jueves, 28 de mayo de 2020

READAPTACIÓN

En varios medios se ha discutido si es adecuado comparar la pandemia con un estado de guerra. Sobre todo los políticos han utilizado metáforas de guerra para describir sus acciones ante la crisis. Por todo el mundo se han oido decir frases como: “ganaremos esta batalla”, “venceremos al virus” o “el enemigo común”.

No cabe duda que el uso de metáforas asimilando la crisis a una guerra es absurdo. Para que exista una guerra, tiene que existir intención de causar daño. Un virus carece de voluntad, ni siquiera está claro si se trata de una forma de vida, o de un simple aminoácido.
Si estuviéramos en estado de guerra, entonces los arquitectos y urbanistas estaríamos encarando una inminente reconstrucción. Pero al no haber guerra ni desastre natural, no ha habido destrucción y por lo tanto no hay nada qué reconstruir, lo cual hace más difícil saber cuál será nuestra labor.
Provisionalmente parece que lo que se avecina será un proceso de readaptación. Los espacios públicos y privados necesitarán adaptarse a las condiciones necesarias para garantizar la buena salud de sus habitantes. El espacio público, las calles y plazas, creadas para el transito de las personas y para el intercambio social, deberán disminuir su intensidad de uso. Por ejemplo, en España se implementó la aplicación de franjas horarias para separar el uso de la via pública según distintas edades, esto contribuyó notablemente a la disminución de casos de infección. Sin embargo, es muy difícil prever cómo podría funcionar el transporte público y los centros de las ciudades con estrategias similares. En lo que respecta a los espacios privados, las viviendas y los semi-públicos, comercios y oficinas, esta crisis ha resaltado sin duda defectos que con el tiempo deben corregirse.
Nos ha quedado claro que las casas en las que habitamos son demasiado pequeñas e inadecuadas para la convivencia de las familias y para su uso como espacios de estudio y trabajo. En cuanto al comercio, los restaurantes y los lugares de trabajo, su diseño alienta la proximidad entre las personas. Será muy difícil, pero deberán adaptarse para conseguir un menor contacto físico, tanto entre usuarios como entre éstos y los prestadores de servicios.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de mayo de 2020

ESTRUCTURALISMO

Herman Hertzberger construyó en 1972 un notable edificio para la sede de la compañía aseguradora Central Beheer en Apeldoorn. Uno de sus atributos es el uso de módulos estructurales que permiten la adaptación de los espacios para el trabajo individual y colectivo. 

Durante las décadas de los sesenta y setenta del siglo pasado, la corriente estructuralista de pensamiento influyó a todos los ámbitos de la filosofía y del arte. Se trata de una forma antropológica de pensamiento anclada en el lenguaje, en sus formas variables y en sus elementos invariantes. El movimiento surgió en Francia y uno de sus representantes más importantes fue Claude Levi-Strauss, quien investigó a fondo los lenguajes primitivos indígenas.
La arquitectura tardó poco en afiliarse a la corriente estructuralista. Desde un par de décadas antes, ya existía la preocupación entre algunos arquitectos críticos acerca del determinismo presente en la arquitectura funcionalista de posguerra. Por ejemplo, dentro de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna, varios arquitectos europeos disidentes crearon el Team X, un grupo de discusión paralelo al pensamiento funcionalista. 
Los miembros del grupo abogaron por una arquitectura menos rígida, más abierta, flexible y adaptable a las necesidades y deseos de los habitantes. En Otterlo, Holanda, durante el XI CIAM (1959), Oskar Hansen leyó una ponencia titulada “Forma Abierta”, que trata sobre la libertad estructural necesaria para albergar actividades simultáneas y cambiantes a lo largo del tiempo. Durante dicho congreso se fundó el Team X, cuyos principales miembros fueron además de Hansen, Aldo van Eyck, Giancarlo De Carlo, Alison y Peter Smithson y otros más. Sus proyectos expresaban la permanencia de los contextos urbanos, en oposición a los contrastes entre dicotomías como: interior-exterior, antiguo-moderno, naturaleza-construcción, etcétera. Por el uso del concreto armado y de materiales sin recubrimientos como ladrillo y madera, algunos críticos también llamaron brutalista a esta manera de hacer arquitectura.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de mayo de 2020

CONFUSIÓN

La pandemia y la crisis económica por las que atravesamos, nos provocan gran incertidumbre. Las transformaciones de la arquitectura y del urbanismo frente a la crisis son temas que preocupan a muchos de nosotros. Si buscamos respuestas a nuestras dudas acerca del futuro de nuestras casas y ciudades. recomiendo no buscarlas en internet.

