Los viajes culturales o de placer no son algo reciente, pero se llaman turismo desde hace apenas 200 años. La palabra deriva del "Grand tour", la costumbre iniciada en el Siglo XVIII por la clase aristocrática europea, que consistía en enviar a los jóvenes varones a recorrer en tren las principales capitales europeas: París, Londres, Bruselas, Roma, etcétera. En la actualidad el turismo ya no está restringido a la gente rica, pero se requiere de cierta solvencia económica para emprender cualquier viaje. Por ello, existen muchas opciones para los distintos intereses y posibilidades, el turismo se ha convertido en el sustituto de la peregrinación.
Aproximadamente desde la década de los ochenta del siglo pasado, se puede identificar cierto tipo de arquitectura, edificios emblemáticos firmados por los arquitectos famosos, como el reclamo turístico de muchas ciudades. Esta tendencia fue claramente iniciada por Pascual Maragall, el alcalde de Barcelona durante los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992. El visionario edil vió la posibilidad de ligar a la arquitectura de autor con la promoción turística y la renovación urbana. Esta fórmula ha funcionado de maravilla para otras ciudades españolas y ha sido imitada prácticamente en todo el mundo.
Las atracciones turístico-arquitectónicas se materializan principalmente en museos o salas para conciertos, pero curiosamente son atractivas al visitante en mayor medida por el edificio en su escala urbana, que por el programa cultural que alberga. Mucha gente visita el Museo Guggenheim (en Bilbao o Nueva York), pero no entra en las salas de exposición, se conforma con ver el edificio desde fuera, entrar al vestíbulo, a la tienda y a la cafetería. Existen agencias de viajes que se especializan en la organización de recorridos por países como Estados Unidos, Japón y diversas capitales europeas, haciendo paradas en los edificios emblemáticos de la arquitectura contemporánea. Grupos de estudiantes, arquitectos, diseñadores e ingenieros, contratan a dichas agencias para visitar la obra de Le Corbusier, Mies van der Rohe o Frank Lloyd Wright por ejemplo, y les encargan el transporte, alojamiento y permisos para visitar residencias privadas o instalaciones científicas. Pero no sólo se interesan en ello los expertos en la materia, existe un público bastante amplio que solicita este servicio, a veces combinado con charlas sobre los edificios.
Es frecuente ver largas filas de gente esperando su turno para entrar a la casa de Luis Barragán en Tacubaya, a la casa Steiner de Adolf Loos en Viena, o a la Villa Savoye de Le Corbusier a las afueras de París, estos sitios se han convertido en auténticos santuarios para los seguidores de los arquitectos famosos.
Lorenzo Rocha
jueves, 28 de noviembre de 2013
jueves, 21 de noviembre de 2013
NUEVO MUSEO
El recién inuagurado Museo Jumex es un edificio que causa un impacto sensorial desde el primer momento. Se llega a él cruzando una sencilla plaza de mármol travertino, que lleva a la luminosa entrada. No es coincidencia que el diseño volumétrico exterior, obra del arquitecto inglés David Chipperfield, se asemeje a una fábrica por su cubierta en forma de "dientes de sierra". De hecho parece un ícono o la abstracción de la forma fabril, como una fábica en miniatura o de juguete.
¿Qué se producirá en esta nueva fábrica? Por el momento su principal producto es la expectación. No creo ser el único espectador que ve con esperanza positiva la inuaguración de una institución cultural. Todo parece indicar que este nuevo museo se plantea acercar al público a la apreciación del arte contemporáneo. Si este es su objetivo, no será nada fácil conseguirlo, ya que el arte actual tiene mucha relación con la literatura especializada en la materia y todos sabemos que en nuestro país la tasa de lectores es muy baja y va siempre en decrecimiento.
Sin embargo, desde su primera exposición, el Museo Jumex muestra una encomiable intención didáctica. Las exposiciones presentadas el primer día contenían explicaciones detalladas sobre los artistas y algunos datos biográficos e históricos que acompañan a las fichas curatoriales de algunas obras. Además durante el día de la inauguración hubo charlas con artistas, críticos especializados e incluso con el arquitecto del edificio.
