jueves, 30 de agosto de 2012

EQUILIBRIO

No cabe duda que la arquitectura es la más peculiar de las bellas artes. Siguiendo parte del razonamiento de Theodor W. Adorno, podemos coincidir con el filósofo en que “la verdadera función del arte es que carece de función”. Pero es preciso pisar con cuidado sobre el terreno discursivo de Adorno, ya que la frase anteriormente citada, fue escrita en el contexto de una “dialéctica negativa” en su libro sobre teoría estética. La estructura de este y otros textos de Adorno, consiste en afirmar y sucesivamente negar una idea para evitar la creación de conceptos cerrados e indiscutibles, fundamento general de la Teoría crítica, corriente a la que perteneció este brillante pensador. Por esta razón, si extraemos una cita aislada del texto, habría necesariamente que negarla para evitar su uso incorrecto. En efecto, la carencia de una función práctica determinada es una característica generalmente presente en la obra de arte, pero también existen otros tipos de funciones inherentes al arte, que no son de índole tangible, como la necesidad del goce estético o el cuestionamiento de las estructuras sociales de donde provienen las obras.

En el plano recién expuesto, la arquitectura es un caso paradigmático, ya que todas las obras se construyen para satisfacer una necesidad práctica específica, lo cual da a esta actividad profesional, una funcionalidad clara y definida. Sin embargo, todas las casas, edificios, calles, plazas y jardines que se construyen, cuentan con elementos plásticos que no están ligados a una función práctica definida. Si hubiera una solución perfecta para la construcción habitacional, por ejemplo, entonces todas las casas tendrían que ser iguales en su forma. Sin embargo, cada casa que se construye, es diferente de las anteriores, porque los valores y aspiraciones del arquitecto que la diseña intervienen en su diseño y en la mayoría de los casos, también los de las personas que la habitan.

Tomando el discurso de la funcionalidad según Adorno, podríamos decir que la arquitectura es un arte del equilibrio, en la cual se debe balancear la presencia de elementos prácticos con la presencia de elementos plásticos. Pero también podríamos plantearnos el diseño arquitectónico como un campo donde interactúan dos géneros funcionales: el de la función desde el punto de vista instrumental, con un fin práctico y utilitario directo, la cual se relaciona con la función estética de las obras, que satisface necesidades distintas a las primeras y acerca a la construcción al resto de artes plásticas. En ese caso todo elemento arquitectónico sería funcional.

Lorenzo Rocha

jueves, 23 de agosto de 2012

FRASES CÉLEBRES

Louis Sullivan, arquitecto de la Escuela de Chicago decía: “La forma sigue a la función”. En la mayoría de las escuelas de arquitectura los profesores, principalmente aquellos de edad más avanzada, utilizan frases célebres atribuidas a arquitectos famosos. Sin embargo, al extraer dichas frases de su contexto original, su sentido es fácilmente manipulable para ser utilizado en situaciones tan distintas entre sí, que las palabras podían a veces tener significados opuestos. Sullivan se refería a la función estructural, por lo que la forma de los elementos constructivos debería ser la adecuada a su capacidad de carga y con ello quedaba implícito su repudio a la ornamentación. Por su parte, los profesores que usaban esta máxima en la Facultad de arquitectura de la UNAM (en el tiempo en el que yo era estudiante), no solían usarla en su sentido original, ya que se referían a la función como sinónimo de eficiencia, cuando criticaban la forma general del proyecto arquitectónico y no su aspecto estructural.

“Dios está en los detalles”, es una de los lemas preferidos de los arquitectos que se desempeñan en el ámbito académico. Junto con “menos es más” (fragmento de un poema escrito por Robert Browning, poeta inglés decimonónico), constituyen la supuesta piedra angular del pensamiento de Ludwig Mies van der Rohe, arquitecto alemán considerado como uno de los grandes maestros del Siglo XX. Pero la decepción es muy grande cuando descubrimos que alguien atibuyó la autoría de la frase al arquitecto, cuando realmente fue escrita por el filósofo, teórico del arte e historiador Aby Warburg. En los años veinte, la época en la que fue escrita la frase, (Der liebe Gott stekt im Detail) ciertamente Warburg no se refería a los detalles arquitectónicos ni constructivos a los cuales Mies probablemente aplicó el lema, sino a la atención que el historiador debe poner en lo minúsculo de todos los detalles del contexto histórico, con el fin de evitar idealizar la obra de arte como una imagen absoluta.

