jueves, 13 de junio de 2019

PARQUE ECOLÓGICO

Con el proyecto para el Parque Ecológico en Texcoco, ha
quedado una vez más confirmado el poder que tienen las imágenes
arquitectónicas como herramientas de propaganda política. Gracias a
las infografías, los proyectos causan impacto en el público desde
mucho tiempo antes de su realización.
En 2014 recibimos el sorpresivo anuncio de la decisión de construir un nuevo aeropuerto a un lado de la laguna Nabor Carrillo en Texcoco. Quienes nos dedicamos a la arquitectura y a la crítica, expresamos nuestras opiniones a favor y en contra del proyecto. Después de contar con un avance superior al 60% la obra fue cancelada en 2018 por el nuevo gobierno, esta decisión también fue ampliamente debatida.
Ahora nos encontramos con el reciente anuncio por parte de la Comisión Nacional del Agua de que el gobierno pretende inundar parte de los terrenos anteriormente destinados al Nuevo Aeropuerto y construir un parque de 14,300 hectáreas con áreas para reservas ecológicas y actividades recreativas. Una vez más quedamos perplejos, ya que el anuncio incluye la decisión de asignar directamente el proyecto al arquitecto Iñaki Echeverría sin mediación de concurso público alguno. Es lógico que la construcción de un área verde urbana es percibida por todos como un gran beneficio, pero hacerlo de manera autoritaria es algo desalentador.
Por décadas han existido iniciativas para la recuperación de la cuenca lacustre del Valle de México, retomando el espíritu del ingeniero Nabor Carrillo, quien inició la recuperación del lago de Texcoco en 1965. Durante la década de 1990 un grupo de arquitectos encabezados por Alberto Kalach y Teodoro González de León, analizaron la posibilidad de continuar con el proyecto de recuperación de la cuenca lacustre y enfocarlo desde el punto de vista urbanístico.

Sería una muy buena noticia para todos que el actual gobierno estuviera auténticamente interesado en seguir con la mencionada recuperación hidrológica. Sin embargo, inundar la inconclusa terminal aérea es a todas luces una medida enfocada en el acto simbólico de borrar las huellas del régimen anterior, más que a un legítimo proceso de recuperación ecológica. Como sabemos, la arquitectura como uso político del suelo, es una tradición nacional añeja que no está dirigida al bienestar de los ciudadanos, sino a su rentabilidad en términos de aprobación del desempeño de nuestros dirigentes. Este caso confirma nuevamente que el período gubernamental actual no apunta hacia la democratización de las políticas públicas.
Lorenzo Rocha

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