La arquitectura de Chipperfield ha sido una excelente elección para dotar del espacio adecuado a la colección y fundación Jumex. Sus salas son muy flexibles para distintos montajes museográficos. Cuenta con espacios exteriores para las artes performáticas y su planta superior tiene una iluminación constante que casi no cambia entre el día y la noche. Incluso se ha utilizado una de las plantas subterráneas de estacionamiento para exponer obras de arte.
Desde el punto de vista urbanístico, no hay la misma coherencia, ya que los edificios aledaños no armonizan en absoluto con el nuevo museo. Siguen el planteamiento contemporáneo de colocar objetos a la vera de una calle, como se colocan las tazas y jarras sobre una estantería. Tampoco la zona de Polanco tiene las características idóneas para una estructura peatonal y de transporte público que fomente el acceso a sus museos y teatros, quizá la decisión responda a un criterio que privilegia el uso del automóvil sobre los demás medios de locomoción. Ojalá que este nuevo recinto no reste importancia a la galería Jumex, situada desde hace más de diez años en la fábrica de Ecatepec.
Lorenzo Rocha
¿Qué se producirá en esta nueva fábrica? Por el momento su principal producto es la expectación. No creo ser el único espectador que ve con esperanza positiva la inuaguración de una institución cultural. Todo parece indicar que este nuevo museo se plantea acercar al público a la apreciación del arte contemporáneo. Si este es su objetivo, no será nada fácil conseguirlo, ya que el arte actual tiene mucha relación con la literatura especializada en la materia y todos sabemos que en nuestro país la tasa de lectores es muy baja y va siempre en decrecimiento.
Sin embargo, desde su primera exposición, el Museo Jumex muestra una encomiable intención didáctica. Las exposiciones presentadas el primer día contenían explicaciones detalladas sobre los artistas y algunos datos biográficos e históricos que acompañan a las fichas curatoriales de algunas obras. Además durante el día de la inauguración hubo charlas con artistas, críticos especializados e incluso con el arquitecto del edificio.
La arquitectura de Chipperfield ha sido una excelente elección para dotar del espacio adecuado a la colección y fundación Jumex. Sus salas son muy flexibles para distintos montajes museográficos. Cuenta con espacios exteriores para las artes performáticas y su planta superior tiene una iluminación constante que casi no cambia entre el día y la noche. Incluso se ha utilizado una de las plantas subterráneas de estacionamiento para exponer obras de arte.
Desde el punto de vista urbanístico, no hay la misma coherencia, ya que los edificios aledaños no armonizan en absoluto con el nuevo museo. Siguen el planteamiento contemporáneo de colocar objetos a la vera de una calle, como se colocan las tazas y jarras sobre una estantería. Tampoco la zona de Polanco tiene las características idóneas para una estructura peatonal y de transporte público que fomente el acceso a sus museos y teatros, quizá la decisión responda a un criterio que privilegia el uso del automóvil sobre los demás medios de locomoción. Ojalá que este nuevo recinto no reste importancia a la galería Jumex, situada desde hace más de diez años en la fábrica de Ecatepec.
Lorenzo Rocha
jueves, 14 de noviembre de 2013
CONCRETO
En España lo llaman hormigón y en otros países de habla hispana, cemento armado. En México adoptamos el anglicismo, ya que mucho del vocabulario técnico de la construcción nos ha llegado de Estados Unidos. Aunque pensamos que es un material moderno, el concreto era utilizado por los romanos hace 2500 años, de ahí deriva la raíz latina de la palabra, que significa compacto, sólido. Después de la caída del imperio, se dejó de desarrollar esta tecnología constructiva. Algunos arquitectos lo llaman "la piedra del Siglo XX" ya que se comenzó a utilizar nuevamente a finales del Siglo XIX y fue durante el Modernismo que su uso se extendió por todo el mundo.
