jueves, 27 de julio de 2017

LA VOZ

Mi buen amigo Ricardo Pohlenz solía presentar su programa de radio titulado “La vocación renacentista del milusos” con la siguiente frase: “En un futuro no muy lejano, el audio podrá verse”, él no sabía cómo es que esto sucedería, pero sí estaba seguro que sería dentro de poco tiempo. Creo saber un modo para que esto suceda. Siempre que leo alguna frase escrita por Pohlenz, recuerdo su voz grave y profunda y al mismo tiempo visualizo en mi mente al autor, a un hombre de gran estatura, como diría Carlos Amorales: “El escritor más alto de México”. ¿Será que la sinestesia es una preocupación que interesa también a los escritores? Normalmente somos los arquitectos y los artistas que trabajan con el espacio, como los escultores y escenógrafos, quienes pensamos constantemente en los cinco sentidos y sus transferencias modales, en los canales mediante los cuales percibimos el espacio arquitectónico, ¿Cómo sería ver el sonido, tocar la luz, escuchar el tiempo…? y toda esa larga y trillada serie de oxímoron.
Pohlenz escribe ensayos críticos sobre casi todas las formas artísticas y elementos de la cultura popular, que vemos diariamente por la televisión, construye sus discursos con ritmo musical, lo que lo ha llevado a encabezar dos proyectos de poesía sonora: “Los ositos arrítmicos de Lemuria” y “Los Pohlenz”. Casi me parece estar escuchándolo y viéndolo cuando leo: “Los tigres de papel son tigres de algún modo”, sus aforismos cierran siempre con musicalidad los argumentos de sus textos. Así lo hace en casi todos los ensayos que componen su libro titulado “La vocación de submarino” (Editorial Aldus, 2015), pero también la fotografía de la portada donde aparece una banqueta húmeda donde se ven pisadas sobre una extraña ranura llena de arena, puede leerse como un haikú visual. 
“Se hubiera ganado la hoguera por lo tedioso de sus explicaciones”, trata con igual cortesía distante y buen sentido del humor las obras literarias de William Golding, que la música de Erik Satie o las actuaciones de Bill Murray: “Bill Murray es en cuanto es Bill Murray, pero en cuanto lo es, en cuanto se descubre que es Bill Murray, deja de serlo para convertirse en el otro de sí mismo”.
Sin duda de lo que más parece disfrutar Pohlenz es escribir acerca del cine, desde los filmes iraníes de los años noventa, hasta los de ciencia ficción, las películas de zombies o de autores reconocidos como Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick, “El espíritu de lo moderno es un documento”. Algunos de sus ensayos parecen cuentos, más cercanos a la ficción que a la crítica, por algo no les queda el adjetivo de “reales” y se clasifican con la ambiguedad taxonómica de “no-ficción”, “Corre por el asfalto de la autopista un Lotus a toda velocidad”.  Pohlenz trata sin prejuicios y al mismo nivel de profundidad lo que otros entendemos como cultura de masas, con rigor similar al que se suele utilizar para analizar la alta cultura, considerando las relaciones entre productos musicales, visuales y escritos con igualdad, sin importar que se trate de distintas épocas y contextos en los que han sido creadas las obras de Patti Smith, Robert Mapplethorpe y Oscar Wilde.  

Para leer mejor a Pohlenz es útil conocer la poesía de Arthur Rimbaud, pero es igualmente importante haber visto en el cine “Locos por el golf”, las películas de George Romero (quien por cierto, falleció la semana pasada)  y quizá todas las series del canal HBO, “La verdad está allá afuera, dicen, en la televisión”.
Lorenzo Rocha

