jueves, 28 de septiembre de 2017

RECONSTRUCCIÓN

Nada de lo que hagamos en los próximos meses y años devolverá la vida a las 327 personas que murieron en los terremotos de la semana pasada, ni a las 98 personas fallecidas el 7 de septiembre en el sureste del país. Quienes quedamos con vida sí que debemos replantearnos muchas cosas que el desastre ha puesto en evidencia. La primera de ellas no tiene ninguna relación con la arquitectura ni el urbanismo, sino con la capacidad de auto organización. Si bien es notable la manera en que las emergencias disuelven todas las barreras del individualismo,¿Porqué los mexicanos no nos comportamos siempre con la misma solidaridad? ¿Porqué estamos regresando poco a poco a nuestra rutina cotidiana sin mirar hacia atrás y ver la dimensión del fenómeno social que estamos presenciando?
Por desgracia el comportamiento “normal” de nuestros conciudadanos es predominantemente mezquino y egoísta. Debemos afrontar que vivimos en una sociedad basada en los privilegios, apenas cualquiera de nosotros se ve en una circunstancia en la que tiene poder, ya sea político o económico, lo aprovecha para ampliar las desigualdades e injusticias que privan en el ámbito publico y privado a nivel nacional.
El terremoto del 19 de septiembre nos recuerda la tristeza de todo lo que no ha sido reparado y reconstruido en la capital del país desde la misma fecha hace 32 años, además el atraso que viven nuestros compatriotas en poblaciones como Juchitán y Jojutla y otras muchas en los estados de México, Puebla, Morelos, Chiapas y Oaxaca.
Es el momento de plantearnos la reconstrucción de las casas y edificios dañados, pero antes de dar el primer paso invito a los arquitectos y constructores a preguntarse cómo lo quieren hacer. ¿Conviene seguir con la visión a corto plazo del máximo beneficio con el mínimo esfuerzo? ¿Servirá esta experiencia para acabar definitivamente con la corrupción urbanística? ¿Es lógico demoler centenares de casas solamente porque son de adobe?
Aunque se trata de temas de los cuales conviene reflexionar a fondo, parece natural responder negativamente a las anteriores cuestiones.
Es inevitable que el dolor que sentimos ahora dificulte nuestra capacidad de autocrítica, pero al mismo tiempo, los tiempos desafortunados tienen un efecto positivo sobre las mentes lúcidas. Hemos sido testigos de una enorme sensatez generalizada en el pueblo de México, esperemos que no se agote en los próximos días y que sepamos aprovecharla para tomar las decisiones que más nos convienen a todos, no aquellas que nos benefician individualmente.

La gente ha hecho un gran sacrificio ayudando a los demás sin descanso, arriesgando sus vidas, donando víveres y medicinas, incluso dando dinero a las organizaciones civiles. Ahora necesitamos personas inteligentes, honestas y serenas para reorganizar a la sociedad, para reconstruir nuestros pueblos y ciudades. Espero que la tragedia que estamos viviendo no sea tierra fértil para el oportunismo, la manipulación de la conciencia, la especulación inmobiliaria. Espero que de esta triste época nazca un espíritu nuevo que termine con la idea de los “otros”, para que sea sustituida por un gran “nosotros”.
Lorenzo Rocha

