La teoría de la arquitectura se ocupa de indagar las razones y conceptos que subyacen a las obras construidas. Mientras la práctica responde a la pregunta de ¿cómo será el proyecto? La teoría responde al “por qué” de la obra, un paso anterior al “cómo”.
La principal utilidad que tiene la teoría para el ejercicio de una profesión en la práctica, es la toma de postura de cada persona frente a las circunstancias externas. Si los arquitectos nos esforzáramos más en la reflexión crítica de los mecanismos políticos y económicos que nos circundan, podríamos tener una influencia decisiva sobre el devenir futuro de las ciudades. Pero por desgracia, casi cualquier arquitecto ajustaría sus convicciones personales, si es que las tiene, a una coyuntura en la que pudiera tener beneficio profesional, como el encargo de un nuevo proyecto.
En temas como la especulación urbanística o la obra pública, todos los arquitectos estamos prestos a manifestarnos en contra o a favor de una obra, pero es igualmente frecuente que digamos una cosa y hagamos otra. Para ser arquitectos críticos debemos aprender a decir “no”, rechazar nuestra participación en fenómenos arquitectónicos y urbanos con los que no estemos de acuerdo.
¿Qué pasaría si ningún arquitecto accediera a participar en algún proceso que fuera en contra del sentido común? Lo más probable es que si bien no conseguiríamos suspender la obra en cuestión, existiría coherencia entre lo que decimos y hacemos. Esto no quiere decir que todos debemos estar de acuerdo en una misma postura, pero es esencial que quienes sí lo estén, aunque sean la minoría, manifiesten abiertamente su postura.
Durante los últimos años, el gobierno de nuestro país ha promovido algunas obras que han sido impopulares como el aeropuerto en Santa Lucía, la refinería en Dos Bocas, el parque ecológico en Texcoco, el Tren Maya y ahora la transformación del Bosque de Chapultepec. Solo una minoría dentro de la comunidad profesional de arquitectos parecen estar de acuerdo con estos y otros proyectos, probablemente serán quienes finalmente los lleven a cabo, pero sería muy útil para la opinión pública conocer los argumentos que tienen a favor de dichas iniciativas, que han sido rechazadas por la gran mayoría.
Lorenzo Rocha
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