El color natural del concreto es el gris, pero en algunos casos se utiliza el cemento blanco y algunos colorantes o agregados pétreos que le aportan color y textura. Para su producción se utilizan moldes de madera o acero, las cimbras o encofrados que dejan su huella en el acabado final. El distinto uso del concreto coincide con los rasgos culturales de los arquitectos y a veces con sus propias biografías. Tal es el caso del arquitecto estadunidense Louis Kahn, quien no buscaba la perfección a ultranza. Kahn buscaba en el concreto la "tersura de las alas de una mariposa", pero no evitaba las imperfecciones y huellas del proceso. El arquitecto no pensaba que fuera necesario luchar contra las marcas que deja la cimbra sobre la superficie terminada, según él "había que trabajar con las imperfecciones hasta poseerlas y convertirlas en virtudes", quizá esta opnión se relacione con el hecho de que Kahn sufrió un accidente de niño que dejó cicatrices imborrables en su rostro.
Le Corbusier, uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna, inventó el "Béton brut", técnica que resaltaba las marcas del proceso de construcción sobre las superficies de los inmensos muros colados en concreto. De ahí derivó el término de "Arquitectura brutalista", acuñado por los Smithson, quenes también lo utilizaron. En México Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky fueron de los más asiduos seguidores del maestro suizo.
Mirando hacia oriente nos encontramos con el preciosismo del japonés Tadao Ando, quien ha hecho todo lo posible para que las superficies de sus muros de concreto sean lisas y suaves al tacto. Los muros de Ando solamente muestran las divisiones propias de los paneles con los que realiza sus moldes, divisibles en unidades de medida que se llaman "Tatami". En los espacios de Ando, sólo se ven las marcas de los atiesadores de la cimbra, unos pequeños orificios redondos que marcan un ritmo constante en las proporciones de sus muros.
Lorenzo Rocha
El color natural del concreto es el gris, pero en algunos casos se utiliza el cemento blanco y algunos colorantes o agregados pétreos que le aportan color y textura. Para su producción se utilizan moldes de madera o acero, las cimbras o encofrados que dejan su huella en el acabado final. El distinto uso del concreto coincide con los rasgos culturales de los arquitectos y a veces con sus propias biografías. Tal es el caso del arquitecto estadunidense Louis Kahn, quien no buscaba la perfección a ultranza. Kahn buscaba en el concreto la "tersura de las alas de una mariposa", pero no evitaba las imperfecciones y huellas del proceso. El arquitecto no pensaba que fuera necesario luchar contra las marcas que deja la cimbra sobre la superficie terminada, según él "había que trabajar con las imperfecciones hasta poseerlas y convertirlas en virtudes", quizá esta opnión se relacione con el hecho de que Kahn sufrió un accidente de niño que dejó cicatrices imborrables en su rostro.
Le Corbusier, uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna, inventó el "Béton brut", técnica que resaltaba las marcas del proceso de construcción sobre las superficies de los inmensos muros colados en concreto. De ahí derivó el término de "Arquitectura brutalista", acuñado por los Smithson, quenes también lo utilizaron. En México Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky fueron de los más asiduos seguidores del maestro suizo.
Mirando hacia oriente nos encontramos con el preciosismo del japonés Tadao Ando, quien ha hecho todo lo posible para que las superficies de sus muros de concreto sean lisas y suaves al tacto. Los muros de Ando solamente muestran las divisiones propias de los paneles con los que realiza sus moldes, divisibles en unidades de medida que se llaman "Tatami". En los espacios de Ando, sólo se ven las marcas de los atiesadores de la cimbra, unos pequeños orificios redondos que marcan un ritmo constante en las proporciones de sus muros.
Lorenzo Rocha
jueves, 7 de noviembre de 2013
ARQUITECTURA CAPITALISTA
Según el economista Mark Fisher: "Es más fácil imaginar el fin del mundo, que el fin del capitalismo". También Slavoj Zizek ha tocado el tema, en tono humorístico, aludiendo a la falsa libertad que vivimos dentro del sistema capitalista, el cual se fundamenta en la democracia para argumentar una supuesta libertad universal, cuando en realidad nuestras decisiones están acotadas por la economía.