jueves, 21 de septiembre de 2017

MALOS RECUERDOS

Este 19 de septiembre los capitalinos con más de tres décadas de vida, estábamos recordando la misma fecha pero del año 1985 por el trágico sismo ocurrido entonces, con un rutinario simulacro. Decía el gaucho Martín Fierro, el personaje de la epopeya escrita por José Hernández: “Olvidar las cosas malas también es tener buena memoria”. Quienes vivimos aquel desastre nunca lo olvidaremos, pero la mayoría ya habíamos sanado de las heridas provocadas por la tristeza de aquel día.
Por eso es tan triste enterarnos hoy de las decenas de personas fallecidas en el sismo del pasado martes en los más de cuarenta edificios colapsados en la ciudad de México y en los estados de Morelos y Puebla. La sensación de miedo y desesperación que vivimos en las calles nos recuerdan lo ocurrido hace 32 años, una ciudad que parecía encontrarse en medio de una guerra. Se vivió un estado de pánico en el centro histórico, por lo inquietante que resultaba caminar entre cristales rotos y trozos de ladrillos caídos desde las fachadas de los edificios. El paseo de la Reforma se vio inundado de miles de personas que fueron evacuadas de los edificios de oficinas, las cuales no encontraban medios de transporte para volver a sus casas y reunirse con sus familias.
Los terremotos son parte fundamental de la memoria urbana de nuestra ciudad, quizá sean sus peores recuerdos. Sin embargo, la solidaridad entre las personas, hasta cierto punto mitiga los efectos del desastre. Como sabemos, algunas cicatrices de sismos anteriores aun prevalecen, la ciudad se reconstruye de manera desigual y sería extraño pensar que esta será la excepción.
La vulnerabilidad ante los fenómenos naturales de tipo telúrico o bien hidrológico se notan especialmente en los ambientes urbanos, por desgracia forman parte inevitable de la vida en las grandes ciudades. Hasta cierto punto paralizan a una ciudad tan compleja como la nuestra, pero al mismo tiempo fortalecen su tejido social. Quizá el motivo del efecto positivo que tienen los desastres naturales sobre la sociedad deriva del hecho que son fenómenos “democráticos”, en el sentido de que afectan a toda la población por igual, sin importar las diferencias económicas, ideológicas o demográficas que existan entre los habitantes.
Los recientes fenómenos naturales como son los sismos, huracanes y tormentas se han atribuido parcialmente a explosiones solares inusitadas y también al calentamiento global. Podría ser simple coincidencia, pero estos últimos meses han estado marcados por la incidencia extraordinaria de dichos desastres en lugares densamente poblados. Esperemos que pronto pase esta mala época, ya que las consecuencias de dichas calamidades tardarán meses y quizá años en ser superadas, especialmente lo que se refiere a la pérdida de vidas humanas.
Lorenzo Rocha

