Las constantes actividades que realizamos dentro de los espacios arquitectónicos, frecuentemente nos hacen olvidar la gran masa construida de la que se componen los edificios. Esto es lógico y comprensible ya que todos penetramos en los edificios con algún objetivo distinto de la observación de su arquitectura y por lo tanto, ponemos mayor atención en el trabajo, el estudio, el entretenimiento o simplemente en habitar el espacio.
La distracción repecto a las características materiales de la arquitectura, que es normal en la mayoría de las personas, no anula la percepción de éstas, la cual se lleva a cabo incluso a nivel inconsciente. Los edificios son objetos descomunales, masivos y pesados, que a veces percibimos como transparentes, ligeros y etéreos, si ésta ha sido la intención de los arquitectos.
Pero la materialidad de la arquitectura se manifiesta muy claramente en las ruinas de templos y edificios antíguos. Quizá esta sea en parte la razón por la que casi todas las personas se sienten atraídas por las pirámides o los templos abandonados de las culturas antiguas. Cuando vistamos un sitio arqueológico precolombino o las ruinas de algún monasterio colonial, no podemos evitar tocar los muros o trepar hasta lo más alto posible para entrar en contacto con las plataformas de las que se componen las ruinas.
También la masividad es una característica de la tecnología constructiva del pasado. En el tiempo de la civilización mesoamericana, la mejor forma de alcanzar la estabilidad estructural era mediante la construcción de pirámides sucesivas una encima de la anterior. Por su parte, las construcciones coloniales requerían de anchos muros, apoyados en masivos contrafuertes para matenerse en pie, sus cubiertas solamente podían construirse con piedra de forma abovedada, o bien con vigas de madera, ya que estos eran los únicos materiales disponibles.
A finales del siglo XIX, cuando se introdujo el acero y el concreto armado como técnicas de construcción, los edificios comenzaron a lucir más ligeros, por la utilización de columnas cada vez más esbeltas y estructuras de alma abierta que permitieron cubrir grandes claros. Sin embargo, los nuevos materiales y técnicas constructivas principalmente aligeraron a las construcciones de modo simbólico, ya que su peso sigue siendo enorme.
Existe una dimensión física respecto al cuerpo humano frente a las obras arquitectónicas la cual es inevitable y genera una fuerza de atracción objetiva, del mismo modo que los cuerpos masivos atraen a los de menor masa en el espacio. Esto es algo fundamental para la práctica e interpretación de los proyectos y las obras arquitectónicas.
Lorenzo Rocha
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Buscar este blog
Seguidores
Archivo del blog
-
►
2024
(51)
- ► septiembre (5)
-
►
2023
(61)
- ► septiembre (4)
-
►
2022
(62)
- ► septiembre (6)
-
►
2021
(56)
- ► septiembre (5)
-
►
2020
(54)
- ► septiembre (4)
-
►
2019
(55)
- ► septiembre (4)
-
►
2018
(55)
- ► septiembre (4)
-
▼
2017
(54)
- ► septiembre (5)
-
►
2016
(54)
- ► septiembre (5)
-
►
2015
(55)
- ► septiembre (4)
-
►
2014
(55)
- ► septiembre (5)
-
►
2013
(54)
- ► septiembre (4)
-
►
2012
(55)
- ► septiembre (4)
-
►
2011
(53)
- ► septiembre (5)
-
►
2010
(69)
- ► septiembre (8)
No hay comentarios:
Publicar un comentario