El estilo modernista en la arquitectura, dió lugar a la proliferación de
edificios singulares, construcciones manifiestamente realizadas en
contra del paisaje urbano homogéneo, aisladas del tejido urbano y
colocadas a la vera de las avenidas principales como cafeteras y trastos
sobre una estantería. La mayoría de estos edificios podrían
clasificarse como rascacielos, pero no necesariamente deben ser altos.
Antes del Siglo XX ya existía este tipo de inmuebles, ejemplos de ello
son las pirámides, túmulos, iglesias, palacios, foros y pabellones, que
destacan de la masa urbana por su valor sombólico y político, desde las
épocas más antiguas de la civilización.
La ciudad de México no es el mejor ejemplo de la construcción de
edificios singulares durante la era moderna, sin embargo, el Paseo de la
Reforma y la Avenida de los Insurgentes, han intentado ser nuestras
pasarelas para las distintas modas arquitectónicas, en sus modestas
versiones, dado las desfavorables condiciones económicas y sociales de
nuestro país. A nuestro modo, los arquitectos mexicanos hemos intentado
crear nuestras avenidas emblemáticas, imitando a los Campos Eliseos de
París o la avenida Madison de Nueva York.
Los resultados de estos intentos han sido edificios feos en general, que
si bien reciben burlas, críticas y son blanco de los motes más
ingeniosos por parte de la población con buen sentido del humor, también
son piezas urbanas entrañables. El edificio feo, también tiene una
cualidad icónica que lo hace un punto identificable en el paisaje urbano
y por lo tanto un hito urbano que nos puede ayudar a orientarnos dentro
de nuestra caótica ciudad.
Mientras más formalistas sean los proyectos, seguramente serán más feos,
pero más fácilmente resultarán identificables y es más probable que
reciban un buen apodo. Por ejemplo, la "Suavicrema" (La Estela de Luz,
del arquitecto César Pérez Becerril, 2011) es un sitio fácil de
encontrar sobre Reforma. Casi todos los habitantes del Distrito Federal
identifican al "Pantalón" (Torre Arcos, del arquitecto Teodoro González
de León, 1990) y la mayoría también habrá visto alguna vez la "Lavadora"
(Corporativo Calakmul, del arquitecto Agustín Hernández, 1997).
En décadas anteriores a los noventa, también hubo construcciones que por
su forma generaron críticas y burlas por parte de la ciudadanía
chilanga, por ejemplo, el Palacio de los Deportes, diseñado y construido
por Félix Candela, Enrique Castañeda y Antoni Peyri en 1968, es
conocido por algunas personas como la "La concha de chocolate". Pero
personalmente debo decir que mi edificio feo preferido en la ciudad de
México se encuentra en la avenida Insurgentes a la altura del Viaducto
Miguel Alemán, es un curioso edificio de oficinas construido en los años
setenta por el arquitecto Julio Fernández Puente, al que han apodado
"El elote".
Lorenzo Rocha
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