jueves, 5 de octubre de 2017

DAMNIFICADOS

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Durante la última semana hemos escuchado a mucha gente que ha expresado su intención de colaborar en la reconstrucción de las casas y edificios destruidos durante los terremotos del pasado mes de septiembre, tanto en la capital como en las demás poblaciones afectadas. Se trata sin duda de muestras de gran generosidad y de genuino interés por contribuir a mejorar el estado de las cosas después del desastre.
Antes de comenzar un esfuerzo serio y profesional de reconstrucción, sería de gran importancia definir sus parámetros. Los damnificados, las personas que sufrieron daños por el desastre, son sin duda millones, no solamente los directamente afectados. Sin duda se trata en primera instancia de quienes perdieron sus hogares, escuelas y lugares de trabajo, estas personas son las que requieren ayuda con mayor urgencia, pero también es necesario tomar en cuenta a quienes carecen de vivienda digna, no necesariamente por efectos de los desastres, sino por su nivel de pobreza.
Una experiencia que deriva del terremoto de 1985 es que la desigualdad y la pobreza se hicieron aún más evidentes durante la catástrofe, a los albergues construidos para atender a los daminificados, se presentaron numerosas personas que ya vivían en la miseria desde antes del desastre. Hasta hace algunos años aún vivían en la colonia Roma personas que construyeron casas de cartón en los terrenos donde se habían colapsado algunos edificios, dichos “albergues temporales”, permanecieron habitados por más de 20 años, otros aún existen en la periferia de la ciudad. Esperemos que esto no suceda de nuevo, que los refugios temporales no se conviertan en moradas definitivas. Los recientes sismos nos han recordado que al menos en la ciudad de México, existen decenas de edificios en peligro de colapsar y que una buena parte de la construcción dañada hace 32 años nunca se reparó y continúa abandonada, además de los numerosos terrenos baldíos que no han sido aún edificados.
Considero que un plan de reconstrucción debe intentar incluir también a la población que vive permanentemente en condiciones precarias. Parece injusto que se vayan a construir casas nuevas para quienes perdieron las suyas recientemente, excluyendo a quienes nunca han tenido una vivienda de buena calidad.
Es obvio que la reconstrucción no es una tarea exclusiva del estado, como tampoco lo es la construcción sólida de viviendas, asi como la actuación socialmente responsable de los empresarios del sector inmobiliario. Si abordamos el problema positivamente, el esfuerzo de reconstrucción que enfrentaremos durante los próximos meses y años resultará en la mejoría de las condiciones de vida de toda la población, para que en desastres futuros haya cada vez menos damnificados y también disminuya la cantidad de personas desposeídas, que es alarmante en nuestro país.

Lorenzo Rocha

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