arquitectura funcionalista moderna, que hasta entonces era la corriente que mayor validez tenía para la construcción de viviendas y conjuntos habitacionales nuevos, era la falta de participación de los habitantes en el diseño de sus viviendas y la excesiva programación de los espacios habitables, en pos de la eficiencia económica y funcional.
A partir de 1970, se comenzó a debatir cada vez con mayor énfasis en la desprogramación de los espacios habitables, la flexibilidad estructural y la libertad de uso.
No cabe duda que toda vivienda necesita uno o más espacios libres, no predeterminados por el proyecto, para que sus habitantes cuenten siempre con la posibilidad de modificar su dinámica interior.
Lorenzo Rocha

jueves, 11 de junio de 2020

VIVIENDA EXPERIMENTAL

En un artículo muy interesante publicado en 2008, los autores Fernando Garcia-Huidobro, Diego Torres y Nicolás Tugas, realizaron un análisis actualizado de la importancia del Proyecto Experimental de Vivienda de Lima, realizado durante la década de 1970.

La manera más productiva para evaluar el éxito de un proyecto de vivienda popular, es analizar su evolución a lo largo del tiempo. Antes de los años sesenta del siglo XX, los proyectos para vivienda masiva se diseñaban a detalle, con la intención de optimizar cada centímetro cuadrado. Por este motivo, se entregaban a los habitantes como proyectos cerrados, en los que su participación no había sido tomada en cuenta. La evolución de dichos conjuntos de casas no fue muy positiva, ya que diez o veinte años después de su inauguración, las necesidades de los usuarios habían cambiado a tal grado, que muchos no pudieron continuar viviendo en ellos.
A partir de 1960, los conceptos de Forma Abierta y de participación ciudadana, característicos de grupos de arquitectos como el Team X, se comenzaron a aplicar a casos prácticos con resultados relativamente positivos.
El Previ-Lima es un caso muy interesante, ya que se llevó a cabo mediante  concurso, con la participación de la misma cantidad de arquitectos locales e internacionales y con el auspicio del gobierno peruano y del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. El programa fue dirigido por Peter Land e incluyó a arquitectos como James Stirling, Charles Correa, Aldo van Eyck, Ernesto Paredes, Miguel Alvariño y varios más. El elemento más importante del experimento fue sin duda la capacidad de las viviendas para crecer con el tiempo. 
Ahora que han pasado 50 años desde su realización, suceden fenómenos muy interesantes con las viviendas. Casi todos los patios han sido cubiertos y en muchas ocasiones se han edificado una o dos plantas adicionales. Posteriormente a su inauguración, en algunas casas se han habilitado espacios comerciales y en otras se han hecho varios apartamentos. Los proyectos originales han quedado irreconocibles, envueltos por los espacios creados por sus habitantes.
Lorenzo Rocha

jueves, 4 de junio de 2020

PROXIMIDAD

Los alcaldes más exitosos de las últimas décadas, han trabajado profundamente y transformado la movilidad urbana, como Jaime Lerner en Curitiba (inventor del mertobus) y Sergio Fajardo, quien introdujo los teleféricos para conectar las zonas marginadas de Medellín.

De vez en cuando no está del todo mal plantear soluciones un tanto utópicas para los problemas cotidianos de nuestras ciudades. Algo parecido fue la propuesta de campaña de la alcaldesa de Paris Anne Hidalgo, quien para su reelección, que por cierto ha sido aplazada, en la cual proponía que los habitantes de la capital francesa pudieran realizar todas sus actividades a distancias máximas de 15 minutos a pie o en bicicleta desde sus viviendas. Sin duda no está nada mal seguir esta linea de pensamiento, aunque no es aplicable para todas las clases sociales ni las realidades económicas, ni siquiera en Francia.
No cabe duda que el objetivo de los medios de movilidad urbana es reducir al mínimo posible los desplazamientos y los tiempos de los viajes, de preferencia anularlos completamente. Por una parte, para quien se lo puede permitir, la mejor opción es trabajar desde casa, en los demás casos, la planificación debe tener como objetivo la multifuncionalidad, para dejar de segregar las zonas habitacionales, industriales y comerciales.
Algunos mecanismos aparentemente sencillos como los ascensores urbanos,  las escaleras eléctricas y las bandas transportadoras, resuelven problemas de proximidad entre los barrios periféricos y los centros urbanos. Cuando hay una diferencia de cota entre dos núcleos urbanos el tiempo de transporte entre ambos puede ser reducido hasta en un 90 por ciento mediante la instalación de un funicular, de una pasarela o de un puente colgante. 
En muchos sitios estos elementos urbanos han tenido gran presencia urbana desde el siglo XIX, ascensores como en Salvador de bahía y Bilbao, o bien funiculares como el de Nápoles o Viena. Más recientemente han proliferado los ascensores urbanos, ya que su costo ha bajado notablemente, algunos de ellos, como el del barrio Echavacoiz en Pamplona de AH arquitectos, son sin duda de excelente diseño.
Lorenzo Rocha

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