jueves, 25 de abril de 2013

CONTRA EL PAISAJE

Ver todo el campo desde un solo punto, ¿porqué necesitamos cubrir con la mirada toda la extensión de lo que nos rodea? La visión panorámica parece ser una necesidad primordial para el ciudadano contemporáneo. Quizá se relaciona con el deseo de vivir aislado, cuando la realidad es que vivimos hacinados en torres de apartamentos y barrios de alta densidad de población. Pero también es una característica humana ligada a la adquisición del control sobre el entorno, de ahi deriva el obsesivo panóptico de las cárceles decimonónicas, que hoy se manifiesta en los sistemas de vigilancia por circuito cerrado de televisión. Somos nuestro propio “Hermano mayor”, George Orwell no se equivocaba en sus predicciones científico-fantásticas, ya han pasado casi 30 años desde 1984, año en que nuestro futuro quedó definitivamente atrás.
Resulta interesante leer el “Manifiesto contra el paisaje” de Lluis Sabadell, su crítica al visualismo como el fenómeno que provoca “una visión superficial y por ello vacía y hueca cuyo único resultado es ensombrecer y enturbiar el verdadero sentido de las cosas generando sólo un ruido indescifrable”. Así es la visión panorámica, con la que repasamos de una sola mirada nuestro entorno y lo generalizamos. Cuando aplicamos esta visión al paisaje urbano, ya no profundizamos en las características más complejas del tejido social. Vemos un barrio perférico como un foco de delincuencia y pobreza, a la vez miramos los nuevos desarrollos inmobiliarios como lugares de bienestar social, cuando es probable que en muchos casos, si miraramos más allá de la fachada, es posible que encontráramos una realidad contraria a nuestras conclusiones derivadas de una visión superficial. Es muy probable que en muchos de los barrios de bajos recursos, el tejido social sea más sano y la solidaridad entre las personas sea mucho mayor que en un conjunto habitacional recién construido, donde la gente no conoce a sus vecinos y desconfía de las demás personas. Esta sensación de seguridad tiene mucha relación con la idea de paisaje, ya que la vigilancia y protección armada de los habitantes de una torre de apartamentos, no es necesaria en un grupo de casas de la periferia, donde todos los vecinos se conocen. Cuando hacemos estas cosnsideraciones no hay que dejar de lado que también se puede dar la situción contraria, pero en todos los casos, a quien le interesa la ciudad no le bastará jamás verla toda desde un solo punto. Debemos intentar recordar que no es posible ver el paisaje, porque todos nosotros estamos dentro de él.
Lorenzo Rocha

jueves, 18 de abril de 2013

EDIFICIO FANTASMA

La especulación inmobiliaria da lugar a situaciones absurdas dentro del paisaje urbano, ya que la construcción concebida como inversión cuya principal finalidad es el lucro, no respeta las normas de convivencia que se requieren para conseguir la armonía en los barrios urbanos. Un fenómeno común en ciudades como la nuestra, donde las leyes urbanas son relativamente laxas, es la existencia de edificios abandonados por décadas sin ser ocupados o terminados. Basta recordar el Hotel de México, en plena avenida de los Insurgentes, que estuvo vacío durante cerca de veinte años debido al fracaso del proyecto original, para finalmente convertirse en un edificio de oficinas que hoy alberga al World Trade Center.
Sin embargo, aun existen gran cantidad de “Edificios-zombie” (auténticos “muertos vivientes”) como aquel que se encuentra en la esquina de Arcos de Belén y Eje central Lázaro Cárdenas, el cual no fue terminado por una falla estructural derivada del terremoto de 1985 (ver: Milenio, la crítica espacios 17/01/13). Un edificio inconcluso es equivalente a una ruina y constituye un problema serio para el desarrollo de su contexto, la ley debería obligar a los constructores a demoler un edificio que no se termina en un tiempo razonable o a cederlo a alguien más para que aproveche el espacio. De una ley similar ha surgido en muchos países el movimiento Okupa, ya que los inmuebles en ruinas o abandonados a mitad de la construcción se proporcionan a organizaciones civiles para gestionar proyectos sociales no lucrativos.
La realidad es que en Alemania o Inglaterra los edificios ociosos se ocupan legalmente, mientras que en México o en Venezuela la ocupación es ilegal aunque tolerada por las autoridades. De hecho el edificio al que hacemos referencia no está realmente vacío, es utilizado como vivienda por un cierto número de personas indigentes y como almacen de los productos que se venden en las calles. También hemos discutido en este espacio acerca de la famosa Torre David en Caracas, que ha sido ocupada por casi tres mil personas que carecen de un sitio propio para vivir (ver: Milenio, la crítica espacios 08/11/12). Parece ser que en nuestro país hemos sustituido parte de la seguridad social con una ilegalidad sistémica, que propicia el desarrollo de economías sumergidas como el comercio ambulante o la ocupación clandestina del espacio urbano. Cuando el Estado se ve desbordado en su capacidad de atender las necesidades básicas de algunos sectores de la población, opta por vendarse los ojos y dejar proliferar mecanismos de superviviencia que no hacen más que acrecentar la inequidad de la sociedad.
Lorenzo Rocha

