jueves, 26 de diciembre de 2024

CAMPO TECNIFICADO

Recomiendo el libro recién publicado “Tecnopastorialismo. Ensayos y proyectos en torno a la Arcadia tecnificada”, editado por Fernando Quesada para Ediciones Asimétricas. El libro presenta cinco ensayos que muestran la desconfianza actual respecto de la utopía tecnológica.

Antes del siglo XIX, la vida en el campo era muy distinta de la vida en la ciudad y a su vez las concentraciones urbanas eran muy diferentes a las de ahora. Hace aproximadamente cien años, la explotación agrícola y ganadera comenzó a imitar las formas de asentamiento de las ciudades industriales, lo cual convirtió al campo en una versión menos densamente poblada de la ciudad. Desde los planes territoriales de Thomas Jefferson, las “Land Ordinances” de 1785, hasta la planificación territorial holandesa, las cuales crearon sistemas homogéneos de coordenadas y planes de uso del suelo para todo los estados y provincias, el ánimo científico moderno se orientó hacia una clara intención de urbanizar cada rincón de la tierra. En la década del 1900 Ebenezer Howard puso en práctica su idea de “Ciudad jardín”, en la que creó una forma de urbanización que fusiona el campo con la ciudad y es la que ha generado los suburbios que habitamos en el presente.

Hoy en día las comunicaciones, los transportes, la electricidad, el agua potable y casi todos los servicios característicos de lo urbano se encuentran disponibles tanto en la ciudad como en el campo. Junto con esta realidad, también ha existido una corriente opuesta, una contracultura que sostiene que el ser humano debe volver a su estado primitivo, a la contemplación de la naturaleza. Cada vez se observa como las personas intentan migrar fuera de la ciudades a localidades rurales idealizadas en las que sea posible subsistir cultivando hortalizas y criando ovejas, pero sin perder contacto con la cultura urbana, con los sistemas financieros y con la tecnología informática. Este movimiento rural-aristocrático es la versión actual del coloquial Walden de Henry David Thoreau (1854), una vida natural, aparentemente aislada de la civilización, la cual no podía haber sucedido sin que su creador tuviera acceso a los privilegios de la clase alta a la que pertenecía.

Lorenzo Rocha

 

jueves, 19 de diciembre de 2024

COPRODUCCIÓN

En los estudios territoriales se debate constantemente sobre las causas y consecuencias de la producción social del espacio. Siempre partiendo de uno de los dos conceptos en juego: hay quienes sostienen que la forma urbana deriva directamente de las prácticas sociales, frente a otros que piensan que las prácticas sociales responden a las configuraciones urbanas. La premisa principal de la lógica social del espacio, se apoya en la idea de que ambos conceptos derivan uno de otro y se retroalimentan mutuamente. Las formas arquitectónico-urbanas y las dinámicas sociales se coproducen, unas son las causas y al mismo tiempo las consecuencias de las otras. Tal como lo afirma Doreen Massey: “Lo social se produce espacialmente y lo espacial se produce socialmente”.

Estos pensamientos son muy difíciles de explicar a las personas involucradas directamente en la producción arquitectónico-urbana, ya que en general les cuesta mucho trabajo visualizar sus diseños convertidos en realidades sociales. También dentro de la educación universitaria occidental, es muy difícil discutir conceptos que no sean opuestos y que existen en entornos en los que no se pueden distinguir las causas de los efectos.

Sabemos de sobre que la arquitectura es un fenómeno contingente, que depende de su entorno físico y social, por esto, la mayoría de los arquitectos dejamos hace tiempo de pensar que nuestro trabajo determina el comportamiento social de las personas. Sin embargo, como el diseño se materializa, si tiene la capacidad de prefigurar el modo como podrían ser las cosas si la realidad futura fuera distinta a la actual. En pequeñas dosis, lo que se construye ahora, deja entrever cómo serán los entornos construidos en el futuro. Todo ello recuerda el elocuente título de un libro de Reyner Banham, escrito en 1978: “Megaestructuras: futuros urbanos del pasado reciente”, que trata sobre la contracultura arquitectónica de aquellos años.

