Walter Benjamin reflexionó profundamente acerca de la relación entre la imagen artística y la propaganda publicitaria y política, en su ensayo La obra de arte en la época de su reproducción mecánica: “La masa distraída, hace suya la obra de arte. La arquitectura es un ejemplo claro, desde siempre los edificios son el prototipo de la obra de arte recibida al mismo tiempo distraída y colectivamente.”
La aproximación a la arquitectura como obra de arte es siempre distraída. En nuestro tránsito cotidiano por la ciudad, nos encontramos con gran cantidad de edificios diseñados a conciencia, sin apenas fijar nuestra atención total en ellos. La experiencia sensorial del espacio habitable es de enorme complejidad, va desde estímulos visuales, auditivos, táctiles, hasta la sensación de la temperatura o de la respiración por efectos de la correcta o escasa ventilación de las habitaciones.
La fotografía relacionada con la arquitectura provoca un efecto simplificador de las formas arquitectónicas, reduce la complejidad sensorial a una sola imagen y en ocasiones extremas incluso a la abstracción de la imagen, convertida en un ícono gráfico, en un logotipo. Benjamin escribió: “Cualquiera habrá notado que un cuadro (pero sobre todo una escultura, e incluso una obra arquitectónica) se presta a ser aprehendida en foto mucho mejor que en la realidad.”
Es común que algunas empresas, gobiernos o museos utilicen estos dibujos como parte de su imagen gráfica y publicitaria. Por ejemplo, las Torres de Satélite, esculturas arquitectónicas diseñadas y construidas por Mathias Goeritz y Luis Barragán en los años cincuenta, han servido para infinidad de propósitos gráficos de todo tipo, desde comercios de barrio, compañías de transportes, ayuntamientos y muchos otros más.
El proceso de producción de la arquitectura icónica es parte fundamental del papel que la arquitectura moderna ha jugado en la masificación de la cultura, hasta el extremo de convertir las imágenes de los edificios en contenidos publicitarios al servicio de la sociedad de consumo.
Lorenzo Rocha