jueves, 20 de julio de 2017

ESCULTURA FIGURATIVA

Existe una corriente hasta cierto punto marginal  dentro de la escultura moderna que se ha dedicado a replicar objetos cotidianos de muy distintos tipos y formas, con muy poco o nulo grado de abstracción. Es así como escultores modernos y contemporáneos como el artista estadounidense de origen sueco Claes Oldenburg, quien junto con su mujer Coosje Van Bruggen, han orientado su labor desde los años sesenta a la reproducción a gran escala de objetos que van desde un lápiz, una herradura, una aguja e hilo, cucharas con cerezas, pistolas de rayos, binoculares y muchos otros más. Sus creaciones se han convertido en verdaderos iconos del Arte Pop y están presentes en infinidad de sitios públicos en Estados Unidos y Europa, forman parte del movimiento artístico que buscó el rescate de la cultura popular. 
Aunque a simple vista y por su buen sentido del humor estas piezas parezcan solo satíricas, también tienen alto contenido politico por los sitios donde fueron colocadas y los momentos históricos en los que se sitúan. Por ejemplo en 1969, Oldenburg instaló su obra Lipstick (Ascending) on Caterpillar Tracks (“Lápiz labial ascendiendo sobre vehículo oruga”), en New Haven, mientras se llevaban a cabo las protestas antibélicas, el mismo artista afirma que su obra: “Fue una protesta contra la guerra de Vietnam y una declaración a favor de la educación y la igualdad de género, ya que las mujeres no fueron admitidas en Yale sino hasta ese año”.
A diferencia de la escultura abstracta, la cual prevaleció durante el modernismo, que casi nunca lleva título y sus formas son geométricas, la escultura pública figurativa frecuentemente provoca reacciones de rechazo o afecto en los ciudadanos. Las personas buscan formas reconocibles en la escultura abstracta y tarde o temprano les asignan algún mote, como es el caso de la famosa pieza de escultura de Anish Kapoor titulada Cloud Gate (“Puerta de nubes”), a la cual la gente de Chicago conoce mejor como Space Bean (“Frijol Espacial”).
Los artistas modernistas abstractos sostienen que su lenguaje no requiere de replicar nada de la realidad, sino que buscan la expresión pura de sus conceptos directamente mediante la forma de sus piezas, sin necesidad de cualidades añadidas por la imitación de elementos literales, o por los títulos de las propias piezas. Fue sin duda muy positivo el debate que se suscitó especialmente en Nueva York en las años sesenta, como reacción al abstraccionismo que prevalecía en la  pintura y escultura, con el surgimiento de artistas Pop como puede ser Andy Warhol.
Algo similar sucedió a la arquitectura moderna, ya que en su búsqueda de la racionalidad y el rechazo a la ornamentación, los arquitectos se alejaron también de las posibilidades que habrían podido tener sus obras a nivel comunicativo. En los años ochenta, los arquitectos posmodernistas comenzaron a utilizar formas y ornamentaciones realistas, movimiento que duró relativamente poco tiempo, pero que dejó importantes obras como la sede de agencia de publicidad Chiat-Day en la avenida principal de Venice en Los Ángeles, una obra de 1991 diseñada por Frank Gehry, cuya entrada está enmarcada precisamente por la escultura en forma de binoculares, de Claes Oldenburg.
Lorenzo Rocha

jueves, 13 de julio de 2017

FABRICAR LA REALIDAD

El ser humano necesita desglosar los estímulos que percibe continuamente para ser capaz de digerir la enorme cantidad información que proviene constantemente de su medio ambiente. Si no aislaramos cada sensación que nos llega sería imposible distinguir entre  estar en el espacio, ver imágenes, escuchar sonidos, etcétera, sería una confusión insoportable que nos alejaría de la realidad. Lo real como sistema de aproximaciones, requiere de la clasificación y la diferenciación de cada elemento del mundo que habitamos. para ello también es util distinguir las diferencias entre las características de la escultura y la arquitectura y a su vez ambas respecto al urbanismo.
El crítico de arte Hal Foster cuenta una anécdota muy interesante en la introducción de su libro “El retorno de lo real”, escrito en 1995. Foster cuenta que una vez estaba hablando con un artista amigo suyo frente a una escultura de Robert Morris, la cual consistía de cuatro largas vigas de madera posadas sobre el suelo formando angulos rectos y otras cuatro empotradas en el muro de la galería frente a unos espejos. Ambos amigos discutían sobre aspectos teóricos y prácticos alrededor de la pieza sin percatarse que la hija del artista, una niña de seis años, se había puesto a dar saltos de una viga a otra hasta que completó el rectángulo que formaba la escultura. Cuando los mayores se dieron cuenta de ello, se quedaron sorprendidos por la forma en que la irreflexiva acción de la niña había sido mucho más elocuente frente a la percepción de la pieza que sus elaboradas elucubraciones.
En efecto, a veces la excesiva intelectualización respecto al mundo que nos rodea, nos desvía del camino hacia su comprensión. Ese laberinto es sin duda nuestro intento constante de verbalizar la realidad. Para ello, la separación de las partes que la componen, provoca la incapacidad de mirar el mundo con naturalidad.
El desarrollo de nuestra capacidad analítica es de igual importancia, que la habilidad que debemos tener para ser capaces de sintetizarla. A fin de cuentas, el mundo se presenta ante nosotros como una entidad indisociable y si bien es util concentrarse temporalmente en algún aspecto especifico más que en otro, después debemos intentar percibirlo como un todo.
Cuando se trata de la visualización del espacio, capacidad necesaria para ejercer artes como la arquitectura y la escultura, conviene reservar las disertaciones teóricas para nosotros mismos y compartirlas de preferencia con expertos calificados. Al público en general lo que le interesa es que el espacio sea habitable, si no lo es, de poco le valen las explicaciones teóricas. Mil palabras jamás salvarán un espacio mal resuelto, ningún tratado de teoría podría cambiar la opinión que nos provoca una escultura publica equivocada.
Aunque no todas las personas requieren tener conocimientos sofisticados para percibir el espacio arquitectónico, es cierto que muchos poseen una sensibilidad intuitiva para determinar si se sienten bien o mal dentro de las obras que visitan. Lo mismo sucede con muchas piezas de arte, si son acertadas, la gente las disfrutará a pesar de que no haya estudiado los textos y teorías artísticas que las sostienen. Esto no significa que esté de sobra el conocimiento sobre el arte y la arquitectura, pero indudablemente no se puede plantear como un requisito indispensable para disfrutar del espacio público y las obras de arte, al igual que los espacios privados, las casas y lugares de trabajo dentro de los que pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.
Lorenzo Rocha

