jueves, 28 de junio de 2018

CULTURA TECTÓNICA

Según Gottfried Semper, el gran teórico de la arquitectura que en el siglo XIX describió los “Cuatro elementos de la arquitectura”, la tectónica corresponde al trabajo de carpintería relacionado con las cubiertas de las construcciones. Por carpintería no solamente se refiere a la construcción con madera sino a los elementos que requieren de ser ensamblados entre sí, como el acero y otros similares.
En 1995 Kenneth Frampton escribió su libro “Estudios sobre la cultura tectónica”, el cual trata sobre el lenguaje poético de la arquitectura, que se expresa mediante los elementos constructivos. El autor lleva mucho más alla el concepto de lo que lo hizo su predecesor, ya que analiza la arquitectura moderna posterior a Semper bajo la óptica de la expresión funcional y estructural, más que como un arte solamente relacionado con la forma abstracta y el espacio.
La cultura tectónica o bien la expresión arquitectónica constructiva, parece un concepto difícil de comprender para quienes no cuentan con preparación universitaria en arquitectura o ingeniería. Pero no es así, casi cualquier persona es capaz de percibir si los elementos de los que está construido un edificio se encuentran en un orden correcto para expresar que se sotienen, que son sólidos, luminosos, transparentes o cualquier otra caraterística relacionada con los materiales de los que está construida la obra en cuestión. Para muchas personas el correcto uso del lenguaje tectónico se traduce en “una cualidad sin nombre”, como decía Christopher Alexander, en algo que se percibe como correcto pero que es difícil de identificar ya que constituye un todo, que es distinto a cada una de las partes que lo componen.

La belleza de la arquitectura deriva precisamente del dominio que tiene el diseñador sobre el lenguaje arquitectónico. Dicha belleza, perceptible para cualquiera, no se fundamenta en la repetición de fórmulas exitosas, sino en la capacidad que tenga el arquitecto de evolucionar en su expresión poética personal. Una de las características del dominio del lenguaje es utilizar los materiales para las funciones que mejor cumplen por sus propias características físicas, por su peso, resistencia, opacidad, flexibilidad, capacidad de aislamiento, etcétera. La utilización de un material de modo contrario a su naturaleza, como usar pavimentos para cubrir techumbres, o cristales para los suelos, se puede considerar como “falta de ortografía arquitectónica”, que será inmediatamente captada por las personas, aunque sea de manera inconsciente. La arquitectura de calidad no deja lugar para las ocurrencias y las excentricidades inútiles.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de junio de 2018

DESPROGRAMACIÓN

En la arquitectura las necesidades de los habitantes son las que dan la forma a las casas y edificios. Dichas listas de actividades y servicios componen lo que los expertos y profesores conocen como “programa arquitectónico”. Durante el siglo XX, los arquitectos se esforzaron considerablemente en depurar, maximizar y precisar dichas necesidades, principalmente para la optimización de la vivienda y su producción en serie. Pero la necesidad de vivienda digna aun sigue sin resolverse. La arquitectura es una actividad que depende de las condiciones donde se localice, en factores económicos, políticos y sociales que están más alla del alcance de los arquitectos, no obstante los profesionales del diseño y la construcción deben ser capaces de aprovechar los factores externos para hacer su trabajo del mejor modo posible.
Recientemente ha destacado en el ámbito arquitectónico el concepto de “espacio libre”. Las arquitectas irlandesas Yvonne Farrell y Shelley Mc Namara, publicaron el 2017 el “Freespace manifesto” en el cual fundamentaron la curaduría de la XVI Bienal de arquitectura de Venecia. Los valores más importantes de dicho manifiesto son la generosidad y la calidad del espacio público y privado. Una de las características del espacio libre es que está fuera del programa de necesidades, se trata de areas flexibles y de usos múltiples que cambian según el público que las utiliza, necesidades que son dinámicas en cuanto al tiempo y el espacio.
¿Cómo se puede lograr dicha generosidad, cuando el espacio es un bien cada vez más escaso en la ciudad? El problema es fundamentalmente económico. En lugar de pensar un espacio para cada actividad como comer, dormir, trabajar, etcétera, conviene pensar en espacios flexibles, en el mínimo posible de divisiones internas. Al mismo tiempo, es necesario buscar tecnologías constructivas que optimicen los recursos disponibles, si se construye a un menor precio, este ahorro debe aprovecharse para hacer espacios más generosos.

Los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal han encontrado en la libertad estructural, una clave para la generación de espacios libres y fuera del programa arquitectónico. El mejor ejemplo de ello es la Escuela de arquitectura de Nantes, construida por ellos en 2009. En dicho edificio los arquitectos consiguieron construir el máximo posible de metros cúbicos mediante un sistema estructural prefabricado parecido al que se utiliza en los estacionamientos públicos. De este modo, la escuela cuenta con grandes áreas libres que los estudiantes y profesores pueden adaptar para actividades públicas y privadas e incluso es posible construir otros locales dentro del edificio ya que la capacidad de carga de la estructura es de una tonelada por cada metro cuadrado.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de junio de 2018

