jueves, 25 de septiembre de 2025

JERICÓ

Durante la prehistoria, aun en la era geológica del Holoceno, los humanos tenían ya formas de organización social y espacial extremadamente avanzadas. Aunque se trataba de grupos no muy numerosos, los habitantes de las regiones del cercano oriente eran capaces de organizarse y edificar sus viviendas de modo similar al que utilizaron las primeras civilizaciones. 

El poblado más antiguo del mundo se encuentra en Cisjordania, al este de Jerusalén, en Palestina, muy cerca de donde se estan perpetrando los horrores de la guerra que tienen al mundo en vilo. 
Según los arqueólogos, Jericó data del neolítico y se comenzó a poblar alrededor del año 11000 antes de Cristo. Se trata de una aglomeración de construcciones agrupadas de manera compacta con la intención de proteger a sus habitantes de posibles invasiones. De este modo las pequeñas viviendas de un solo espacio cada una, fueron construidas con tierra compactada del sitio. A ellas se entra por los techos por una sola escotilla que también servía como chimenea, ya que en todas había una pequeña hoguera interior. Por este motivo, no contaban con ventanas ni puertas hacia el exterior, pero sí con algunas escaleras retráctiles que permitían subir a las cubiertas y transitar por ellas. De este modo, cuando se cerraban las escotillas y se retiraban las escaleras, no había manera de entrar ni salir del poblado. Las viviendas se alternaban con algunos espacios abiertos, patios interiores para actividades comunes que servían a los habitantes como sitios ventilados pero al mismo tiempo seguros.
Es sorprendente que en el mismo enclave geográfico se concentren partes tan importantes de la historia de la humanidad y simultáneamente se esté viviendo una situación tan desesperada. En el mundo siempre conviven inevitablemente la civilización y la barbarie, 
Lorenzo Rocha

jueves, 18 de septiembre de 2025

NATURALEZA Y CULTURA

Pensadores contemporáneos como Isabelle Stengers, Timothy Morton y Erik Swynedouw, han afirmado que la idea de la preservación de la naturaleza dentro de la ecología ha contribuido en gran medida a la confusión en la que nos encontramos.

Los humanos somos la única especie consciente de sí misma, esto es posible debido a nuestro lenguaje, el cual nos permite reflexionar y discutir sobre nuestra condición humana. No hay evidencia de que otros seres vivos inteligentes y sociales se planteen problemas similares a los nuestros.
La preocupación principal que nos ha perseguido las ultimas décadas es el cambio climático y la consecuente extinción de nuestra especie. A esto lo llamamos “fin del mundo”, cuando en realidad es el fin de la humanidad, no del planeta Tierra. También nos hemos vuelto conscientes de que la construcción y la urbanización son algunos de los factores principales del deterioro del medio ambiente.
Dentro de estas reflexiones está la relación entre naturaleza y cultura. Está muy claro que ambas nociones guardan una estrecha relación, pero es importante hacer notar que dicha relación no es causal. La cultura se nutre del medio físico y de su percepción mediante los sentidos y simultáneamente lo retroalimenta con los productos culturales humanos, entre ellos, las ciudades. Estas contribuciones humanas al medio ambiente inmediatamente vuelven a informar a sus fuentes y los siguientes objetos que se producen “aprenden” de los ya existentes. Para ponerlo en términos más sencillos naturaleza y cultura son nociones que se coproducen.
La capacidad de raciocinio humano no puede exceder los parámetros que impone el medio físico, incluso aquel espacio que está fuera del planeta. A pesar de que insistamos en que nuestras acciones destruirán a la naturaleza, debemos ser conscientes que solamente nos destruirán a nosotros mismos, el planeta seguirá su curso como lo hacía antes de la aparición de nuestra especie y de su extraordinaria evolución.
Lorenzo Rocha 

jueves, 11 de septiembre de 2025

CHOZA PRIMITIVA

El modelo conceptual de las chozas primitivas, sirvió como inspiración para dos teorías fundamentales sobre los orígenes de los ordenes y elementos de la práctica proyectual, escritas en los siglos XVIII y XIX.

