De vez en cuando es útil recordar lo pequeños que somos. A pesar de que los humanos tenemos la sensación de ser el centro del universo, comparados con nuestro sistema solar, somos tan insignificantes como una gota en el océano. Pero también hay que recordar que si bien el espacio exterior es infinito, también lo es el espacio interior. Si observamos nuestra piel bajo el microscopio nos percataremos que el espacio entre las células se va haciendo cada vez más grande a medida que nos acercamos. Pero con un instrumento de mayor capacidad, como un microscopio electrónico, veremos que dentro de las células están las cadenas de ácido desoxirribonucléico, donde a su vez están las moléculas de carbono y sus particulas subatómicas, que son infinitamente más pequeñas. No creo que estemos equivocados en sentirnos tan importantes, ya que cada uno de nosotros vive en su propio universo.
En 1977 la pareja de diseñadores estadunidenses Charles y Ray Eames, produjeron y dirigieron el notable cortometraje documental titulado "The Powers of Ten" ("Las potencias de diez"). Este filme científico de tan solo 9 minutos de duración, toma como unidad un cuadrado de 10x10 metros y explora comparativamente su magnitud, alejándose de él a razón de progresiones geométricas que suceden cada 10 segundos. De este modo llega a la dimensión de 10 metros a la vigésimocuarta potencia (un cuadrado de 100 millones de años luz por lado), en la cual nuestra galaxia no es más que un pequeño punto en el espacio infinito.
A partir de esta descomunal magnitud, el filme comienza a el proceso inverso, va decreciendo una potencia de diez cada dos segundos y se adentra en la piel de la mano de un hombre tendido en el pasto. Con ayuda de instrumentos de observación microscópica, va penetrando potencias de diez en sentido negativo. Nuevamente cada diez segundos amplía la imagen en los tejidos y en las células, después en sus nucleos y finalmente en el interior de uno de los átomos de carbono contenidos dentro de una molécula de ADN que pertenece a una célula sanguínea, llegando hasta una dimensión tan minúscula como 10 a la menos dieciseis metros, que es un espacio paradójicamente muy similar al aspecto de su opuesto, el espacio infinito.
No lo había pensado antes, pero el espacio arquitectónico tiene una cierta similitud con la reflexión de los Eames, aunque en una escala más limitada. Los ladrillos se componen de granos de arcilla, que apilados componen los muros, que a su vez dan origen a las casas, y éstas a las manzanas, las ciudades, las regiones, los paises y así sucesivamente.
Lorenzo Rocha
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