ARQUITECTURA DEL PODER

En distintos períodos de la historia, la clase con poder político y económico ha requerido de edificios que representen sus valores y materialicen sus aspiraciones. Distintos regímenes políticos en países como Rusia, Alemania y Estados Unidos han encargado a sus arquitectos oficiales, el diseño de palacios con carácter monumental para los poderes del gobierno, con grandes columnas, cúpulas y pórticos de inspiración clásica.
Dichos edificios cuentan con elementos comunes que les han dado valor simbólico mediante formas expresivas que remiten a la época clásica, a la arquitectura grecorromana que es percibida por la mayoría de la gente como sinónimo inequívoco de grandiosidad.
Entre estos destaca sin duda Albert Speer, el arquitecto preferido del tercer Reich. Entre sus obras se cuenta el estadio olímpico de Berlín construido en 1936 con los materiales más duraderos de tal modo que pudiera permanecer en pie hasta mucho tiempo después de la vida del líder y del régimen nacional socialista, para que futuras generaciones pudieran conocer los vestigios de la era en la que se construyó.
El estadio Luzhniki en Moscú, en el cual se llevarán a cabo partidos muy importantes, como la inauguración y la final de la copa mundial de fútbol que comienza hoy, fue construido en 1956 durante la era soviética y originalmente se llamó “Estadio central Lenin”. Su lenguaje también recuerda los elementos clásicos antiguos, ya que está rodeado de una galería externa formada por arcos y columnas. En este estadio se llevaron a cabo los juegos olímpicos de 1980.
Como podríamos asumir, la arquitectura monumental no está reservada solamente para los regímenes totalitarios, su lenguaje clásico también ha sido utilizado por países democráticos como los Estados Unidos, si bien no para simbolizar su poder absoluto, sino para hacer propaganda de sus aspiraciones imperialistas. Un buen ejemplo es el Los Angeles Memorial Coliseum, que lleva la influencia romana hasta en su propio nombre. Dicho estadio fue construido en 1923 y fue la sede principal para los juegos olímpicos de 1932 y también se utilizó para las olimpiadas de 1984, pero no cumplió con los requisitos necesarios para que se jugase en él la copa mundial de fútbol de 1994.

Sedes gubernamentales, estadios olímpicos, mundiales de fútbol, son todos símbolos de poder en los cuales el arquitecto se alinea con los intereses de quienes los encargan y organizan. Son todas ellas expresiones megalómanas de individuos y grupos que pretender aferrarse al poder y hacerse eternos, tal como lo afirmaba el arquitecto austriaco Eduard Sekler, autor del texto “Architecture and the flow of time” (La arquitectura y el flujo del tiempo): “La arquitectura y el tiempo están entrelazados de muchas formas y permanecen sujetos a una mutua influencia. El tiempo (chronos) tiene como compañía inevitable a la necesidad (ananke)... Pero el olvido también está ligado al tiempo el cual, para defenderse de su fuerza que lo devora todo, usa como su principal aliada a la arquitectura”.
Lorenzo Rocha

jueves, 7 de junio de 2018

INDIVIDUALISMO

Una característica clara de la idiosincracia de los mexicanos es nuestra poca disposición al trabajo en equipo. El nuestro es un pueblo que ha destacado en gran cantidad de actividades y artes a nivel individual, pero pocas veces por trabajos en conjunto. Este fenómeno lo hemos constatado en los deportes, las artes y la ciencia, donde ha habido mexicanos que han obtenido reconocimiento internacional por sus valiosas aportaciones al conocimiento humano. Octavio Paz recibió el premio Nobel de literatura en 1990, un hecho que motivó un gran orgullo a nivel nacional. 
En 1980 Luis Barragán fue acreedor al premio Pritzker, una de las máximas distinciones para un arquitecto, desde entonces no hemos tenido ninguna distinción similar, aunque ha habido otros arquitectos muy talentosos en nuestro país. Esto quizá se deba en parte al pragmatismo y la ausencia de sentido crítico de nuestra profesión que ha sido notable en tiempos recientes. La arquitectura mexicana en la actualidad sufre de la erosión que provoca la falta de sentido de comunidad entre quienes la practicamos. Los arquitectos mexicanos somos poco solidarios entre nosotros y preferimos gozar de prestigio personal, antes que renunciar a el por cuestiones éticas y a favor del bien común.
Como ejemplo de ello hemos visto como se ha vulnerado el patrimonio construido de la UNAM por la edificación de proyectos que dañan el aspecto de sus inmediaciones. También han sido demolidas entre 2011 y 2015, dos construcciones muy importantes para la historia de la arquitectura modernista mexicana: el Super-servicio Lomas de Vladimir Kaspé (1946) y el conjunto Manacar de Enrique Carral (1961), para ser sustituidos por edificios diseñados por el arquitecto Teodoro González de León, fallecido en 2016.
Los arquitectos mexicanos no funcionamos como un gremio en el que defendemos nuestros intereses comunes, lo cual resulta contraproducente ya que somos profesionales propensos a ceder ante las presiones de los promotores inmobiliarios voraces y los funcionarios públicos corruptos. Muchos arquitectos justifican su falta de ética y cortesía profesional bajo el pretexto de que si no aceptan ellos el encargo, alguien más lo hará, lo cual es completamente cierto, pero carece totalmente de validez desde el punto de vista moral.
El momento actual, en el cual estamos frente a un período electoral muy tenso donde se han enfrentado posiciones antagónicas, conviene hacer un examen de conciencia a nivel personal y decidir no solamente por quien votar, sino cuáles serán las nuevas normas de comportamiento que adoptaremos como ciudadanos en el futuro. Es muy improductivo esperar que una sola persona vaya a solucionar todos nuestros problemas. Es cierto que el buen liderazgo es muy positivo, pero cada uno de nosotros debe responsabilizarse de su propia actitud frente a las decisiones que tomamos diariamente.

Los gremios profesionales deben seguir sus códigos éticos y funcionar de modo similar a las organizaciones de la sociedad civil. Los arquitectos debemos defender nuestro patrimonio y la imagen urbana de nuestras ciudades sin que las autoridades nos lo exijan.
Lorenzo Rocha

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