Las chozas de los pueblos de la antigüedad prehistórica poseen dos características que las han convertido en paradigmas para el estudio y la teorización de la arquitectura. La primera de ellas es su atemporalidad. Aunque existen desde hace miles de años, su evolución ha sido extremadamente lenta, por lo cual las tribus y comunidades que aun las construyen, lo siguen haciendo como dictan sus tradiciones. La segunda característica es que han sido objeto para trabajos teóricos muy importantes desde hace al menos 250 años.
La primera de estas referencias aparece en 1753 en el libro “Ensayo sobre la arquitectura” de Marc-Antoine Laugier, su argumento se resume en la observación de la naturaleza como origen del acto humano de construir, lo cual eventualmente produce un sistema de proporciones y reglas abstractas que se convierten en una arquitectura clásica. El segundo caso es en el texto “Los cuatro elementos de la arquitectura” de Gottfried Semper, escrito en 1851, el cual abstrae de un ejemplo específico, la choza caribeña, los fundamentos de la tectónica, del acto poético de la construcción.
En la actualidad aun existen ejemplos vivos de comunidades que construyen y habitan en casas que mantienen sus tradiciones ancestrales. En México podemos observar como los pueblos mayas de Yucatán siguen construyendo pequeñas casas con techos de palma de un modo similar al que utilizaron sus ancestros desde hace 3000 años. También es notable como se han conservado los sistemas constructivos de las tribus Gogo en Tanzania a pesar del desarrollo de nuevas tecnologías. En estos dos ejemplos, vemos una manera textil de construir con materiales simples y accesibles, cuyos resultados son óptimos desde el punto de vista bioclimático, tomando en cuenta que las altas temperaturas de estas regiones exigen aislamientos muy efectivos para que las casas sean refugios efectivos contra las condiciones climáticas adversas.
Lorenzo Rocha

 

jueves, 4 de septiembre de 2025

HÁBITAT Y CULTURA

¿En qué radican las diferencias entre el hábitat humano y el de los demás seres vivos? ¿Es posible concebir formas arquitectónicas producidas por animales no-humanos? ¿Qué podemos aprender de las construcciones que se encuentran en la naturaleza?

Todos los seres vivos cuentan con su propio hábitat, sin distinción de su condición particular, sean plantas o animales, organismos simples o complejos. El hábitat es indispensable para la vida, es el modo en que los seres vivos estamos en el mundo. En ese sentido casi no hay diferencias conceptuales entre los objetos que construimos los humanos para protegernos de las inclemencias del clima, comparados con los que produce cualquier otro ser vivo. Casi todos los animales construyen o adaptan el espacio disponible para satisfacer sus necesidades de refugio, algunos incluso crean estructuras muy complejas, cuyo diseño no responde a la casualidad y dificilmente se les puede asociar con sus instintos. Los constructores de hormigueros, panales, madrigueras y nidos producen formas sofisticadas para resolver necesidades que van más alla de las básicas. Además de protegerse del clima y de los depredadores, los hábitats mencionados sirven para procesar y almacenar alimentos, para la reproducción y cuidado de las crías y para muchas otras funciones sociales complejas.
Quizá existe una sola característica que distingue a las construcciones humanas de todas las demás, podríamos decir que el hábitat humano trasciende a las necesidades físicas que le motivan, para convertirse en un producto cultural. En ese sentido existen sin duda necesidades humanas en el plano de lo simbólico, como la identidad, la belleza, la espiritualidad y otras, que no es probable ni evidente que existan en los ambientes de los demás animales. En ese sentido, la única especie que produce lo que entendemos como arquitectura, urbanismo y paisajismo es el Homo-sapiens.
Lorenzo Rocha

 

Buscar este blog

Seguidores

Archivo del blog

Colaboradores