En las ciudades, la infraestructura es todo aquello que no notamos hasta que se avería o escasea. Se trata del conjunto de bienes y servicios indispensables para el funcionamiento de la vida urbana, que son vitales, pero invisibles para la mayoría de los ciudadanos.
Los primeros diez días de noviembre, los habitantes de la ciudad de México, vivimos una fuerte escasez de agua debida al mantenimiento y adecuación programada para nuestro sistema de abastecimiento hidráulico. Los inconvenientes para los ciudadanos fueron notables y las pérdidas económicas fueron muy cuantiosas. Estos días nos recordaron la tradicional mala relación que los capitalinos tenemos con el agua, cómo llevamos siglos intentando secar nuestra cuenca para permitir su urbanización y a la vez sufrir inundaciones y escasez crónica del vital líquido. Pero la crisis momentánea se ha superado, salvo para quienes nunca han tenido agua. Las escuelas y centros culturales vuelven a abrir sus puertas y olvidamos el problema temporalmente. La pregunta que seguirá sin respuesta es: ¿cuándo abordaremos el problema con soluciones radicales y no solamente con paliativos?
El agua potable, el drenaje, la electricidad, la telefonía, el gas, las calles, puentes y carreteras urbanas, todos estos elementos permiten el libre flujo de energía, vehículos y personas en movimiento dentro de las metrópolis. Son elementos indispensables para el bienestar de los habitantes y también juegan un papel protagónico en las decisiones de los urbanistas y arquitectos. La infraestructura ocupa mucho espacio, sus características técnicas, como los diámetros de tuberías, altura de torres de electrificación, radios de giro, etcéterea, condicionan al diseño urbano y arquitectónico.
El equipamiento urbano en ocasiones está asociado a la infraestructura, como en el caso de las estaciones del metro, las gasolinerías, o las terminales aéreas, pero en otras ocasionas no lo está o su relación es indirecta, como en el caso de las escuelas, hospitales e instalaciones deportivas, que están solamente ligadas a los servicios y a las calles en las que se encuentran.
El espacio ocupado por la infraestructura ha sido estudiado por décadas por arquitectos dentro de los ámbitos académicos, recientemente ha sido tratado de modo notable por Keller Easterling, en su libro: “Extrastatecraft”. Sin duda es un tema fascinante, pero no existen soluciones muy convincentes por parte de los arquitectos, quienes en el mejor de los casos conseguimos seguir al pie de la letra las pautas determinadas por los economistas, políticos e ingenieros.
Lorenzo Rocha
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