En las escuelas de arquitectura se habla mucho de la creación de espacios y los conceptos alrededor del proyecto y la construcción. Los ejercicios de la clase de composición comienzan casi siempre con un terreno baldío y utópico donde hay que idear soluciones a un programa de necesidades. Pero en los casi cinco años que dura la carrera de arquitectura (al menos en la UNAM) y su extensión hasta el proyecto de tesis y a veces incluso las maestrías y doctorados, es raro que se plantee la recuperación de los espacios ya existentes. Parece ser que la readaptación o replanteamiento de usos de espacios que fueron diseñados para otras finalidades no es un tema arquitectónico, sin embargo, es el tipo de trabajo que más frecuentemente se nos plantea a los arquitectos. Todos los arquitectos empezamos nuestra práctica profesional con alguna remodelación o ampliación. Con el paso de los años, la recuperación de espacios y la adaptación al contexto urbano, que primero se ven como cargas negativas al proyecto, se vuelven sus mayores riquezas. ¿A quién le interesa un terreno en medio de la nada? ¿Porqué considerar el contexto urbano como una limitante incómoda?
La realidad es que todos los proyectos están en algún lugar específico y todos tienen antecedentes. ¿Cómo sería un proyecto que no involucrara ningún cambio a la forma del edificio preexistente? De hecho, una práctica muy común en el trabajo de los arquitectos de la generación actual es la reactivación de espacios mediante su uso social. Así las viejas fábricas y hospitales parecen haberse convertido en los espacios idóneos para edificar escuelas y museos.
El paradigma del nuevo museo parece ser la antigua fábrica. Quizá el espacio diáfano de las naves industriales resulta el más atractivo para la creación y exposición artística. Desde el punto de vista funcional está claro que los espacios ex industriales son los más eficientes para la facilitar la producción artística, pero seguramente también hay una carga simbólica en la recuperación de espacios, las ruinas nos gustan porque son construcciones con memoria.
Lorenzo Rocha
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