martes, 19 de septiembre de 2017

ENTREVISTA CON PAUL ARDENNE

UN ARTE CONTEXTUAL EN MÉXICO

Paul Ardenne (Charente, Francia, 1956) escribió en 2002 el libro “Un arte contextual” (traducido al español en 2006 y publicado por el Cendeac en Murcia, España). El autor describe este tipo de arte como una forma característica de expresión de los artistas que desde el inicio del siglo XX, han optado por abandonar los espacios expositivos institucionales, galerías y museos, para trabajar en las calles, en las plazas públicas o en el campo abierto. Dichos artistas han decidido dejar su trabajo de taller para producir piezas ligadas a lo cotidiano, las cuales son casi siempre efímeras y se relacionan estrechamente con el contexto en el que se producen. Dentro de este tipo de obras de arte, se cuentan las intervenciones en el espacio público que van ligadas a la participación de las personas comunes, que se convierten en espectadores de las acciones u obras, a veces casualmente. 
Ardenne ha visitado la ciudad de México en varias ocasiones desde los años setenta, durante esta vista participará en la producción de un libro sobre el artista mexicano Rivelino y su trabajo en el espacio público. Su opinión sobre nuestra ciudad es interesante, ya que durante sus vistas ha observado la manera como la metropolis se ha ido expandiendo en los núcleos de riqueza siempre cercanos al centro de la ciudad y de este modo ha ido siempre desplazando a la pobreza gradualmente hacia la periferia, lo cual él llama “Urbanismo de clase”. 
El escritor y crítico francés considera que nuestra ciudad es un campo fértil para la producción de piezas artísticas contextuales, ya que las condiciones sociales, económicas y ambientales permiten la participación de los ciudadanos en proyectos artísticos.
¿Cuáles elementos de la obra de Rivelino le resultan más interesantes desde el punto de vista del arte contextual?
Antes de este viaje, solo había visto fotografías de tres obras de Rivelino que me habían interesado: “Nuestros silencios”, la serie de esculturas que el artista ha instalado en varias ciudades europeas, “Raíces”, una intervención escultórica que se realizó solamente en la ciudad de México y “You”, una escultura compuesta de dos grandes dedos con un espacio intermedio. En principio yo había catalogado la obra de Rivelino, como escultura de fácil lectura, accesible al público no especializado, cuyas formas se relacionan con el público de manera automática. Ahora que lo he conocido mejor, he visto que su trabajo tiene referencias más profundas en la “escultura social” propuesta por Joseph Beuys en los años sesenta, es decir, se trata de piezas de escultura que no están hechas solamente para ser contempladas, sino para ser “experimentadas” por el público. Por ejemplo, las piezas que componen la obra “Nuestros silencios” al ser colocadas en el espacio público, nos transmiten la idea del silencio social y político. Rivelino es un artista que comenzó produciendo en su taller y que ha buscado una mayor dimensión comunicativa para su trabajo, mediante sus instalaciones en el espacio público. Probablemente por esta razón, el artista utiliza formas reconocibles, que tienen un lenguaje simbólico universal y pueden ser entendidas fácilmente por el público. Sus obras son concebidas en el taller, para pasar a ocupar el espacio abierto, como una estrategia para conseguir la máxima dimensión comunicativa posible, al utilizar el espacio público para mostrar sus obras. La estrategia de los aristas en el espacio público es la puesta en tensión de sus obras con el espacio de la ciudad concebida como “un museo sin muros”.
¿Qué artistas mexicanos conoce, que le parezca que han desarrollado adecuadamente su obra en el contexto de la ciudad de México? 
Conozco el trabajo de Minerva Cuevas, quien exalta la conciencia colectiva dentro del trabajo de artistas latinoamericanos frente a las condiciones que les impone la cultura occidental. También me interesa especialmente el trabajo de Santiago Sierra, quien a pesar de ser español, ha desarrollado numerosas acciones en la ciudad de México. Recuerdo aquella ocasión en la que Sierra bloqueó por algunos minutos el Anillo periférico sur a la altura de la avenida Insurgentes, colocando un camión en sentido transversal al flujo vehicular, una acción en la que encuentro un gran contenido geométrico (“Obstrucción de una vía con un contenedor de carga”, 1998). Me interesa su idea de “Estética remunerada”, mediante la cual paga a las personas para participar en sus acciones. En 2004 visité una exposición de pintura en la cual Sierra presentaba cuadros negros pintados con fuego proveniente de la llamas expulsadas por un grupo de personas que trabajaban como “tragafuegos”, a los que contrató en las calles. Algunos otros trabajos de Sierra, también están informados por artistas estadunidenses como Robert Morris, quien en 1969 creó esculturas con humo, “la forma que escapa a la forma”.
¿Cual es el principal soporte material de las obras de arte contextual, el objeto, la acción o la documentación?
No existe ningún modelo único para las obras de arte contextual, su matriz principal es la ocasión y la oportunidad de que el arte entre en contacto con el contexto. Un artista contextual no puede programar ni controlar la reacción del público frente a su trabajo. Los artistas llevan sus intereses particulares al campo abierto de distintas maneras, sus intenciones no son las de decorar el espacio público, sino buscar oportunidades de interacción con otras personas. En muchas ciudades el arte público ha sido utilizado por los ayuntamientos con fines de manipulación y control político mediante el entretenimiento. En reacción a ello, últimamente los artistas contextuales han intentado hacerse invisibles, realizando acciones furtivas apartadas de la vista del público, en las cuales no crean objetos, ni documentación, solo se trata de acciones efímeras en el espacio público.
¿Dónde queda la noción de autor en dichas obras invisibles?
Muchos artistas contextuales han renunciado a la visibilidad propia de su actividad y han cedido su protagonismo en favor del público. Estos artistas renuncian a ser identificados y a firmar sus obras y por lo tanto no obtienen reconocimiento por ellas. Es un fenómeno interesante de “trans-narcisismo” entre el artista y su público, un intercambio de roles dentro de la ciudad. La satisfacción del artista se desplaza fuera de su necesidad de reconocimiento a un plano más complejo de investigación personal, no todo lo que hacemos está ligado a la obtención de reconocimiento o beneficios directos.
Dentro del presente contexto, ¿qué lugar ocupa ahora la escultura monumental en el espacio público?
La escultura urbana ha existido siempre por razones simbólicas, para representar y rendir homenaje público al poder religioso, político y económico. Lo que ha cambiado en nuestros días es que la población urbana reacciona de modo cada vez más negativo hacia los monumentos que le son impuestos por la gente en el poder. El público actual en general aprecia más las manifestaciones artísticas efímeras, que se instalan en la ciudad por poco tiempo. El arte actual responde a la concepción pasajera que tenemos del mundo, anteriormente las personas estaban obsesionadas por sus raíces, mientras que ahora la movilidad y la libertad es más atractiva que las estructuras rígidas y permanentes.
Lorenzo Rocha

