En 1921 el arquitecto austriaco Rudolf Schindler y su esposa, la psicóloga Pauline Gibling, propusieron a sus amigos Clyde Chace y Marian Da Camara, construir una “vivienda cooperativa”, para que las dos parejas pudieran vivir y trabajar en ella. Para dichos efectos compraron un terreno en West Hollywood un barrio de la ciudad de Los Angeles de reciente creación y con buena ubicación. En el terreno frente a ellos, el arquitecto Irving Gill había construido recientemente la casa “Dodge” utilizando concreto armado, un material muy innovador para la época, desgraciadamente esa casa fue demolida en 1970. Quizá esto inspiró a Schindler y a Chace que era constructor, a utilizar sus novedoso sistema “tilt slab”, que consistía en verter concreto sobre el suelo donde se colocaba una parrilla de acero y una vez fraguado, izarlo hasta su posición vertical.
Pocas obras de arquitectura han tenido tal impacto en las generaciones posteriores como ha tenido esta casa. Para mí tiene un especial significado, por la expresión tan simple de Schindler de lo que debía ser un refugio: “protección trasera, frente abierto, una fogata y un techo”. También se debe a que hace 20 años, tuve la fortuna de pertenecer al programa de arquitectos en residencia durante seis meses, que el MAK Center for art and architecture, realiza en dicha casa.
Este año el centro tiene un amplio programa de actividades para conmemorar el centenario de la casa, entre las que destacan las conferencias que la historiadora Judith Sheine impartirá. La casa Schindler, tras su reconversión en centro de estudios y museo en 1994, es un gran ejemplo de un modo muy eficiente de mantener vivo un monumento moderno, sin que esté destinado al olvido o un mantenimiento improductivo y costoso. La preservación no tiene sentido en sí misma si las obras no cumplen con una función social.
Para la pareja Schindler, la ciudad de Los Ángeles, durante la década de los veinte, fue un lugar comparable a la isla de Utopía, una ciudad lejana de la civilización europea, donde la gente no solía emitir juicios morales. Para entonces, la ciudad tenía poca historia cultural y arquitectónica, para ellos representaba una nueva frontera.
Lorenzo Rocha
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