Durante las dos décadas comprendidas entre los años 1950 y 1970 la arquitectura moderna pasó por un período de una notable lucidez, que ciertamente no se ha repetido en el tiempo transcurrido hasta nuestros días. Se trató de una época en la cual las construcciones gozaron de un equilibrio entre su forma exterior y las características de su estructura. Richard Buckminster Fuller (1895-1983) fue sin duda el personaje más representativo de este período, fue el inventor de la estructura geodésica, la cual ha sido la más evolucionada en su relación eficiente entre el peso del material de construcción y el volumen que encierra. Las estructuras geodésicas y sus derivados se siguen aplicando con éxito a todo tipo de construcciones hasta la actualidad. Sin embargo, los arquitectos actuales no explotan sus cualidades estéticas como lo hicieron sus predecesores.
México también formó parte del movimiento “Estructuralista” de la arquitectura moderna, gracias a la influencia de Félix Candela (1910-1997), mediante sus propias obras y las colaboraciones que estableció con sus colegas de aquella época, quienes aprovecharon sus conocimientos en el diseño y construcción de cascarones de concreto, principalmente en la forma paraboloide-hiperbólica. Desgraciadamente el alto costo de la mano de obra hizo que dicho sistema constructivo resultara incosteable después de los años sesenta.
Es necesario mencionar dentro esta corriente arquitectónica a los arquitectos conocidos como “Metabolistas”, que principalmente trabajaron en Japón durante los años cincuenta, como Kisho Kurokawa (1934-2007), pero cuya influencia se extendíó a otras regiones del mundo gracias a las ferias mundiales. Sus diseños modulares autosuficientes daban gran expresividad a sus construcciones urbanas e inspiraron a arquitectos de la época, quienes realizaron proyectos futuristas de carácter fantástico y también algunos que llegaron a construirse, como pabellones nacionales como el de Suiza en la feria mundial de Osaka en 1972 y el pabellón estadunidense en Montreal 1967, diseñado precisamente por Fuller.
En las décadas subsecuentes la relación expresiva entre la forma y la estructura de los edificios se ha ido esfumando, sin duda aun existen arquitectos como Santiago Calatrava, Renzo Piano y Norman Foster que han intentado mantener el equilibrio entre ambos elementos compositivos. Pero la rapidez y economía en la construcción contemporánea ha seducido a muchos otros arquitectos como Frank Gehry, Zaha Hadid y Peter Eisenman, quienes diseñan sus edificios conceptualmente, con formas fantasiosas y a veces caprichosas, que guardan poca o ninguna relación con las técnicas constructivas que se utilizan para su ejecución. Incluso la infinidad de rascacielos que se construyen en la actualidad no contemplan innovaciones estructurales de importancia, se construyen con acero y concreto para después ser recubiertos con aluminio y cristal, dando origen a soluciones formales que no expresan relación alguna con sus características estructurales.
El actual desequilibrio ecológico en nuestro planeta llama a los arquitectos a retornar a la búsqueda de soluciones menos dispendiosas que la actuales, es tiempo de recuperar las reflexiones truncadas por el formalismo reciente y perseguir de nuevo la eficiencia y el ahorro en las técnicas constructivas.
Lorenzo Rocha
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