Toda la arquitectura se manifiesta en la realidad mediante la forma, el proyecto arquitectónico es el instrumento que define la disposición de sus elementos, buscando la manera más adecuada y eficiente para su realización y al mismo tiempo su capacidad expresiva. Si dicha forma es correcta, el edificio, casa, calle o plaza, será usado y disfrutado por varias generaciones. Si la solución es equivocada, esas mismas personas los padecerán por años, hasta que los errores sean enmendados o la construcción sea demolida definitivamente y sustituida por otra. Quizá por esta razón casi todos los arquitectos, teóricos y críticos reflexionan constantemente acerca de la forma y de las cuestiones estéticas que la rodean, son menos quienes se cuestionan el contenido de la obra. Esto es lógico, ya que el contenido de la arquitectura solamente se puede estudiar desde el punto de vista filosófico.
La forma se resume en la respuesta a la pregunta ¿cómo? y el contenido en la pregunta ¿por qué? Casi todos los arquitectos se centran en responder a la primera pregunta y se sentirían en dificultad para responder a la segunda.
La última vez que hubo un cuestionamiento significativo sobre la arquitectura fue a principios del Siglo XX, cuando el modernismo propuso un replanteamiento en el modo de construir. Aquella época estuvo marcada por el crecimiento de las ciudades, la industrialización, los nuevos materiales y las guerras mundiales. Todo ello creó un ambiente propicio para realizar cuestionamientos existencialistas a los cuales también respondieron los arquitectos.
¿Cuándo habrá un nuevo evento mundial que obligue a una revalorización semejante? ¿Cuáles podrían ser dichos sucesos? Esperemos que no tengan que ser las catástrofes las que nos hagan reaccionar nuevamente, ya que los problemas actuales como el clima, las migraciones masivas, la sobrepoblación urbana y la desigualdad económica, ya son carencias suficientes para que los arquitectos pensemos en nuevos paradigmas.
Hoy en día ya existen situaciones extremas que han dado lugar a ciertos cambios en la profesión, por ejemplo, es cada vez más clara la necesidad de la regeneración urbana en lugar de la expansión de las metrópolis. También se ve con claridad la necesidad del reciclaje y la reconversión de edificios obsoletos, más allá de su demolición y sustitución. Existen pocos ejemplos de prácticas similares y es curioso notar que son más del interés de los artistas que de los arquitectos.
Es probable que el arquitecto del futuro deje de ser un técnico y la construcción quede totalmente en manos de los ingenieros y promotores inmobiliarios. Quizás los arquitectos dentro de 50 años se dedicarán solamente a crear manifiestos e instalaciones temporales que marquen las tendencias que seguirán los constructores.
Desde hace mucho tiempo encuentro mayor contenido arquitectónico a nivel conceptual en la obra efímera de artistas como: Heidrun Holzfeind, Alexander Apóstol, Lara Almarcegui, Santiago Cirugeda, Nils Norman, Gohar Dashti, Rikrit Tiravanija, José Dávila y muchos otros más, que en los trabajos de los jóvenes arquitectos de vanguardia. Existen sin duda algunos colectivos de arquitectos como: Assemble, Torolab, Tercerunquinto, Stalker, A13 y Raumlabor, que trasgreden los límites entre arte y arquitectura, quizá en ellos encontraremos nuevos contenidos para lo que construiremos durante las siguientes décadas. De momento, los arquitectos estamos llegando con notable retraso al llamado existencial de nuestra época.
Lorenzo Rocha
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