jueves, 28 de enero de 2021

SUELO MURO TECHO

El arquitecto Giancarlo De Carlo escribió en 1969: “Un edificio, es tan solo el esbozo de un potencial, no es relevante hasta que sus muros y espacios no sean activados por el grupo de personas para quienes fue construido”. En la arquitectura, las personas son más importantes que los materiales de construcción.

 

La casa es mucho más que las partes que la componen, en algunas casas vernáculas como el Iglú, el suelo el muro y el techo son una sola masa de bloques de hielo que se fusionan por el calor de sus habitantes, son ellos quienes lo hacen habitable con su presencia y gracias a este maravilloso  invento sobreviven a las bajas temperaturas del Ártico. En las ciudades modernas esta sencillez se ha perdido a tal grado, que parecería que una vivienda podría ser casi cualquier cosa, siempre y cuando los materiales de los que esté construida y su forma exterior sean agradables para sus habitantes.
El arquitecto holandés Herman Hertzberger, exponente principal junto con Aldo van Eyck del movimiento arquitectónico conocido como Estructuralismo, afirmaba que la libertad estructural que buscaba con sus proyectos era solamente un instrumento tecnológico para conseguir un fin más importante: la flexibilidad necesaria para que los habitantes de sus espacios para vivir y trabajar pudieran usarlos y modificarlos según sus preferencias y no aquellas que fueron determinadas por el propio arquitecto. Los críticos e historiadores que han analizado edificios suyos como las oficinas de la compañía aseguradora Central Beheer en Apeldoorn, han hecho demasiado hincapié en las características físicas de su arquitectura y su notable estructura, pero han dejado de lado el hecho que ahora, 50 años después de su construcción, los empleados de la compañía siguen utilizando esos mismos espacios adaptados a sus nuevas necesidades. Al respecto, el propio arquitecto, que a sus 88 años de edad sigue activo tanto en su oficina como en la academia, declara: “Lo realmente importante no es el lenguaje de la arquitectura, sino la gramática de la vida”.
Lorenzo Rocha

 

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