jueves, 20 de mayo de 2021

DESIGUALDAD

Hoy más que nunca constatamos lo que el economista inglés William Morris afirmaba: “La desigualdad es aún peor que la pobreza”. Vemos en todo el mundo una distribución desigual de vacunas contra el Covid 19, mientras en algunos países sobran en otros casi carecen de ellas.

Las diferencias socio-económicas que existen entre el Norte y Sur globales, se verifican también al interior de las naciones, en las que existen desigualdades similares entre ricos y pobres y entre la vida urbana y rural. En México, la vida de las personas que cuentan con empleos fijos bien remunerados y habitan las zonas metropolitanas y las ciudades medias, se parece mucho a la realidad que prevalece en los países desarrollados. Simultáneamente en las periferias de las ciudades y en las zonas de difícil acceso, habitan enormes cantidades de personas desempleadas o con actividades informales, cuyas condiciones de pobreza los equiparan con sitios donde prevalece la miseria y marginación a gran escala. 
Por esas razones, los esfuerzos por conseguir un desarrollo urbano equitativo, con viviendas asequibles que se encuentren a distancias razonables de los centros de trabajo, es una tarea impostergable para nuestro gobierno y para la sociedad en su conjunto. 
Los arquitectos y urbanistas jugamos un papel importante en ello, al menos en cuanto a nuestros intereses y las discusiones que tenemos al respecto.  Como decía René Descartes: “A pesar de que nuestra consciencia no es la medida de las cosas y de la verdad, al menos debería ser la medida de aquello que afirmamos o negamos”.
Tanto en las escuelas de arquitectura, como en los medios de comunicación, los arquitectos y urbanistas estamos demasiado ocupados en comentar y discutir sobre la innovación tecnológica, las modas y las formas arquitectónicas, eludiendo los temas sociales. Incluso en foros como la Bienal de arquitectura de Venecia en su edición actual, bajo la dirección de Hashim Sarkis, a pesar de tener como título “Como viviremos juntos”, muchos pabellones, incluido el mexicano, presentan una apariencia estética formalista, más que un auténtico contenido social.
Lorenzo Rocha

 

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