Recientemente he leído con gran interés el libro de Fernanda Canales "Mi casa, tu ciudad. Privacidad en un mundo compartido” (Puente editores, 2021) y encuentro casi imposible no estar de acuerdo con los argumentos de la autora. La razón principal es que sus glosas, rigurosamente documentadas, se apoyan en proyectos, movimientos, instituciones y arquitectos/as de incuestionable calidad, en otras palabras, recurre a ejemplos en los existe amplio consenso en cuanto a su adecuación a los ideales modernos.
El libro plantea las siguientes preguntas: ¿Cómo reinventar la vivienda, tomando en cuenta su papel como espacio de enlace en lo que es de uno y lo que es de todos? ¿Cómo mejorar las formas de vida cuando casi siempre se recurre a la certeza de modelos pasados? y ¿Qué hacer cuando la mayor parte de la humanidad no tiene casa?
Para ello hace un minucioso recorrido cronológico por soluciones habitacionales desde el siglo XIX hasta el XXI, ordenados mediante los siguientes conceptos: libertad, eficiencia, bienestar, identidad y coexistencia.
La obra sería un catálogo extenso e incuestionable de soluciones históricas para la vivienda occidental (los ejemplos son casi todos europeos, norteamericanos y ocasionalmente japoneses), sino fuese por lo que considero una delgada línea de fractura. Dentro del apartado titulado "Vidas compartidas", Canales critica en términos ideológicos el edificio Narkomfin construido en Moscú 1929, por los arquitectos Moisei Ginzburg e Ignaty Millnis. Un “edificio como condensador social”, el cual es sentenciado del siguiente modo: “El experimento de las casas colectivas soviéticas duró solo unos pocos años debido a los cambios políticos que sufrió el país y pronto las comunas se convirtieron en una ficción, lugares incómodos sin espacio vital donde había que hacer cola para utilizar los comedores y los baños”. Quizá también podríamos considerar las descripciones posteriores de las demoliciones y daños en los edificios Pruitt-Igoe (San Luis Misuri), Nonoalco-Tlatelolco (Ciudad de México), Oriental Masonic Gardens (New Haven) y Bijlmermeer (Amsterdam), como continuación de la mencionada fractura, la cual sería la única posibilidad en el libro, de un enfoque crítico sobre la vivienda moderna.
Lorenzo Rocha
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