Desde que visité por primera vez el edificio construido por Alberto Kalach en la avenida Constituyentes #41, no he dejado de pensar en el texto escrito en 1896 por el arquitecto estadunidense Louis Sullivan, del que deriva la frase "La forma sigue a la función", que es el lema fundamental de la arquitectura moderna.
El texto se titula "The tall office building artistically considered" ("El edificio alto para oficinas, considerado artisticamente") y plantea a grandes rasgos, el problema del diseño de edificios altos, el cual era un género nuevo de edificaciones en aquella época, como un tema artístico. Sullivan divide el criterio para la construcción de dichos edificios en tres elementos generales: basamento, plantas tipo y remate o coronamiento. También argumenta en contra de la ornamentación y declara que al igual que en la naturaleza, en la arquitectura la forma exterior debe responder a la función de cada elemento compositivo. Es curioso que los edificios altos en aquella época, como el Guaranty Building, terminado por Sullivan en Buffalo, Nueva York el mismo año en que escribió su célebre ensayo, tenían apenas unos 11 pisos por encima de su basamento.
Hoy en día casi todos los edificios altos se nombran a si mismos torres, sin importar su escala a nivel humano y su impacto en la linea del horizonte de las ciudades donde se construyen. La mayoría de ellos supera los 50 pisos, por lo cual presentan características y problemas muy distintos a los que enfrentaban los arquitectos de finales del Siglo XIX.
El edificio de Kalach, que fue inagurado a mediados del año pasado, cuenta con un acceso de triple altura, con un jardín interior, siete pisos de oficinas de planta libre y una terraza en la azotea. También tiene un sótano de estacionamiento a un nivel y medio más abajo que la calle, el cual se conecta con el vestíbulo mediante un interesante sistema de orificios con cristales que dejan pasar la luz.
En sentido estricto este edificio no es muy alto, alcanza apenas unos 40 metros por encima de la avenida y su proporción general es un poco inferior a 1:3, por lo cual sería en principio difícil considerarlo como una torre. Sin embargo, cuando se llega a la terraza en el octavo piso, el panorama del bosque de Chapultepec se revela ante nostros de modo impactante. Se trata entonces de una torre a escala humana, con una superficie de apenas 120 metros cuadrados por planta, llena de detalles de gran contenido íntimo y personal, en sus cristalerías y en la estructura triangular que lo soporta, sin la grandiosidad de los rascacielos, pero con todos los elementos arquitectónicos necesarios para poder considerarse como una importante aportación a la arquitectura contemporánea.
Lorenzo Rocha
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