jueves, 15 de octubre de 2020

DESACRALIZAR

La ciudad de Bristol en Inglaterra, se distingue de otras por la creatividad con la que sus arquitectos y urbanistas han aprovechado sus espacios desacralizados. De este modo, existen en la ciudad más de una docena de antiguas iglesias que han sido transformadas en espacios artísticos, comunitarios y en viviendas. Entre ellas destaca sin duda, la antigua iglesia de St. Paul, la cual ha sido convertida en escuela circense.
En las ciudades los usos y las costumbres cambian constantemente. La transformación forma parte del espíritu urbano, la fuerza transformadora proviene del mismo lugar de donde se originan las ciudades.
En este contexto, es lógico que ciertos espacios religiosos terminen por cambiar de uso, en el caso de las iglesias y los cementerios, la carga simbólica difícilmente desaparece o se ve superada por el nuevo uso. Cuando por cualquier motivo la vigencia de un templo llega a su fin, crea invariablemente la necesidad de profunda reflexión urbanística, antes de proceder a su sustitución. Gran cantidad de ayuntamientos no han sabido cómo lidiar con el peso de dichos inmuebles y han optado por dejarlos cerrados y abandonados, la peor de las alternativas, ya que suelen estar localizados en las mejores zonas de las ciudades.
El impacto urbano de la desacralización de espacios religiosos es de dimensiones considerables, si se lleva a cabo con sensibilidad e inteligencia, puede desencadenar mecanismos muy positivos para el entorno. En la mayoría de los casos, debido a sus características morfológicas, las iglesias desconsagradas se destinan a espacios para espectáculos o para la instalación de piezas de arte. También algunos de ellos se han transformado en bibliotecas y escuelas, aunque pueden cumplir con cualquier función, incluso ser viviendas.
En el caso de los cementerios cuyas tumbas han sido trasladadas a otro lugar, normalmente se han transformado en parques públicos, o simplemente se han aprovechado sus terrenos para cualquier otro tipo de equipamiento urbano. No cabe duda que los arquitectos a quienes se les encarga su transformación deben tomar muy seriamente su carga simbólica.
Lorenzo Rocha

 

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