En nuestro país hemos tenido por décadas la improductiva costumbre de mirar siempre hacia el norte. La cultura estadunidense y europea han estado siempre en el foco de nuestra atención y hemos ignorado gran parte de lo que se produce hacia el sur de nuestro territorio. Por desgracia lo poco que nos llega de la cultura que se produce en el sur de América, lo hace casi siempre a través de los filtros que imponen las casas editoriales, instituciones culturales y universidades americanas y europeas.
No obstante, es siempre bienvenida la noticia de la excelente arquitectura que se produce en Sudamérica. Particularmente en Perú, país que durante el modernismo ha tenido especial fortuna en cuanto a su nivel arquitetónico. Últimamente se han completado dos proyectos muy importantes en el país andino, los cuales fueron nominados para el premio Mies Crown Hall, que otorga la Escuela de arquitectura del Instituto Tecnológico de Chicago, por su destacada calidad.
El primero de ellos es el museo arqueológico de las ruinas de Pachacámac, un santuario sagrado de los Incas, ubicado en la márgen derecha del Río Lurín, muy cerca del Océano Pacífico, en la provincia de Lima. Para este proyecto, los arquitectos Patricia Llosa y Rodolfo Cortegana, se enfrentaron a la difícil area de crear un acceso, construir un museo y dotar de servicios básicos en 7500 metros cuadrados, al sitio arqueológico que ocupa 600 hectáreas. La solución se orientó hacia la creación de plazas y atrios al aire libre, que fungen como elementos de transición desde el exterior hacia el interior de los espacios del museo, sin competir con los vestigios arqueológicos ni imitarlos. El resultado es un notable conjunto de muros, bloques y plataformas con geometrías oblícuas, que permiten cambios constantes de perspectiva que resultan al final en la preparación idónea para la visita a las ruinas.
El segundo proyecto recientemente construido en la ciudad de Lima es la primera etapa constructiva de la nueva sede de la Universidad de Ingeniería y Tecnología. Se trata de un edificio de diez plantas que es muy denso y a la vez permeable, ya que su gran masa de concreto contrasta con los huecos que los arquitectos dejaron de forma escalonada entre cada planta. Así los arquitectos de la firma irlandesa Grafton, combinaron una forma brutalista con espacios verdes de transición que dan gran soltura al programa de las dependencias de la universidad, resueltas en los distintos niveles del edificio, pero conectadas entre sí por las múltiples alturas y escalonamientos. Una segunda etapa será construida en el futuro y completará un novedoso e interesante modo de resolver el programa educativo de la escuela tecnológica en intensa relación al tejido urbano donde se localiza.
Lorenzo Rocha
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