jueves, 27 de octubre de 2011

CALLEJERO


Las calles son sin duda espacios muy peculiares, son espacios públicos (pertenecen al pueblo), paradójicamente son de todas las personas simultáneamente, pero no son de ninguna en particular. La calle es el espacio para ejercer el civismo, pero no aquel que estudiamos en la escuela secundaria, sino el ejercicio de la ciudadanía en todas sus expresiones.

Si yo me siento a leer el periódico a diario en la misma banca, todos los días a la misma hora, eso no quiere decir que tengo más derecho a sentarme ahí que cualquier otra persona, aunque yo sea habitante del barrio, de la ciudad o incluso del país. Si mañana, cuando me dirija a “mi” banca de costumbre, me encuentro que alguien más está sentado ahí, sea alguien conocido, un desconocido o hasta extranjero, tendré que buscarme otro lugar donde sentarme a leer a gusto, ¿o quizá no? Quizá pueda explicarle mi dilema a la persona que encuentre sentada en la banca y ésta sea tan comprensiva que se cambie de lugar y me deje gozar de ese sitio específico, pero ¿qué hago si se niega a moverse?

La convivencia y el uso de la calle están sujetas a mecanismos de continua negociación entre los ciudadanos, aquello que los expertos antropólogos y urbanistas llaman: contingencia. La palabra proviene de la voz latina contingere que también se relaciona con el tacto, significa literalmente estar en contacto. La calle es un lugar donde las personas están en constante contacto, aunque no sean conscientes de ello. En la calle se puede hacer cualquier cosa que no esté penada por la ley, por los códigos civiles y penales, pero también las costumbres como el tono de la voz, el lenguaje, la agresividad, deben moderarse. Los límites de lo que está prohibido y permitido hacer en la calle derivan de la tolerancia entre los ciudadanos y de su capacidad de negociación. En la calle se puede trabajar, comer, dormir, en fin se puede hacer lo mismo que se hace en casa, sin embargo usar la calle correctamente es algo que no puede aprenderse de un día al otro y sus posibilidades son infinitas.

Lorenzo Rocha

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