La arquitectura tiene indudablemente un lenguaje propio, como tadas las artes, el cual transmite las ideas de su autor a los habitantes y visitantes de los espacios que produce. Dicho lenguaje, que no es verbal, comunica voluntaria e involuntariamente los estados de ánimo, las sensaciones y las emociones del arquitecto hacia el resto de las personas.
El estudio fenomenológico del lenguaje, contribuye a distinguir correctamente entre el lenguaje propio de la arquitectura, que se expresa en la forma construida, del lenguaje discursivo mediante el cual el arquiecto expresa sus intenciones y consideraciones críticas respecto de los espacios que construye. Algunos estudios culturales, recientemente admiten al arte y la arquitectura como medios de expresión poética, que establecen canales de comunicación a distintos niveles perceptivos y cognitivos.
El principal portavoz de dichas teorías fenomenológicas aplicadas al lenguaje arquitectónico es sin duda el célebre teórico mexicano de la arquitectura, Alberto Pérez-Gómez, quien en su más reciente libro, publicado este año: "Attunement, Architectural Meaning after the Crisis of Modern Science", fundamenta algunos de sus estudios en textos tanto de Octavio Paz ("El arco y la lira", escrito en 1956), como de Maurice Merleau-Ponty ("Fenomenología de la percepción", de 1945).
Respecto a la pertinencia de la aplicación de la fenomenología del lenguaje a la obra arquitectónica, entendida como un lenguaje de signos, Pérez-Gómez concluye: "El significado de la arquitectura —de un edificio, un jardín o cualquier artefacto efímero que sirva como encaudramiento para los actos humanos— se entiende del mejor modo como una forma gestual del lenguaje". Las figuras presentes en las formas construidas, se comunican directamente con las personas. Cuando vemos una puerta, inmediatamente pensamos en la entrada de la casa, cuando vemos una cúpula, automáticamente reconocemos una iglesia. Estas expresiones simples se van afinando y haciendo cada vez más complejas a medida de la densidad conceptual que cada proyecto va planteando.
El autor refuerza su argumento tomando de Paul Ricoeur, parte importante de la hermenéutica de la figuras poéticas aplicadas a la arquitectura: la prefiguración, la configuración y la refiguración. En el caso de la arquitectura, asimilando su experiencia a la lectura de un texto, la prefiguración se encuentra en todas las condiciones contextuales que anteceden a la obra, como la naturaleza y la ciudad, la configuración se refiere al diseño del ambiente físico construido como resultado del proyecto y la refiguración en arquitectura sería la experiencia del espacio por parte de quien lo habita y recibe el mensaje emitido por el arquitecto.
Lorenzo Rocha
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