jueves, 11 de abril de 2013

HECHOS

Desde hace algún tiempo, resuena en mi mente una inteligente frase de Demócrito de Abdera: “Nada existe excepto átomos y espacio vacío, todo lo demás es opinión”. Los científicos intentan concebir al universo de este modo, de tal manera que puedan discernir los hechos verificables de las opiniones. Sin embargo, incluso sus demostraciones matemáticas constituyen inevitablemente, interpretaciones de los hechos que pretenden demostrar.
La arquitectura se construye pendularmente entre la técnica y la poesía, por lo tanto, su vertiente científica, la estática —una parte de la física que estudia a los cuerpos inmóviles— es una ciencia pura. El cálculo estructural arroja resultados que demuestran que la edificación se sostiene en pie y soporta su propio peso más el de sus habitantes, además de resistir fuerzas externas como los sismos o el viento. En esto hay muy poco lugar para las interpretaciones, pero suficiente diversidad para hacer de la estática un motivo en sí para la expresión arquitectónica. La vertiente artística de la arquitectura consiste en la parte corporal, la planificación de los estímulos sensoriales que la construcción ejerce sobre las personas y su traducción en una experiencia estética. En este sentido, dentro de las bellas artes, podríamos considerar a la arquitectura como una suerte de zona franca. El arquitecto puede aprovechar la ambigüedad de su actividad para poner en discusión su obra. Si se cuestiona la pertinencia de un elemento arquitectónico por su función estructural, bien puede justificársele por su aportación estética. Si el arquitecto construye este discurso de modo cabal, sin utilizar argumentos subrepticios, su trabajo puede ser simultáneamente una aportación al campo científico y al artístico.
En sentido estricto, todo elemento constructivo debería cumplir ambas funciones sin discriminación de su utilidad, ni de su belleza. La corriente moderna denominada Funcionalismo, tenía esta misión dentro de sus planteamientos, pero parece que dentro de sus variaciones se transformó en una especie de manierismo que devino en estilo, lo cual contradijo sus fundamentos y lo llevó a la desparición. Quizá el error fundacional de este movimiento consistió en repudiar la ornamentación y relegar la naturaleza estética de la arquitectura a un segundo plano. El cálculo estructural ha llevado a la arquitectura contemporánea a revalorizar a los elementos de soporte del edificio hasta encontrar en ellos, coincidencias con la naturaleza que les han dado la posibilidad de una forma de expresión hasta ahora inusitada.

Lorenzo Rocha

jueves, 4 de abril de 2013

PREGUNTAS Y RESPUESTAS

La educación de los artistas, según Luis Camnitzer, consiste de tres pasos en los que el profesor puede actuar de guía y, más importante, de interlocutor. Primero: plantear y formular un problema creativo interesante, segundo: resolver el problema lo mejor posible, y tercero: empacar la solución en la manera más apropiada para expresar y comunicarla. El artista y profesor uruguayo señala en su texto “La enseñanza del arte como fraude”, que el fraude en la educación artística consiste en considerar al arte como medio de producción. Según Camnitzer se debe enseñar el arte como una forma de conocimiento y no como la promesa de que la posesión de un diploma en arte conducirá al estudiante a una posterior supervivencia económica.

Existe un concepto en el texto que también es aplicable a la enseñanza de la arquitectura: como disciplina artística sí se puede enseñar, independientemente de sus aspectos técnicos. En efecto, en arquitectura también se debe plantear un problema creativo a resolver, éste consiste en la traducción de un programa de necesidades y un contexto, en un edificio concreto que represente su mejor solución. Desgraciadamente, en las escuelas de arquitectura también circula la falsa promesa de que un diploma permite al graduado ganarse la vida trabajando en su campo de conocimiento. La arquitectura, como el arte, es una disciplina extremadamente elitista, por lo que solamente un reducido numero de personas tendrán acceso al campo del diseño y la construcción tras su graduación.

Todo arquitecto debe ser capaz de plantearse preguntas y formular un problema creativo interesante, incluso cuestionar los programas de necesidades, a pesar de que las distintas actividades requireran características espaciales específicas. Como arquitectos, debemos adoptar una postura crítica ante las soluciones convencionales de la vivienda y los edificios públicos. Cada casa que se construye, define en cierta medida, cómo serán las casas que se construirán después. Nuestra forma de vida ha cambiado paulatinamente, estos cambios los vemos reflejados en las habitaciones de una casa, algunas han desparecido con los años (por ejemplo el antiguo cuarto de costura) y otras se han multiplicado (como el cuarto de baño). Pero cada vez que se construye una casa, podríamos pensarla como la primera casa de la historia. Los arquitectos debemos hacernos estas preguntas y responderlas tantas veces como sea necesario, y después cambiar las preguntas hasta que sus respuestas dejen de tener importancia.

Lorenzo Rocha

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