jueves, 26 de enero de 2012

NIEVE


En un contexto cultural como el nuestro —que está completamente centrado en el sentido de la vista— la ceguera es sin duda la discapacidad más temida y aparentemente aquella que puede acarrear más consecuencias negativas para el individuo.

Para cualquier persona que no sea invidente, encontrarse en la oscuridad total sería sin duda una situación angustiante. Pero existe otro caso extremo que es similar al de la oscuridad, cuando uno está inmerso en un sitio nevado y cubierto por la niebla. En la oscuridad, el campo visual es totalmente negro, en medio de la nieve y niebla, totalmente blanco. Es entonces cuando nos damos cuenta que tres de los otros sentidos: el tacto, el oído y el olfato, se agudizan notablemente.

Para quienes nos dedicamos a la arquitectura, es interesante reflexionar sobre esta “dimensión oculta”, que se centra sobre todo en torno al sentido del tacto. Para ello convendría estudiar a dos autores: Edward T. Hall y Juhani Pallasmaa. El primero sostiene que, desde el punto de vista sociológico, la proxémica (la ciencia que estudia el mundo háptico) es la dimensión que prevalece y subordina al mundo óptico. El segundo autor, arquitecto de profesión, es seguidor de la teoría que afirma que todos los sentidos son en realidad versiones distintas de uno solo: el tacto (los órganos sensoriales son tejidos epidérmicos especializados para captar la luz, el sonido, el olor y el sabor), de ahí que haya titulado su libro “Los ojos de la piel”. Ambas teorías son complejas y requieren de consideraciones profundas, pero basta situarnos en un espacio totalmente negro o blanco para darnos cuenta en seguida que cuando se pierde la vista, nuestro único contacto sensible con el mundo exterior son las plantas de nuestros pies. Si no nos movemos de nuestro lugar, comenzaremos a percibir simultáneamente sonidos y olores que nos darán una idea del sitio donde estamos y nos harán capaces de orientarnos. Pero luego, al comenzar a movernos tendremos que palpar objetos del entorno, para saber hacia dónde podemos dirigirnos y poder prescindir totalmente del sentido de la vista.

Lorenzo Rocha

lunes, 23 de enero de 2012

RECUPERAR ESPACIOS


En las escuelas de arquitectura se habla mucho de la creación de espacios y los conceptos alrededor del proyecto y la construcción. Los ejercicios de la clase de composición comienzan casi siempre con un terreno baldío y utópico donde hay que idear soluciones a un programa de necesidades. Pero en los casi cinco años que dura la carrera de arquitectura (al menos en la UNAM) y su extensión hasta el proyecto de tesis y a veces incluso las maestrías y doctorados, es raro que se plantee la recuperación de los espacios ya existentes. Parece ser que la readaptación o replanteamiento de usos de espacios que fueron diseñados para otras finalidades no es un tema arquitectónico, sin embargo, es el tipo de trabajo que más frecuentemente se nos plantea a los arquitectos. Todos los arquitectos empezamos nuestra práctica profesional con alguna remodelación o ampliación. Con el paso de los años, la recuperación de espacios y la adaptación al contexto urbano, que primero se ven como cargas negativas al proyecto, se vuelven sus mayores riquezas. ¿A quién le interesa un terreno en medio de la nada? ¿Porqué considerar el contexto urbano como una limitante incómoda?

La realidad es que todos los proyectos están en algún lugar específico y todos tienen antecedentes. ¿Cómo sería un proyecto que no involucrara ningún cambio a la forma del edificio preexistente? De hecho, una práctica muy común en el trabajo de los arquitectos de la generación actual es la reactivación de espacios mediante su uso social. Así las viejas fábricas y hospitales parecen haberse convertido en los espacios idóneos para edificar escuelas y museos.

El paradigma del nuevo museo parece ser la antigua fábrica. Quizá el espacio diáfano de las naves industriales resulta el más atractivo para la creación y exposición artística. Desde el punto de vista funcional está claro que los espacios ex industriales son los más eficientes para la facilitar la producción artística, pero seguramente también hay una carga simbólica en la recuperación de espacios, las ruinas nos gustan porque son construcciones con memoria.

