Cuando el director de cine estadunidense Gus Van Sant aún estudiaba en Rhode Island, presentó un cortometraje muy divertido con el título: “The Discipline of Do Easy” (1978). En el hace una adaptación actuada del ensayo del mismo título, que había sido publicado por William Burroughs en 1973.
El arquitecto canadiense Brendan Cormier publicó en 2018, un breve panfleto titulado “The Architecture of Do Easy” (en la serie DUE, del Architectural Association de Londres), en el cual insta a sus colegas a realizar una arquitectura que siga la filosofía del “hacer fácil”, para mitigar los efectos de la escasez de trabajo, los míseros honorarios y otros abusos a los que en su opinión se encuentra sometida la profesión.
En el texto cita textualmente a Burroughs: “Hacer fácil es un modo de hacer, aplicable a todo lo que hacemos, ‘Hacer fácil’ significa simplemente hacer lo que quiera que haces en la forma más fácil y relajada posible, que resulta ser también la forma más rápida y eficiente”. Quizá sea intencionalmente, pero Cormier omite mencionar la evidente ironía que plantea ensayo de Burroughs, el cual simultáneamente señala las ventajas de la disciplina como la serie de rutinas que permiten dominar tarea complejas mediante la práctica y la repetición, pero implica dicha repetición llevada al extremo, como síntoma de trastornos obsesivos-compulsivos. En todo caso, estamos frente a planteamientos innovadores respecto a la práctica de la arquitectura, una práctica que traslada el foco de atención a las técnicas automáticas de la informática, como la utilización del BIM (Building Information Modelling) y los algoritmos Macro y al mismo tiempo se alinea a un modo de pensamiento arquitectónico “proyectivo y poscrítico”. Una arquitectura de “baja definición”, hecha con soltura y desparpajo, que elude la posición de resistencia ante los valores de la cultura dominante, característica fundamental de la arquitectura crítica.
Lorenzo Rocha
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