Toda disciplina seguramente tiene sus máximas, frases, proverbios o adagios que sirven como atajos para la solución de algún problema común o como sustitutos de principios básicos. Es importante seguir siempre investigando acerca de la propia profesión, a pesar de que hayan pasado muchos años de haber egresado de la universidad. El espíritu crítico, tan necesario en cualquier ámbito profesional, solamente puede ser cultivado yendo más allá del epígrafe inicial del texto y desmontando creencias heredadas.

Lorenzo Rocha

jueves, 16 de agosto de 2012

UN ARTE SIN PUBLICO

La arquitectura es una de las bellas artes, comparable a la escultura en su aspecto exterior, pero con espacio interior que sirve a una función determinada. La parte funcional de la obra arquitectónica es la que genera su condición de habitabilidad, llevando a este arte a un estado liminal entre su carácter estético y su inherente funcionalidad.

Quizá por esta razón prácticamente no existe un público interesado en la arquitectura como objeto de arte. Mucha gente visita edificios históricos o contemporáneos para admirarlos, por su espectacularidad o valor simbólico, pero sería difícil caracterizar a estas personas como espectadores en el mismo sentido en que se identifica a quienes visitan los museos para apreciar el arte ahí expuesto. Un espectador, por definición, es alguien que tiene una expectativa previa que lo motiva a desplazarse hasta la sala de exposición para entrar en contacto con el arte. Para hacerlo, algunos se preparan, estudian o al menos se sienten atraídos por la curiosidad de ver y experimentar la obra, y normalmente se forman una opinión de ésta. Quién visita un edificio, una ruina o alguna zona específica de la ciudad donde vive, no lo hace con la consciencia plena de que aquello que experimenta, además de su valor histórico o práctico, es una obra que se crea sobre preceptos teóricos y estéticos. La mayor parte de los visitantes de edificios son turistas, que pasan su tiempo libre paseando por la ciudad y haciendose fotografías junto a los monumentos y en la plazas o parques. La mayoría de los visitantes de la arquitectura carecen de espíritu crítico y pueden quizá manifestar su agrado o decepción frente a una obra, pero difícilmente podrían expresar una opinión más profunda como la que probablemente tendrían frente un cuadro o una escultura. Los edificios y espacios urbanos monumentales cuentan sin duda con un tipo de público, pero toda la demás arquitectura: habitacional, comercial e industrial, que en muchos casos ha sido diseñada bajo los mismos preceptos y prerrogativas, pasa desapercibida salvo para los propios arquitectos, que suelen ser los únicos que se interesan en ella.

El arquitecto suizo Jacques Herzog escribe al respecto: “Un edificio es un edificio, no se puede leer como un libro, no tiene créditos, subtítulos o etiquetas como los cuadros en una galería. La fuerza de nuestros edificios es el impacto visceral inmediato que provocan en el visitante”, conseguir dicho impacto es aún más difícil cuando el visitante no es consciente de la existencia de la parte estética dentro de toda obra de arquitectura.

Lorenzo Rocha

jueves, 9 de agosto de 2012

NOSTALGIA DEL FUTURO

Este término se ha puesto de moda desde hace un par de décadas junto con el concepto del diseño retro, y la restuaración de la arquitectura, mobiliario y objetos modernistas de los años cincuenta y setenta. La gente lo ha utilizado con frecuencia, a sabiendas de que es un concepto vacío: ¿cómo se puede añorar un tiempo que aún no se ha vivido?
Sin embargo, si analizamos más de cerca el contexto social donde se crearon dichos objetos, el mundo occidental durante el período posterior a la Segunda guerra mundial, nos encontramos con una sociedad que tenía plena confianza en el futuro. Dicha fantasía futurista, dió lugar a incontables especulaciones formales y funcionales que sugerían un futuro altamente tecnificado y con el máximo del confort conocido hasta entonces. Los objetos y edificios de los cincuenta y de las dos décadas posteriores, reflejan el pensamiento modernista y su confianza en la automatización de los procesos industriales, el uso de materiales sintéticos, la total dependencia del automóvil y otras muchas prácticas que ahora han sido tan cuestionadas.

