jueves, 26 de octubre de 2017

NECESIDAD CRÍTICA

Es lógico y comprensible que las discusiones académicas sobre arquitectura estén alejadas hasta cierto punto de las cuestiones prácticas que rodean a la realidad cotidiana de las personas. Pero existen algunos argumentos que si se consiguen explicar con claridad, pueden llegar a ser recomendaciones útiles para la práctica profesional de los arquitectos. El hecho de que la arquitectura es un producto de la cultura y que está ligada inevitablemente al tiempo y al lugar donde se localiza, es un aspecto que es fácilmente aceptable y comprensible para casi cualquier persona. Las contingencias que afectan a la arquitectura son notablemente más visibles en tiempos de crisis. ya sea económica, humanitaria, o de otro tipo, como en casos de emergencias derivadas de desastres naturales.
El teórico estadunidense Michael Hays, quien es profesor en Harvard y dirigió el área de arquitectura del Museo Whitney en Nueva York durante nueve años, escribió en 1984 un importante texto sobre la arquitectura crítica, el texto lleva el título “Arquitectura crítica: entre cultura y forma” (publicado en el número 21 de la revista Perspecta, del Instituto Tecnológico de Massachusetts). En su texto, Hays define a la arquitectura crítica como: “aquella que
simltaneamente se resiste a aceptar las operaciones conciliatorias y autoafirmativas de la cultura dominante, mientras que permanece irreducible a una estructura puramente formal y dislocada de las contingencias del tiempo y lugar donde se localiza”. Si bien es cierto que se trata de una definición un tanto compleja, es muy rescatable hoy en día pensar en formas de hacer arquitectura que sean independientes del statu quo. Desde que se inició la discusión académica sobre el aspecto crítico de la arquitectura, han surgido numerosos argumentos a favor y en contra de la tesis de Hays, en el ámbito académico de la costa este de los Estados Unidos. Tal ha sido el debate, que se ha considerado obsoleto el concepto crítico arquitectónico y éste ha sido sustituido por posturas más relajadas que consideran a la arquitectura actual como “poscrítica”.
Invito a mis colegas a reabrir la discusión crítica sobre la arquitectura que hacemos, ya que en nuestro contexto lo que necesitamos de la arquitectura son posturas más críticas que condescendientes con las condiciones políticas y económicas que privan en la actualidad, ya que la dimensión de los problemas que enfrentamos actualmente, como la falta de vivienda y el caos urbanístico, no se solucionarán solo con formas bellas. Retomo el enunciado de la bienal de arquitectura de Venecia del año 2000, la cual fue curada por Massimiliano Fuksas: “Menos estética, más ética”, este es el eslogan que propongo para la reconstrucción de nuestra ciudad y de las poblaciones derrumbadas por los recientes sismos.
Lorenzo Rocha