jueves, 6 de julio de 2017

INGENIO ABANDONADO

A un lado de la carretera que va de Cuautla a Oaxtepec en Morelos, se encuentra la ruina del antiguo Ingenio Oacalco, establecido en 1668 y que fue cerrado en 1989, tras una escandalosa quiebra financiera. Las construcciones de los siglos XVII y XVIII que componen el antiguo ingenio aparecen ante el visitante como un paisaje asombrosamente irreal. Al mismo tiempo, su estado avanzado de deterioro causa una profunda tristeza a quienes apreciamos el patrimonio histórico inmueble, que pertenece a la nación, no solamente a sus propietarios y poseedores. 
Tras el cierre de la empresa azucarera,  la propiedad estuvo custodiada por el Sindicato de Trabajadores de la Industria Azucarera durante casi siete años, ya que los trabajadores, seguramente con razón, consideraban que no habían sido indemnizados correctamente por la empresa que controlaba en ingenio. Durante dicho período los custodios no dieron acceso a ninguna persona ajena al sindicato, ni siquiera a historiadores, estudiosos y académicos que deseaban fotografiar el estado de conservación de los inmuebles para futuras restauraciones. Como era previsible, durante la ocupación del ingenio, la capilla y el casco de la hacienda fueron totalmente saqueados y les fue retirada toda la ornamentación que poseian.
Seguramente por su aspecto onírico, la propiedad fue vendida a unos estudios cinematográficos en 1996, quienes la han ocupado desde entonces para filmaciones de todo tipo, sin poner ningún cuidado en su mantenimiento y contribuyendo significativamente a su deterioro. Quizá la película más destacada que ha sido rodada en la hacienda Oacalco es “Pecado original”, dirigida en 1999 por Michael Cristofer, con las actuaciones de Angelina Jolie y Antonio Banderas, quienes caracterizan a una pareja de hacendados del siglo XIX.
Sin embargo, las 23 hectáreas de tierra fértil con las que cuenta la hacienda podrían haber sido dedicadas a fines con mayor contenido social que las filmaciones, tal como lo pedían los trabajadores cañeros desempleados tras el cierre del ingenio. Los obreros deseaban que la propiedad se transformara en una escuela de agricultura que habría formado parte del Instituto Politécnico Nacional, además de una planta envasadora de hortalizas, que les garantizara mejores empleos.
El Instituto Nacional de Antropología e Historia ha intentado sin éxito en varias ocasiones, declarar la hacienda como patrimonio nacional, pero su deterioro va en aumento ya que ha sufrido algunos incendios y no ha sido mantenida ni preservada adecuadamente.
No es motivo de orgullo para nadie el hecho de que en nuestro país existan cientos, quizá miles de edificios históricos en estado de abandono, no muy lejos de ahi se encuentran las ruinas de la ex-hacienda de Coahuixtla, de la cual solamente sobreviven muros, arcos y chimeneas. 
Quizá el asunto no sea tan importante para la mayoría de las personas y sea solamente una cuestión del interés de los apasionados por las ruinas. Pero indudablemente despertará la preocupación general de la sociedad cuando estemos más cerca de perder nuestro patrimonio histórico construido, del cual todos podríamos beneficiarnos y que además está bajo nuestra responsabilidad como herederos del pasado indígena y colonial de México.
Lorenzo Rocha

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