En 1930 Sigmund Freud, escribió un fantástico ensayo titulado “El malestar en la cultura”, donde expone una serie de consideraciones trascendentales respecto a la condición humana contemporánea, que conviene retomar ahora que ha pasado casi un siglo desde su publicación.
A los arquitectos y urbanistas nos cuesta mucho trabajo hablar sobre la angustia inconsciente que experimentamos constantemente en los ambientes urbanos contemporáneos. ¿Será porque en gran medida somos los responsables de la inadecuación de nuestros espacios a nuestras necesidades psicológicas?
Es sin duda un tema extremadamente complejo porque los profesionales a cargo de la planeación y el diseño de los espacios públicos y privados que habitamos, somos productores y usuarios simultáneamente de los mismos, por lo tanto tenemos que afrontar que jugamos el papel doble de culpables y víctimas de nuestras propias acciones.
Sin embargo, este mismo dilema es experimentado por toda la población en su conjunto. Por una parte, disfrutamos de los beneficios del progreso tecnológico, de la medicina, de la educación y de otros muchos bienes a los que la humanidad tiene un acceso que no tenía en el pasado. Sin embargo, Freud critica la actitud de rechazo de muchos intelectuales a todos los satisfactores disponibles en la actualidad, por sus daños colaterales, entre los que se cuentan los recursos naturales y la ruina medioambiental, la cual ahora es desde luego más dramática. Freud tilda a los críticos del progreso tecnológico propio de la modernidad de nostálgicos e irracionales. El célebre psicoanalista y pensador no tiene ninguna duda en condenar las actitudes de los mencionados críticos como posiciones absurdas.
Quizá ahora se podría matizar la postura enfrentada entre nostalgia y racionalidad, ya que, si bien la situación urbana y la espacialdad se han deteriorado notablemente, lo que ha crecido innegablemente durante las décadas más recientes es una consciencia de la necesidad de equilibrio entre lo humano y el resto de lo natural, que quizá hace cien años no era tan clara.
Lorenzo Rocha
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