El filósofo francés Jean-Luc Nancy, quien ha escrito libros fundamentales para entender el concepto contemporáneo de comunidad, en su libro “Ser singular plural”, publicado en 1996 escribió: “Todo espacio con sentido es común (por lo tanto, todo el espacio es común...)”.
La calle es por definición el lugar de la contingencia, de la negociación y del civismo. El acceso a los espacios privados, pasa siempre por el lugar común, su sentido es precisamente ese, el de conducirnos de un espacio público a otro privado. Por esa razón el urbanismo actual se ha visto trastocado por la necesidad de seguridad y la consecuente privatización del espacio público. Las urbanizaciones privadas, con accesos restringidos solo para los vecinos, sus invitados y empleados y con vías motorizadas y peatonales siempre vigiladas, aparecen ante nosotros como una alegoría de los barrios comunes de la ciudad. En estos lugares, los niños juegan, los mayores pasean o hacen ejercicio al aire libre, pero nadie es ajeno al conjunto.
En cambio, en cualquier otra parte de la ciudad, el espacio público, a pesar de ser menos seguro, tiene mucha mayor riqueza y alienta auténticamente el sentido de comunidad. Salir a pasear a pie o en bicicleta por la ciudad, recrea la vista, nos saca del aislamiento y nos permite descubrir edificios nuevos y en ocasiones entrar en contacto con personas desconocidas.
La vivienda actual se debate entre dos extremos no necesariamente opuestos, aunque sin duda mutuamente excluyentes: la individualidad y la colectividad. Algunas personas prefieren prescindir de la vida comunitaria para obtener seguridad y exclusividad, mientras otras buscan el mayor contacto posible con los demás habitantes de sus comunidades. Unas casas son unifamiliares, grandes y lujosas y las otras, son conjuntos plurifamiliares, compuestos por apartamentos austeros y pequeños. Este nivel de desigualdad deriva en parte de un cambio general de paradigma urbano, en el cual el Estado ha cedido la iniciativa del desarrollo inmobiliario al sector privado y la planificación urbana ha prácticamente desaparecido. Quizá nuestro modelo podría funcionar mejor, simplemente si la policía fuera capaz de controlar el crimen.
Lorenzo Rocha