jueves, 19 de octubre de 2017

ACTITUD


Es notable el modo como expresan sus ideas los arquitectos franceses Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal, autores del proyecto para la remodelación del Palais de Tokio (2008-2010), el célebre museo y centro de arte parisino, proximo a los jardines de Trocadero. La lucidez de la pareja de arquitectos, junto con Frédéric Druot, ha dado origen a exitosos proyectos de vivienda, como la ampliación de la Torre de apartamentos en Bois-le-Prêtre, al norte de París, proyecto realizado con el espíritu de aprovechar la construcción existente y ampliar los apartamentos, para aumentar sus áreas y mejorar su calidad espacial sin que fuera necesario desocuparlos.
En un libro recientemente publicado con el titulo “Actitud” (Editorial GG, 2017) el público en general puede conocer muchas de las ideas que se encuentran detrás de los proyectos arquitectónicos de la dupla. La libertad estructural, la eficiencia económica y la generosidad espacial son tres de los conceptos que rigen el trabajo del estudio parisino, lo cual liga sus proyectos a una extrema racionalidad. Sin embargo, en algunas de sus respuestas en la entrevista que sostienen con Patrice Goulot, expresan ideas subjetivas, respecto a valores sociales como la percepción del lujo, el ahorro y los antecedentes históricos presentes en los sitios donde han realizado sus proyectos. A pesar de que han obtenido premios importantes como el Gran premio nacional de arquitectura en Francia en 2008, no han seguido las fórmulas alcanzadas en sus proyectos exitosos. Hablando sobre su proceso creativo, Jean-Philippe Vassal responde: “Cada proyecto parte desde cero, no partimos de ideas a priori. Es necesario trabajar, discutir, visitar el lugar, seguir lineas de trabajo que más tarde serán abandonadas (…) Gracias a que apenas dibujamos, no nos quedamos bloqueados en una imagen.”
La actitud crítica de la pareja de arquitectos ha sustituido a su estilo formal, las imágenes de sus proyectos han sido sobrepasadas por sus ideas, se trata de profesionales que no han buscado el protagonismo mediante las formas espectaculares de los edificios. La arquitectura de Lacaton y Vassal es una lección constante de humildad e inteligencia, su espíritu crítico y su inconformismo con el statu quo, se leen claramente en los resultados espaciales de sus proyectos. La trayectoria del estudio durante los últimos 25 años nos muestra una evolución permanente de sus conceptos que han dado resultados muy interesantes sin necesidad de las acrobacias formales que caracterizan a los proyectos de los llamados “arquitectos estrella”. Utilizando materiales y técnicas aparentemente ajenas a la arquitectura, como los invernaderos agrícolas, los arquitectos han conseguido ampliar significativamente los espacios útiles y habitables de sus proyectos habitacionales, regular mejor la temperatura de las casas y reducir el consumo energético. Como ejemplo de ello destaca la casa Latapie, construida con escasos recursos en los suburbios de la ciudad de Burdeos, en 1993.
Respecto al trabajo del estudio parisino, nos encontramos frente a una arquitectura que elude a la imagen, cuyo esencial contenido crítico se refleja en la postura filosófica de sus autores, la cual se traduce directamente a los espacios construidos y en el beneficio de los usuarios, quienes a su vez valoran mejor sus viviendas, lugares de trabajo, museos y escuelas, debido al conocimiento de que sus necesidades físicas y psicológicas fueron tomadas en cuenta constantemente por los creadores de los espacios que habitan.

Lorenzo Rocha

jueves, 12 de octubre de 2017

EDIFICIOS INVISIBLES


En estos días han circulado en medios impresos y electrónicos, múltiples reflexiones derivadas de la situación de las miles de personas que han perdido su hogar por causa del reciente terremoto que golpeó a la ciudad de México y a numerosas poblaciones en los estados de México, Morelos, Puebla, Oaxaca y Chiapas. Como hemos señalado, todas estas personas, sumadas a los millones de personas que viven en la informalidad, requerirán de una vivienda nueva. Es muy clara la movilización de los medios profesionales compuestos por arquitectos, ingenieros y urbanistas para proponer soluciones ante la situación de emergencia. Seguramente también las universidades donde se imparten estudios en dichas disciplinas, intentarán plantear ideas y proyectos con los mismos fines. Espero que la búsqueda de soluciones al problema de la vivienda no se pierda en consideraciones utópicas y sobre todo, no se norme por las leyes del mercado inmobiliario, sino por el interés en el bien común.
La fuerza de la costumbre genera la normalización de situaciones ilógicas e inadecuadas. Quienes transitamos por el centro histórico nos hemos acostumbrado a ver diairiamente el edificio inconcluso que se encuentra en la esquina del Eje central Lázaro Cárdenas y Arcos de Belén, a fuerza de verlo una y otra vez nos hemos visto en la necesidad de aceptar su terrible aspecto, a la vez que su anormal circunstancia. El edificio de 15 pisos se quedó inconcluso hace 32 años ya que su estructura falló durante los sismos de septiembre de 1985, desde entonces sus propietarios no han tomado ninguna acción, no lo han reestructurado, ni han intentado demolerlo, a pesar de que por ley deberían hacerlo ya que su mal estado pone en peligro a las construcciones aledañas y a los viandantes. Tampoco la administración pública ha cumplido con su deber de garantizar la seguridad de las personas que habitan en sus alrededores. En ese edificio, podrían vivir aproximadamente 900 personas, si se hicieran las adecuaciones necesarias a la estructura y a la distribución interior de los espacios, pero parece que de momento se mantendrá como está, ante la pasividad de sus propietarios y las autoridades.
Tristemente no es el único caso de espacios ociosos dentro de la ciudad, en cada colonia encontramos casas y edificios abandonados y terrenos baldíos donde antes hubo construcciones que colapsaron o fueron demolidas. Está claro que la situación de estancamiento de todas esas propiedades responde a la especulación inmobiliaria. La actitud del especulador es reprobable desde el punto de vista ético, ya que congela el potencial de su propiedad en espera de mayores ganacias, mientras el suelo se encarece y la población continúa sin acceso a vivienda digna. En tiempos como el presente, la sociedad debería exigir a las autioridades que impongan coutas especiales a quienes especulen con el suelo urbano, para desalentar este mecanismo pernicioso y contribuir a solucionar los problemas a los que nos enfrentamos.

