En el pensamiento occidental existe una fuerte tendencia al maniqueismo, a la creación de los opuestos. que tiene su origen en el siglo III a.C., tiempo en que la religión griega se basó en la oposición entre el bien y el mal. Los conceptos opuestos son útiles para las discusiones e hipótesis científicas, pero la realidad casi nunca nos presenta opciones radicalmente contrarias, sino una mezcla infinita de elementos similares.
La dicotomía entre tradición e innovación es sin duda una paradoja en la cual queda muy claramente expuesta la necesidad de reflexiones más complejas. Toda tradición fue en su momento una tendencia innovadora y simultáneamente nada de lo que consideramos como nuevo es capaz de desligarse de lo tradicional. Quizá la oposición entre estas dos ideas sea uno de los lastres de la cultura modernista.
En la arquitectura del siglo XX estuvo muy presente la idea de que era necesario romper con la tradición, borrar todo el pasado y comenzar de nuevo desde cero, desde la tabula rasa. Desgraciadamente para nuestros antecesores, es imposible romper con el pasado, la innovación no puede sustituir a la tradición ya que la cultura se nutre de ambas fuerzas por igual. Para que un fenómeno cultural como la arquitectura subsista, debe anclarse firmemente en sus orígenes y al mismo tiempo buscar renovarse constantemente, explorar más allá de sus límites establecidos, pero sin perder jamás de vista sus fundamentos. Cuando una cultura deja de evolucionar, desaparece. pero tampoco puede existir sin tomar en cuenta su pasado.
Las ciudades expresan con claridad a su cultura a través de la arquitectura y el urbanismo. La ciudad es un libro de historia, “Las palabras dicen más que las piedras, si bien en ocasiones estas pueden denunciar la mentiras de aquellas”, decía el filósofo alemán Hans Jonas, creador del principio de la responsabilidad.
La arquitectura es la principal aliada del hombre en su combate contra el tiempo y el olvido, como decía el profesor Eduard Sekler, pero existe una paradoja importante cuando se construye en un contexto histórico, cuando existe conflicto entre lo nuevo y lo antiguo inevitablemente se debe renunciar a alguno de ambos. La búsqueda de la innovación como fin en sí mismo irrelevante, resulta mucho más productivo pensar en la reutilización de lo existente y en la relación que guarda lo contemporáneo con sus antecedentes culturales directos.
Como nos señala Foucault, no hay que olvidar que la ciudad es el lugar de la heterotopía, donde necesariamente conviven los opuestos, donde se yuxtapone lo uno al lado de lo otro: la riqueza con la pobreza, lo local con lo extranjero, la paz con la violencia y lo nuevo con lo viejo.
Lorenzo Rocha
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