Lorenzo Rocha 

jueves, 12 de diciembre de 2024

FIGURACIÓN

El filósofo francés Paul Ricoeur realizó una labor de análisis hermenéutico muy profunda en su obra Architecture and Narrativity, publicado en 1997.

Aunque no se afirme explícitamente en textos críticos ni se refleje en la enseñanza universitaria, la arquitectura es un lenguaje de signos, como afirma el teórico Alberto Pérez Gómez: “El significado de la arquitectura —de un edificio, un jardín o cualquier artefacto efímero que sirva como encuadramiento para los actos humanos— se entiende del mejor modo como una forma gestual del lenguaje”. La arquitectura se comunica con nosotros, desde lo más básico como la indicación de el acceso a la casa o al edificio, hasta mensajes más profundos que se relacionan con los valores de la institución a la que representan quienes encargan las obras.
Las instituciones financieras necesitan proyectar solidez y permanencia en sus edificios, lo hacen mediante materiales pétreos y duraderos. Las dependencias gubernamentales también expresan los fundamentos y valores de Estado, recurriendo a modos de expresión arquitectónicos. Aunque parezca que solo estas entidades busquen propagar sus ideologías mediante la forma construida, podríamos afirmar que incluso en las viviendas, colectivas o particulares, expresan hacia su exterior los deseos de aparición pública de sus habitantes, quizá también por esa razón, Hegel calificó a la arquitectura como “El arte de la externalidad”.
Una parte importante de la hermenéutica de la figuras poéticas aplicadas a la arquitectura son la prefiguración, la configuración y la refiguración. En el caso de la arquitectura, asimilando su experiencia a la lectura de un texto, la prefiguración se encuentra en todas las condiciones contextuales que anteceden a la obra, como la naturaleza y la ciudad, la configuración se refiere al diseño del ambiente físico construido como resultado del proyecto y la refiguración en arquitectura sería la experiencia del espacio por parte de quien lo habita y recibe e interpreta el mensaje transmitido por el arquitecto mediante su obra.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 5 de diciembre de 2024

EQUIDAD

En inglés hay un término que se utiliza para designar a los espacios privados abiertos al público, los denominados POPS (Privately owned public spaces), son todos aquellos atrios, vestíbulos, pasillos y jardines, que siendo de propiedad privada, permiten el tránsito libre de las personas.

Desde hace años se ha discutido en distintos foros sobre la inequidad en cuanto al acceso libre al espacio público. En ocasiones cada vez más frecuentes, el gobierno de la ciudad de México cede temporalmente el uso de avenidas y parques para la instalación de ferias, mercados o la organización de eventos deportivos con fines comerciales. Estas concesiones son legales y en apariencia no causan daños al interés público, sin embargo, provocan situaciones que en ocasiones marginan incluso a las comunidades que habitan en las zonas donde se llevan a cabo los eventos.
En principio, quienes circulan en automóvil son obligados a desviar sus rutas y emplean mucho tiempo adicional en llegar a sus destinos. Además los vecinos de las zonas ocupadas por las organizaciones beneficiadas no son tomados en cuenta y se afecta la tranquilidad y libertad de movimiento a los que tienen derecho.
Las políticas estatales aparentan ser inclusivas por una parte, aludiendo a la libertad de expresión y al acceso de todos los habitantes al espacio público, pero por la otra parte, restringen las posibilidades de ocupación a dichos espacios a favor de quienes lucran con sus usos temporales. De hecho, la ocupación del mismo espacio para protestas y manifestaciones populares, responde también al control que el gobierno ejerce sobre los grupos que lo utilizan para fines sociales. No cualquier grupo puede protestar libremente, debe pedir permiso o alertar a las autoridades para no ser reprimido por la policía.
El modo capitalista contemporáneo de concebir la separación entre lo público y lo privado ha ido limitando los ámbitos de los ciudadanos, que han pasado a ser objeto exclusivo de las campañas políticas y comerciales.
Lorenzo Rocha

 

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