Léopold Lambert ha escrito un importante libro titulado: Weapoized Architecture. Deconstructing the logic of architectural violence. En él afirma: “La determinación de quien diseña y construye y quien se beneficia del control violento de los cuerpos, invariablemente acarrea consecuencias políticas drásticas.”
Existen distintos tipos de territorios críticos, pero casi todos ellos se caracterizan por que son extensiones territoriales en disputa o en conflicto, donde la convivencia de dos o mas grupos humanos es imposible. A los arquitectos y urbanistas nos falta mucho qué aprender en cuanto a nuestros conceptos de territorios y de fronteras.
Por ejemplo, la frontera entre México y las Estados Unidos, no es una simple linea divisoria, trazada sobre el suelo o conformada por una barrera natural como el Río Bravo. Esa frontera, unos de los territorios mas disputados en el mundo abarca otras dimensiones que no son planas. Existe en el aire, cuando viajamos en avión y aterrizamos en cualquier ciudad en la que debemos atravesar un control policiaco y de aduana. Pero también existe en el plano psicogeográfico, cuando la observamos desde ambos lados y constatamos las condiciones de vida en estas franjas fronterizas. En principio una frontera no es una linea que separa dos territorios, sino es en si misma un territorio.
Otro ejemplo es la separación entre Israel y Palestina, que se verifica en los territorios ocupados en Gaza y Cisjordania. Allí el conflicto es multi dimensional y las fronteras se reproducen en infinidad de pasos y controles entre las dos realidades presentes en el territorio. Ahora que hay un conflicto armado, la tensión que existe en ese lugar desde hace 50 años se esta precipitando y traduciendo en horror y muerte. Es un conflicto entre dos visiones del mundo, un conflicto religioso, ideológico entre dos instancias políticas radicales: Hamás y el Estado israelí, no es exactamente un conflicto entre judíos y musulmanes, ya que estas dos instancias no representan la totalidad de ambos grupos.
Si queremos aprender algo de esta guerra, es que la manipulación mediática y la posverdad se están apoderando de la consciencia colectiva sobre el fenómeno y están llamando genocidio a una conflagración que no lo es. Esto no justifica en lo más mínimo las atrocidades de ambos bandos, pero la objetividad con la que debemos mirar la situación es necesaria para que el resto del mundo no se contagie del fanatismo que ya se ha exacerbado en aquella región.
Las discusiones en medios tendenciosos y en redes sociales están instaladas en la búsqueda de justificaciones para la violencia, en demostrar quién fue el iniciador de la violencia y en un pulso entre ambos lados que impide un proximo cese al fuego.
Lorenzo Rocha