Lorenzo Rocha

jueves, 5 de octubre de 2017

DAMNIFICADOS

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Durante la última semana hemos escuchado a mucha gente que ha expresado su intención de colaborar en la reconstrucción de las casas y edificios destruidos durante los terremotos del pasado mes de septiembre, tanto en la capital como en las demás poblaciones afectadas. Se trata sin duda de muestras de gran generosidad y de genuino interés por contribuir a mejorar el estado de las cosas después del desastre.
Antes de comenzar un esfuerzo serio y profesional de reconstrucción, sería de gran importancia definir sus parámetros. Los damnificados, las personas que sufrieron daños por el desastre, son sin duda millones, no solamente los directamente afectados. Sin duda se trata en primera instancia de quienes perdieron sus hogares, escuelas y lugares de trabajo, estas personas son las que requieren ayuda con mayor urgencia, pero también es necesario tomar en cuenta a quienes carecen de vivienda digna, no necesariamente por efectos de los desastres, sino por su nivel de pobreza.
Una experiencia que deriva del terremoto de 1985 es que la desigualdad y la pobreza se hicieron aún más evidentes durante la catástrofe, a los albergues construidos para atender a los daminificados, se presentaron numerosas personas que ya vivían en la miseria desde antes del desastre. Hasta hace algunos años aún vivían en la colonia Roma personas que construyeron casas de cartón en los terrenos donde se habían colapsado algunos edificios, dichos “albergues temporales”, permanecieron habitados por más de 20 años, otros aún existen en la periferia de la ciudad. Esperemos que esto no suceda de nuevo, que los refugios temporales no se conviertan en moradas definitivas. Los recientes sismos nos han recordado que al menos en la ciudad de México, existen decenas de edificios en peligro de colapsar y que una buena parte de la construcción dañada hace 32 años nunca se reparó y continúa abandonada, además de los numerosos terrenos baldíos que no han sido aún edificados.
Considero que un plan de reconstrucción debe intentar incluir también a la población que vive permanentemente en condiciones precarias. Parece injusto que se vayan a construir casas nuevas para quienes perdieron las suyas recientemente, excluyendo a quienes nunca han tenido una vivienda de buena calidad.
Es obvio que la reconstrucción no es una tarea exclusiva del estado, como tampoco lo es la construcción sólida de viviendas, asi como la actuación socialmente responsable de los empresarios del sector inmobiliario. Si abordamos el problema positivamente, el esfuerzo de reconstrucción que enfrentaremos durante los próximos meses y años resultará en la mejoría de las condiciones de vida de toda la población, para que en desastres futuros haya cada vez menos damnificados y también disminuya la cantidad de personas desposeídas, que es alarmante en nuestro país.

Lorenzo Rocha

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