En la arquitectura sucede un fenómeno similar, parecería que actualmente es posible cosntruir casi cualquier proyecto que podamos imaginar, sin embargo, la gran mayoría de la población mundial sigue sin tener acceso a la alta tecnología constructiva y los espacios donde se desarrolla su vida, han evolucionado poco o nada en los últimos dosmil años.
Las reglas del mercado —que hoy en día son, sin duda, más importantes que las constituciones políticas de los estados nacionales— han convertido a la arquitectura en un bien de consumo. Por lo tanto, el desarrollo conceptual de la arquitectura se ha vuelto marginal, solamente accesible para proyectos emblemáticos y únicamente comprensible para los expertos en la materia, quienes no son casi nunca sus destinatarios finales. Hablamos de la obra de moda, tal o cual museo o aeropuerto, pero nuestros discursos académicos no son escuchados, ni son del interés del visitante, transeunte, o del viajero, que experimenta sus resultados inmediatos. Los arquitectos sufrimos de un sesgo cognitivo que nos ancla a nuestras convicciones preconcebidas y nubla nuestra visión del mundo externo y sus innegables elementos. Basta ver las infografías colocadas sobre las vallas de un proyecto en construcción, el dibujante ha omitido cables, escombros, basura y ha pintado de azul el cielo que casi siempre es gris. Si quisiéramos acercarnos más a la realidad social, los arquitectos deberíamos pensar en los medios más adecuados para construir mecanismos efectivos de movilización social, que tengan impacto real en el paisaje urbano. La transformación urbana, no va a llegar a nuestras mesas de dibujo, hay que conseguirla en la calle.
La auto-orgnización ciudadana tiene mejores resultados en el campo de acción, que los programas gubernamentales asistidos por arqutiectos, urbanistas, economistas y sociólogos. ¿Llevará esto a la desaparición de la arquitectura como la conocemos? En realidad la mayoría de los arquitectos actuales trabajan de modo muy diferente al tradicional, su función es cada vez más dispensable, si ello conlleva un mejor aprovechamiento del espacio para el bien del público, que así sea.
Lorenzo Rocha
En la arquitectura sucede un fenómeno similar, parecería que actualmente es posible cosntruir casi cualquier proyecto que podamos imaginar, sin embargo, la gran mayoría de la población mundial sigue sin tener acceso a la alta tecnología constructiva y los espacios donde se desarrolla su vida, han evolucionado poco o nada en los últimos dosmil años.
Las reglas del mercado —que hoy en día son, sin duda, más importantes que las constituciones políticas de los estados nacionales— han convertido a la arquitectura en un bien de consumo. Por lo tanto, el desarrollo conceptual de la arquitectura se ha vuelto marginal, solamente accesible para proyectos emblemáticos y únicamente comprensible para los expertos en la materia, quienes no son casi nunca sus destinatarios finales. Hablamos de la obra de moda, tal o cual museo o aeropuerto, pero nuestros discursos académicos no son escuchados, ni son del interés del visitante, transeunte, o del viajero, que experimenta sus resultados inmediatos. Los arquitectos sufrimos de un sesgo cognitivo que nos ancla a nuestras convicciones preconcebidas y nubla nuestra visión del mundo externo y sus innegables elementos. Basta ver las infografías colocadas sobre las vallas de un proyecto en construcción, el dibujante ha omitido cables, escombros, basura y ha pintado de azul el cielo que casi siempre es gris. Si quisiéramos acercarnos más a la realidad social, los arquitectos deberíamos pensar en los medios más adecuados para construir mecanismos efectivos de movilización social, que tengan impacto real en el paisaje urbano. La transformación urbana, no va a llegar a nuestras mesas de dibujo, hay que conseguirla en la calle.
La auto-orgnización ciudadana tiene mejores resultados en el campo de acción, que los programas gubernamentales asistidos por arqutiectos, urbanistas, economistas y sociólogos. ¿Llevará esto a la desaparición de la arquitectura como la conocemos? En realidad la mayoría de los arquitectos actuales trabajan de modo muy diferente al tradicional, su función es cada vez más dispensable, si ello conlleva un mejor aprovechamiento del espacio para el bien del público, que así sea.
Lorenzo Rocha
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