Es sorprendente el panorama tan árido en cuanto a casi todo lo relacionado a la información sobre arquitectura y urbanismo. Las principales plataformas dedicadas a la crítica de arquitectura, revistas en línea e impresas, asi como las columnas en la prensa se encuentran en un estado que no se puede calificar menos que de confuso. Por una parte, las imágenes que aparecen en todas ellas son las tomas espectaculares de espacios arquitectónicos a las que estamos acostumbrados. Fotografías perfectas, con lentes de grandes ángulos, en días soleados, amuebladas con objetos de excelente diseño y por supuesto, sin rastros de seres humanos. Digamos que dichos medios de comunicación se comportan como si nada hubiera pasado en el mundo en las últimas ocho semanas. Peor aún es leer las opiniones de quienes intentan predecir el futuro, plasmadas en todo tipo de panfletos digitales de apariencia intelectual.
Por otra parte, las redes sociales y las plataformas para videoconferencias están saturadas de buenos deseos, pero de poco material auténticamente útil. Esto es quizá porque para aprovechar la oportunidad, hay que ser optimista a la fuerza. Estos son tiempos para dudar y para expresar con honestidad que prácticamente nadie entre nosotros los arquitectos, urbanistas, críticos y teóricos tenemos la menor idea acerca de los efectos que la presente crisis sanitaria y económica, tendrá sobre la arquitectura y las ciudades.
Lo más probable es que pronto aparezca un nuevo lema que sustituya a los anteriores de la serie: “Arquitectura social”, Smart Cities, “Diseño sostenible”, etcétera. Me aventuro a decir que se pondrá de moda la “Arquitectura post-pandémica”, una arquitectura que se jactará de ser ambientalmente estéril, que carezca de espacios para intercambio social, que esté en ciudades que ya no se apoyen en la movilidad, que se densifiquen y se conviertan en autosuficientes. Aun es demasiado pronto para saberlo.
Lorenzo Rocha

jueves, 7 de mayo de 2020

LUGAR DE TRABAJO

El pasado 3 de mayo, dia de la Santa Cruz, fue sin duda uno de los más tristes y deslucidos de los últimos años, los albañiles, ingenieros y arquitectos no pudimos celebrar nuestra tradicional comida y las obras estuvieron casi todas desiertas.

El confinamiento está redefiniendo sin duda nuestra percepción respecto al lugar donde trabajamos. La vivienda se ha convertido en oficina para muchos de nosotros. La idea de teletrabajo no es para nada nueva, sin embargo ha resultado la solución más práctica y efectiva para lidiar con la presente pandemia. 
Lo que al parecer es un aprendizaje positivo que nos dejará la crisis actual, también plantea un enorme problema: la desigualdad entre la clase media y la clase trabajadora. Pensemos por ejemplo en una obra en construcción, los promotores, ingenieros y arquitectos pueden seguir trabajando de manera remota, pero los supervisores, albañiles, electricistas, carpinteros y todos los demás obreros involucrados, no pueden hacerlo y se encuentran expuestos al peligro para su salud. De momento, la mayoría de las obras fueron detenidas, pero tendrán que reanudarse y la desigualdad sanitaria se hará permanente. Lo mismo aplicará para casi todas las demás industrias y para los servicios públicos.
Algunos arquitectos están discutiendo la reconfiguración de muchos de los elementos urbanos y arquitectónicos  para conseguir la necesaria distancia física entre las personas. Sin duda es un trabajo necesario, pero el mayor esfuerzo debe ponerse en la adaptación de los lugares de trabajo para las futuras contingencias, en especial para quienes no están en condiciones de hacerlo de manera remota. El dilema es que la densidad urbana que se lleva impulsando desde hace tiempo para reducir la necesidad de movilidad, es contraria al dimensionamiento necesario para conseguir la distancia física requerida. Por ejemplo, el metro está diseñado para transportar a la gente en proximidad dentro de cada vagón, no funcionaría si tuviéramos que usarlo con solamente un tercio de las personas.
Lorenzo Rocha

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