Michel Foucault escribió en 1967 una ponencia llamada “De los espacios otros”, texto del que derivó el concepto de heterotopía, el cual está en discusión en círculos académicos desde los años ochenta. El filósofo francés trata en su ponencia sobre la yuxtaposición indistinta de los espacios públicos y privados, característica del urbanismo del Siglo XX.
Según Foucault, el tercer principio de la heterotopía está fundamentado en su “poder de yuxtaponer en un solo lugar real múltiples espacios, múltiples emplazamientos que son en sí mismos incompatibles”. Los jardines son sin duda ejemplos perfectos de ello. El cementerio también es una especie de jardín y está ligado a casi todos los habitantes de una ciudad, ya que casi todos sus habitantes tienen algún pariente o amigo sepultado allí. Sin embargo, la cultura arquitectónica ha ido desplazando paulatinamente a este lugar que antes ocupaba el centro del pueblo, a un lado de la iglesia. Desde que se asocia a la muerte con la enfermedad y con las infecciones, los cementerios fueron desplazados hacia las periferias urbanas. Pero no solamente se trata de razones sanitarias, sino también culturales, que se han acentuado desde que ha disminuido la cantidad de gente que tiene fe en la inmortalidad del alma.
En México, el culto a los muertos es una de las costumbres más arraigadas en la sociedad. Quizá por esta razón aún persisten los cementerios en las zonas centrales de las ciudades y sobre todo de los pueblos. En las ciudades, las visitas al camposanto son menos frecuentes y tampoco son tan coloridas las fiestas del día de los muertos. Pero en pueblos conurbados como el célebre San Andrés Mixquic, en Tláhuac, al oriente de la capital, los panteones han elevado su importancia al nivel de patrimonio cultural.
El cementerio es una pequeña ciudad para los difuntos, con calles, parcelas y con domicilios particulares. Son sin duda heterotopías yuxtapuestas a los espacios vivos de la ciudad, pero también forman parte de esta y aunque sea doloroso recordar a nuestros parientes fallecidos, la memoria es lo único que los mantiene vivos en nosotros.
Lorenzo Rocha