Lorenzo Rocha

jueves, 12 de enero de 2012

CAMPO DE FUERZAS


Estoy convencido cada vez más de que la ciudad es el mejor ejemplo del “Campo de fuerzas”. El campo de fuerzas es el concepto en la física clásica que se refiere a un cuerpo o un espacio donde actúan una serie de fuerzas vectoriales (magnéticas o gravitacionales). La interacción entre estas fuerzas determina el movimiento o deformación del cuerpo o lugar en el que actúan.

En la ciudad, los actores sociales gravitan simbólicamente sobre el destino o transformación de un barrio determinado. Tomemos cualquier zona de nuestra ciudad y veamos qué fuerzas la afectan: por una parte está el gobierno (federal y local) el cual administra el espacio público, por otra parte encontramos a la iniciativa privada, que desarrolla el suelo y construye la vivienda, el comercio o la industria. Estas parecen ser las dos principales fuerzas, pero indudablemente hay muchas más: la sociedad civil, las organizaciones populares, los colectivos de todo tipo, los comerciantes fijos o ambulantes, los automovilistas e incluso quienes actúan fuera de la ley en todas sus vertientes.

Es interesante plantearse la siguiente pregunta: ¿qué sucedería si dejaran de existir todas estas fuerzas y prevaleciera sólo una de ellas? Por ejemplo, ¿qué sucedería si la iniciativa privada dominara por completo algún barrio? Opino que este escenario es imposible ya que la naturaleza misma del tejido urbano hace imposible una situación así. Cada actor en el campo de fuerzas urbano pone todo su esfuerzo para que las condiciones se dirijan hacia aquello que más conviene a sus intereses, pero sólo podrá obtener lo que sea capaz de negociar con los demás actores. Existen incluso casos en los que un excesivo crecimiento de algún sector (como por ejemplo los restaurantes) termina por convertirse en la cusa de su propio fracaso. Los simples ciudadanos nos sentimos a veces impotentes para apoyar o intentar detener algún fenómeno que se esté desarrollando en nuestros barrios, pero no por ello debemos abandonar nuestras expectativas de vivir en una ciudad mejor.


Lorenzo Rocha

lunes, 9 de enero de 2012

SEGUNDO PISO


La construcción del segundo piso del Periférico, en su tramo ubicado en el sur de la Ciudad de México, generó mucha polémica en los primeros años de la década del 2000, cuando Andrés Manuel López Obrador era el jefe de Gobierno del Distrito Federal. Pero quienes nos opusimos a lo antiestético e impráctico de tal obra jamás hubiéramos podido imaginar lo que sería su segunda parte, la sección que corresponde al Estado de México en la parte norte de la ciudad.

En su momento había suficientes argumentos políticos y económicos contra el segundo piso, que el gobierno capitalino decidió ignorar y, como es costumbre, los defeños nos adaptamos a la idea de contar con esta pista elevada de tránsito vehicular.

Sin embargo, la obra que está por concluirse ahora y que fue iniciada durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (ahora candidato a la Presidencia de la República) supera todos los límites posibles del absurdo y es un auténtico disparate urbanístico.

La relación entre el costo de una obra así y el beneficio que los habitantes obtendrán de ésta es prácticamente nula. Para comenzar, al igual que en el tramo sur, una obra así solamente beneficia al sector de la población que viaja en automóvil, pero es aún más dramático que en el tramo norte, el público beneficiado será aún más restringido, ya que para utilizar este tramo será forzoso pagar peaje. Ambas obras son inviables, ya que su alto costo no contempla el interés público, al no incorporarse a éstas ningún tipo de transporte que no sea privado.

Todos sabemos que las obras públicas que se realizan al final de los periodos de gobierno tienen la intención de atraer mayor cantidad de votantes hacia el personaje o partido que las encabeza. Pero no pienso que esta carretera elevada que utilizará un sector tan reducido de la población sea una decisión adecuada para el desarrollo urbano de nuestra ciudad, cuyas vialidades ya están muy cerca de colapsar, como lo pudimos constatar mediante el insoportable tráfico vehicular previo a las más recientes fiestas navideñas.

Lorenzo Rocha

Buscar este blog

Seguidores

Archivo del blog

Contribuyentes