En varios países se ven hoy en día fenómenos de recuperación y de culto a los vestigios del modernismo y a su significado en las sociedades de donde provienen. Por ejemplo, en Alemania se habla de la Ostalgia, la nostalgia de los objetos que se producían durante el régimen comunista de la Alemania del este. Las motocicletas Scwalbe que se producían en tres colores (rojo, amarillo y azul), son objetos de colección muy codiciados. También en los Estados Unidos se valoran y restauran todo tipo de objetos Vintage, principalmente los muebles producidos durante la posguerra. Algunos automóviles como el famoso Barracuda o el Thunderbird, se han convertido en símbolos de status en la sociedad americana contemporánea. La arquitectura habitacional de los cincuenta también ha adquirido un nuevo valor simbólico y las casas que hasta hace relativamente poco tiempo podían ser demolidas sin mayores miramientos, ahora son restauradas y vendidas como inmuebles artísticos patrimoniales. En este aspecto, la moda retro llegó justo a tiempo para salvar de la destrucción obras de muy alta calidad que estaban en peligro de desaparecer, como las famosas Case Study Houses, construidas por los principales arquitectos californianos de la época.

Entonces, la nostalgia del futuro, no es exactamente un sentimiento de añoranza de éste, sino de un pasado en el que se tuvo la plena certeza en que el futuro sería un tiempo mejor.

Lorenzo Rocha

jueves, 2 de agosto de 2012

ARQUITECTURA COLLAGE

Emilio García Riera dijo: “El cine es mejor que la vida” y así tituló su libro, un clásico de la crítica cinematográfica publicado en 1990. Quien esté de acuerdo con esta declaración, también debe aceptar que la arquitectura creada en la cinematografía es mejor que la que se construye en la realidad, ya que en el cine se pueden utilizar los mejores elementos de muchos estilos, tiempos y ciudades y mezclarlos sin la necesidad de que tengan coherencia. También hay que considerar que las películas son fuente de inspiración inagotable para los arquitectos. ¿Quién se hubiera podido imaginar un loft neoyorquino lujoso antes de ver “9 semanas y media”? Con el afán de equilibrar las influencias, también hay que destacar que quien hizo el diseño de producción de Bladerunner seguramente había visitado las pirámides de Teotihuacán.

Uno de los ejemplos más notables de integración de la arquitectura moderna al cine es sin duda la producción de Gattaca, película magistral dirigida por Andrew Niccol en 1997, con las excelentes actuaciones de Uma Thurman, Ethan Hawke y Jude Law. En esta producción crea un balance de futurismo con la integración anacrónica de la arquitectura moderna americana de los años cincuenta. La mayoría de las escenas fueron filmadas en edificios de Frank Lloyd Wright, como el célebre Marine County Civic Center en California, construido en 1957. Sin embargo, alguna otra podría haber sido filamada en el interior del Arco de San Luis Missouri, obra del arquitecto finlandés Eero Saarinen (quizá se trate de una escenografía, pero el espacio es prácticamente igual al interior del arco). Gattaca además tiene una trama muy interesante, trata de dos hermanos que aspiran a viajar al espacio, pero uno de ellos es genéticamente inferior al otro y se ve forzado a crearse una falsa identidad para conseguir su objetivo. Su estética se parece en ciertos elementos a la serie inglesa de ciencia ficción realizada durante los años sesenta, que se titulaba Thunderbirds, que mezcla elementos de un futurismo exacerbado, sin perder el humor y elegancia ingleses donde sus personajes, que son marionetas animadas, viajan al espacio de traje y corbata, por supuesto, al igual que en el filme. También aparecen ambientes de diseño futurista como el apartamento donde habitan los hermanos (uno de ellos queda paralítico en un accidente y cede su identidad al otro), su vivienda es muy similar a muchos de los salones de la antigua terminal de TWA, en el aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York, también diseñada por Saarinen en los años cincuenta.

Lorenzo Rocha

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