jueves, 14 de julio de 2011
DEFINICIÓN MÍNIMA
Casi todos los arquitectos de importancia histórica han elaborado su propia definición de arquitectura. La definición básica casi siempre converge en definir la arquitectura como “el arte de construir la morada del hombre”, frase del arquitecto mexicano José Villagrán, nuestro único compatriota que se ha dedicado seriamente a la elaboración de una teoría de la arquitectura. Muchos otros maestros, como Le Corbusier, han añadido a la definición coloquial otros conceptos como la luz, el volumen, la razón, etcétera.
Sin embargo, está claro que la filosofía tiene un calado conceptual de dimensiones mucho mayores que cualquier teoría de la arquitectura elaborada desde el interior de nuestro propio gremio. Es lógico que una disciplina técnica que contiene grandes lagunas humanísticas como la arquitectura, recurra a un campo de conocimiento especializado como la estética, para buscar respuestas a sus necesidades conceptuales.
Así lo ha hecho el arquitecto suizo-estadunidense Bernard Tschumi (Losana, 1944), quien ha recurrido a las Lecciones de estética, el volumen clásico de Georg Hegel (1770-1831), para extraer una “definición mínima de arquitectura”. Existen infinidad de traducciones del tratado de Hegel, escrito originalmente en alemán, pero prefiero traducir literalmente la cita que me parece más ajustada a la versión de donde Tschumi se inspira para extraerla: “La arquitectura... como arte de la externalidad, implica diferencias con la escultura que residen en que el objeto tenga su propio significado, o bien sea interpretado como un medio que satisface un fin externo a sí mismo y en última instancia dicha subordinación conserve simultáneamente la independencia del objeto de su utilidad”. En términos simples, Hegel afirma que la arquitectura es el arte de la externalidad. Cuando se le compara con la escultura, la arquitectura se diferencia de las demás bellas artes por la medida de utilidad que posee. Invariablemente debe servir a fines que sobrepasan su funcionalidad, y es precisamente en la independencia de estos fines estéticos, donde según el filósofo alemán, reside su condición de arte.
Lorenzo Rocha
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