jueves, 14 de septiembre de 2017

URBANISMO CLASISTA

La ciudad de México es una urbe policéntrica, desde luego el núcleo principal de la ciudad es el centro histórico, ya que hasta mediados del siglo XIX, lo que ahora es el centro solía ser la ciudad entera. A medida que la ciudad fue creciendo, las nuevas colonias requirieron de infraestructura y vialidades, esto se hizo lentamente al principio, dejando cierto lugar para la planificación. Pero a partir de los años cincuenta, debido a la explosión demográfica y la migración de personas del campo a la ciudad, el gobierno perdió el control del fenómeno de crecimiento urbano. Los pueblos aledaños a la ciudad fueron materialmente inundados por la mancha urbana y sus centros se convirtieron en los núcleos de los nuevos barrios. Esto sucedió primero en Tacubaya y Mixcoac, para extenderse más adelante hacia el sur a Coyoacán, Tlalpan y demás localidades conurbadas en todas las direcciones.
El modelo de desarrollo urbano de nuestra metrópolis genera niveles de desigualdad intolerables para la población. Las inversiones en infraestructura, vialidades y equipamiento urbano se hacen principalmente en los núcleos urbanos tradicionales o en nuevos centros de desarrollo, siguiendo siempre el criterio de fortalecer la economía local mediante la creación de polos de crecimiento, que favorecen a los negocios inmobiliarios y comerciales lucrativos, de los que se benefician principalmente las empresas privadas.
De este modo, vemos como el gobierno invierte en zonas históricas para fomentar el turismo, o bien las empresas promotoras crean nuevos conjuntos habitacionales, comerciales y para oficinas de gran lujo y con la mejor calidad en sus servicios, mientras que la vivienda popular afuera de los polos de desarrollo mantiene sus condiciones precarias.
Basta con observar los contrastes con los que nos encontramos si recorremos la ciudad desde el Zócalo hasta su límite oriente. Primero veremos los edificios históricos y las calles recien renovadas, después comenzaremos a ver barrios comerciales menos aseados y ordenados, al cruzar la avenida Circunvalación, el paisaje urbano cambia notablemente. Siguiendo hacia el este al pasar más allá del aeropuerto veremos que la degradación urbana irá en crecimiento hasta llegar al límite del Circuito exterior mexiquense, donde las construcciones son de calidad realmente muy baja.
La forma urbana de la capital del país y su modelo de desarrollo no es más que un reflejo de nuestra realidad nacional, la cual está determinada por la inequidad en la distribución de la riqueza y por lo tanto, la deficiente calidad de vida de la gran mayoría de sus habitantes.
Lorenzo Rocha

jueves, 7 de septiembre de 2017

ARTE FUGAZ


Desde los años sesenta del siglo XX, se inició una corriente artística que utiliza el espacio público dentro de las ciudades para la puesta en práctica de proyectos de arte participativo, conocidos tambien como “proyectos de inserción social”. Los fundamentos del arte participativo se relacionan estrechamente con la corriente de pensamiento iniciada en 1957 por el movimiento intelectual denominado Internacional Situacionista, el cual publicó sus ideas en la revista del mismo nombre hasta 1968. Sus miembros, entre los que destacan Guy Debord, George Lukacz y Rosa Luxembourg, se propusieron estudiar y discutir todo lo relacionado con la teoría y la práctica de la construcción de situaciones, principalmente en el espacio público urbano.
El sociólogo Henri Lefebvre, también formó parte del grupo y en el contexto del situacionismo, aportó textos fundamentamentales para estudiar la ciudad contemporánea y los fenómenos urbanos, que se centran en el movimiento de las personas, más que en la arquitectura del espacio público.
La “situación construida” fue definida por sus autores como “el momento de la vida construido concreta y deliberadamente para la organización colectiva de un ambiente unitario y de un juego de acontecimientos”.
Por influencia de esta forma de pensamiento, el arte público ya no se limita en nuestros días a la creación exclusiva de objetos escultóricos realizados para ser colocados en calles, parques y plazas.
Gran cantidad de artistas contemporáneos realizan acciones fugaces, que duran pocas horas, durante las cuales escenifican una situación a la invitan al público a participar, sin que éste sea consciente de que se trata de un proyecto artístico. Al final la acción queda registrada en medios audiovisuales y en ocasiones se presenta en exposiciones posteriores a la acción. Los artistas que se dedican a esta forma de arte, realizan su trabajo como actores sociales, que se proponen resaltar situaciones urbanas críticas, como problemas sociales y ambientales.
En México hay varios grupos e individuos que se desempeñan como artistas que actúan en el espacio público, un buen ejemplo de dicha práctica es el colectivo regiomontano Tercerunquinto. Los tres artistas que lo componen han realizado acciones efímeras que tienen relación con los símbolos patrios, la propaganda política, la morfología del espacio urbano, la escasez de vivienda y algunos otros temas cruciales para la vida urbana. Desde hace varios años llevan a cabo un proyecto llamado “Restauración de una pintura mural”, que consiste en la restauración de mensajes políticos pintados en la vía pública de elecciones pasadas y su traslación a espacios expositivos.

Lorenzo Rocha

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