Eyal Weizman, un arquitecto muy conocido por su trabajo de arquitectura forense, escribió en 2007 Hollow Land, Israel’s architecture of occupation, un libro muy importante para comprender el fenómeno de la guerra entre Israel y Hamás.
En la tierra existen lugares con un alto nivel simbólico, desde puntos de vista históricos y políticos, pero que en la actualidad se encuentran despoblados. Tal es el caso de los centros ceremoniales mesoamericanos desde Teotihuacán hasta Chichen Itzá, lugares que alguna vez fueron de los más poblados del mundo y que ahora habitan los turistas durante el día y los guardias de noche.
La carga simbólica se combina con las emociones que estos sitios nos provocan y todo ello se puede resumir en la psicogeografía.
Gaza y Cisjordania, que pertenecen a aquello que consideramos como “Tierra santa”, un territorio sacro que ahora se encuentra en disputa entre judíos y musulmanes, es de hecho un territorio mayormente desocupado, en cierto sentido, una tierra de nadie. Cercana esta zona se encuentra la antigua Jericó, la cual se considera la primera y más antigua ciudad de la historia. Poblaciones como Galilea, Nazaret, Belén y hasta la misma Jerusalén se encuentran divididas internamente por los conflictos religiosos que tienen lugar en ellas. Antes tenían solo la fuerza simbólica que les daba la Biblia por ser los escenarios de las escenas relatadas en ellas, ahora nos provocan otro tipo de emociones, indignación por los asesinatos, los atentatados terroristas, el sufrimiento y muerte infantil, el bombardeo de hospitales y los miles de personas desplazadas que enfrentan un futuro poco venturoso.
Fronteras horizontales y verticales segregan a los palestinos de los israelíes, acrecentando cada vez más la tensión entre ambos y alejándoles de la posibilidad de una convivencia pacífica. El control militar de los pasos fronterizos es brutal, tanto como el radicalismo islamista, que provoca ataques con armas de todo tipo, desde misiles, hasta cuchillos, que mantienen un alto estado de terror y alertas constantes entre los civiles de ambos lados de los muros y alambradas. Weizman considera a estos últimos como elementos arquitectónicos que han sido convertidos en armas que se utilizan contra la población civil. También existen puentes y túneles que atraviesan los asentamientos palestinos, que solamente los israelíes pueden
utilizar para ir en automóvil de uno a otro de sus poblados, que generalmente se localizan en las cimas de los montes. Existe una segregación total de las personas, que se manfiesta desde las viviendas, los pueblos, hasta la movilidad.
Lorenzo Rocha