El
ser humano necesita desglosar los estímulos que percibe continuamente
para ser capaz de digerir la enorme cantidad información que proviene
constantemente de su medio ambiente. Si no aislaramos cada sensación que
nos llega sería imposible distinguir entre estar en el espacio, ver
imágenes, escuchar sonidos, etcétera, sería una confusión insoportable
que nos alejaría de la realidad. Lo real como sistema de aproximaciones,
requiere de la clasificación y la diferenciación de cada elemento del
mundo que habitamos. para ello también es util distinguir las
diferencias entre las características de la escultura y la arquitectura y
a su vez ambas respecto al urbanismo.
El
crítico de arte Hal Foster cuenta una anécdota muy interesante en la
introducción de su libro “El retorno de lo real”, escrito en 1995.
Foster cuenta que una vez estaba hablando con un artista amigo suyo
frente a una escultura de Robert Morris, la cual consistía de cuatro
largas vigas de madera posadas sobre el suelo formando angulos rectos y
otras cuatro empotradas en el muro de la galería frente a unos espejos.
Ambos amigos discutían sobre aspectos teóricos y prácticos alrededor de
la pieza sin percatarse que la hija del artista, una niña de seis años,
se había puesto a dar saltos de una viga a otra hasta que completó el
rectángulo que formaba la escultura. Cuando los mayores se dieron cuenta
de ello, se quedaron sorprendidos por la forma en que la irreflexiva
acción de la niña había sido mucho más elocuente frente a la percepción
de la pieza que sus elaboradas elucubraciones.
En
efecto, a veces la excesiva intelectualización respecto al mundo que
nos rodea, nos desvía del camino hacia su comprensión. Ese laberinto es
sin duda nuestro intento constante de verbalizar la realidad. Para ello,
la separación de las partes que la componen, provoca la incapacidad de
mirar el mundo con naturalidad.
El
desarrollo de nuestra capacidad analítica es de igual importancia, que
la habilidad que debemos tener para ser capaces de sintetizarla. A fin
de cuentas, el mundo se presenta ante nosotros como una entidad
indisociable y si bien es util concentrarse temporalmente en algún
aspecto especifico más que en otro, después debemos intentar percibirlo
como un todo.
Cuando
se trata de la visualización del espacio, capacidad necesaria para
ejercer artes como la arquitectura y la escultura, conviene reservar las
disertaciones teóricas para nosotros mismos y compartirlas de
preferencia con expertos calificados. Al público en general lo que le
interesa es que el espacio sea habitable, si no lo es, de poco le valen
las explicaciones teóricas. Mil palabras jamás salvarán un espacio mal
resuelto, ningún tratado de teoría podría cambiar la opinión que nos
provoca una escultura publica equivocada.
Aunque
no todas las personas requieren tener conocimientos sofisticados para
percibir el espacio arquitectónico, es cierto que muchos poseen una
sensibilidad intuitiva para determinar si se sienten bien o mal dentro
de las obras que visitan. Lo mismo sucede con muchas piezas de arte, si
son acertadas, la gente las disfrutará a pesar de que no haya estudiado
los textos y teorías artísticas que las sostienen. Esto no significa que
esté de sobra el conocimiento sobre el arte y la arquitectura, pero
indudablemente no se puede plantear como un requisito indispensable para
disfrutar del espacio público y las obras de arte, al igual que los
espacios privados, las casas y lugares de trabajo dentro de los que
pasamos la mayor parte de nuestro tiempo.
Lorenzo Rocha
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