No cabe duda que la arquitectura es la más peculiar de las bellas artes. Siguiendo parte del razonamiento de Theodor W. Adorno, podemos coincidir con el filósofo en que “la verdadera función del arte es que carece de función”. Pero es preciso pisar con cuidado sobre el terreno discursivo de Adorno, ya que la frase anteriormente citada, fue escrita en el contexto de una “dialéctica negativa” en su libro sobre teoría estética. La estructura de este y otros textos de Adorno, consiste en afirmar y sucesivamente negar una idea para evitar la creación de conceptos cerrados e indiscutibles, fundamento general de la Teoría crítica, corriente a la que perteneció este brillante pensador. Por esta razón, si extraemos una cita aislada del texto, habría necesariamente que negarla para evitar su uso incorrecto. En efecto, la carencia de una función práctica determinada es una característica generalmente presente en la obra de arte, pero también existen otros tipos de funciones inherentes al arte, que no son de índole tangible, como la necesidad del goce estético o el cuestionamiento de las estructuras sociales de donde provienen las obras.
En el plano recién expuesto, la arquitectura es un caso paradigmático, ya que todas las obras se construyen para satisfacer una necesidad práctica específica, lo cual da a esta actividad profesional, una funcionalidad clara y definida. Sin embargo, todas las casas, edificios, calles, plazas y jardines que se construyen, cuentan con elementos plásticos que no están ligados a una función práctica definida. Si hubiera una solución perfecta para la construcción habitacional, por ejemplo, entonces todas las casas tendrían que ser iguales en su forma. Sin embargo, cada casa que se construye, es diferente de las anteriores, porque los valores y aspiraciones del arquitecto que la diseña intervienen en su diseño y en la mayoría de los casos, también los de las personas que la habitan.
Tomando el discurso de la funcionalidad según Adorno, podríamos decir que la arquitectura es un arte del equilibrio, en la cual se debe balancear la presencia de elementos prácticos con la presencia de elementos plásticos. Pero también podríamos plantearnos el diseño arquitectónico como un campo donde interactúan dos géneros funcionales: el de la función desde el punto de vista instrumental, con un fin práctico y utilitario directo, la cual se relaciona con la función estética de las obras, que satisface necesidades distintas a las primeras y acerca a la construcción al resto de artes plásticas. En ese caso todo elemento arquitectónico sería funcional.
Lorenzo Rocha
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