Las próximas olimpiadas de verano a celebrarse en 2020 serán en Tokio, pero ya comienzan a ensombrecerse por una investigación sobre corrupción que aún no sido resuelta. Al parecer, el comité olímpico japonés ha pagado cerca de tres millones de dólares a una empresa consultora y de cabildeo que pertenece al hijo de Lamine Diack, quien fue presidente de la Federación Internacional de Atletismo y dimitió por acusaciones de corrupción. Medios de información como The Guardian sugieren que dicha suma constituyó un soborno para que la capital japonesa fuera elegida como sede para las próximas olimpiadas.
Un estudio mencionado por el periódico New York Times afirma que todas las ciudades organizadoras de las olimpiadas en los últimos treinta años han perdido dinero. En parte por esta razón algunas ciudades como Munich, Oslo y Boston han retirado sus candidaturas para organizar los juegos, debido a la fuerte oposición popular.
La ciudad de Rio de Janeiro queda en relativas buenas condiciones después de las pasadas dos semanas de juegos. Aunque no llegará a saldos positivos, su infraestructura de transporte ha quedado ampliada con una nueva linea de metro, un nuevo tren ligero y varias rutas de autobuses con vías preferenciales, así como la renovación de algunos estadios y la construcción del puerto deportivo, el cual dota a la ciudad con una larga pasarela pública. El gobierno de la ciudad carioca ha sido criticado por invertir grandes sumas de dinero en obras que favorecen a quienes más dinero tienen, como el campo de golf y los 3,600 apartamentos de lujo de la villa olímpica, que serán vendidos a los más altos precios.
La perspectiva para el futuro de las ciudades que contemplen organizar unos juegos olímpicos no es muy prometedor, ya que la construcción de infraestructura y equipamiento urbano en el sistema capitalista global ha pasado de ser tarea del estado a convertirse en operaciones concertadas con la iniciativa privada.
Quizá en el futuro se reconstruya Olimpia, en Grecia y se utilicen sus instalaciones para todos los juegos subsecuentes. Dicha infraestructura podría estar financiada internacionalmente, en proporciones justas según las ganancias, es decir, principalmente por los Estados Unidos de América, que son los ganadores casi hegemónicos de la derrama económica deportiva. Esta propuesta es muy aventurada, pero existen numerosos factores políticos, económicos y sociales que han ido inhibiendo gradualmente, la propensión de la mayoría de las ciudades a ofrecerse como sedes.
La organización de una olimpiada es un hecho urbano importante para cualquier ciudad, como lo fue para México en 1968 o para Los Ángeles en 1932 y 1984. Sin embargo, se está convirtiendo en una deseconomía de escala, ya que los costos de organización están muy por arriba de los beneficios para la ciudad. La mayoría de las ciudades que se han embarcado en la organización de juegos de verano, han desperdiciado sus recursos públicos para fomentar una imagen de progreso muchas veces falsa y gran parte de los edificios que han sido construidos han quedado subutilizados como el famoso Estadio Nacional, conocido como “el nido” construido en Pekín en 2008, que ahora se utiliza para ferias comerciales y que está en riesgo de ser demolido en los próximos años.
Lorenzo Rocha