
En particular, un proyecto reciente llamado Havre 69, consiguió convertir un pequeño edificio del Siglo XIX que contenía cuatro apartamentos, en un conjunto de 12 viviendas, oficinas y dos locales comerciales, sin afectar la fachada y la integridad de la obra original, ni renunciar a la expresión contemporánea de sus autores. Para ello, los arquitectos Julio Amezcua y Francisco Pardo de AT 103, combinaron los espacios del edificio preexistente con una construcción muy novedosa con espacios de doble altura, amplios ventanales, balcones y terrazas, construida en concreto aparente y hierro estructural.
A partir de esta exitosa experiencia, considero importante desclasificar a una obra de esta naturaleza, del dudoso término de "remodelación". En efecto, nuestra ciudad, con su tradicional costumbre de mantenerse a la retroguardia de los avances mundiales en arquitectura, denuesta toda arquitectura que no sea nueva y la mayoría de los desarrolladores y arquitectos prefieren demoler las construcciones antiguas, antes de usar su creatividad para integrarlas a sus proyectos, donde su trabajo conviva con sus antecedentes urbanos de manera equilibrada.
La lección que nos enseña este notable ejemplo es que las palabras como regenerción, reforma, readaptación, rehabilitación, reciclaje y remodelación, deben dejar de ser categorías secundarias dentro de la construcción urbana. La recuperación de edificios históricos se habrá de convertir en sinónimo de arquitectura, si queremos que el futuro de nuestra ciudad no renuncie a su patrimonio cultural, lo deje de destruir y recupere la calidad espacial urbana y arquitectónica que tuvieron sus barrios originales.
Lorenzo Rocha
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